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viernes, junio 24, 2011

Noticias del Frente Migratorio 051




ARQUITECTURA DEL SISTEMA DOMINICANO DE SALUD: LOS DIEZ AÑOS DEL SEGURO FAMILIAR DE SALUD (EXTRACTO)






Por: Magdalena Rathe, boletin de la Fundacion Plenitud

Artículo completo:
http://www.fundacionplenitud.org/images/boletin/2011/junio/Arquitectura%20del%20Sistema%20de%20Salud%20-%2015-6-11.pdf

El 9 de mayo de 2011, el Seguro Familiar de Salud cumplió diez años desde su creación. Ese mismo día (quizás sincrónicamente) la Fundación Plenitud cumplió nueve años desde la promulgación del decreto de su creación, con la misión de generar y difundir conocimientos para fortalecer el desempeño del sistema de salud – dando seguimiento así, desde la sociedad civil, a las políticas públicas.

Esta celebración de una década, ha puesto en estos días la reforma de la seguridad social en la prensa, repetidamente. La decisión reciente de subir los precios de los medicamentos y los servicios de salud, ha sido un triste regalo de cumpleaños. A esto se añade la confusión generalizada sobre aspectos esenciales del sistema, tanto a nivel de la población como de la prensa, los titulares sobre cuáles son los verdaderos problemas, e incluso, las declaraciones de las propias autoridades (o la interpretación de ellas por los medios), me mueve a escribir este artículo descriptivo sobre cómo es el sistema, cuáles son sus avances y dónde están los escollos fundamentales.

La reforma de la seguridad social en general y del sistema de salud, en particular, es una de las grandes reformas institucionales del país, la más importante, en mi opinión, para mejorar inmediatamente la distribución del ingreso, la equidad y la calidad de vida de la población dominicana. ¿Por qué? Porque el sistema de salud dominicano ha estado por décadas financiado fundamentalmente por los hogares dominicanos, con dinero de su propio bolsillo, lo cual constituye la forma más inequitativa de hacerlo. Esto es así porque la enfermedad toca a la puerta de cualquier persona, sin aviso. Si no está protegida adecuadamente por un seguro de salud (o también, si no existe un sistema de salud público efectivo y de calidad), las personas tienen que afrontar un gasto que es muchas veces catastrófico o empobrecedor (o decidir no atenderse, simplemente).

Por ello, la atención en salud, en lugar de ser un derecho, se convierte en un privilegio de los que más tienen. Ese es uno de los aspectos clave que pretende solucionar la reforma de salud: distribuir el riesgo financiero de enfermarse, entre los sanos y los enfermos, mediante una estrategia basada en serie de principios entre los que sobresalen la solidaridad, la equidad y la sostenibilidad financiera. La reforma se justificaba en la necesidad de introducir cambios profundos y estructurales al sistema de salud que había regido durante décadas y que se caracterizaba por la segmentación poblacional (los ricos con un sistema y los pobres con otro), la inequidad, la baja cobertura, la mala calidad, la ausencia de regulación y el elevado gasto de bolsillo. Las deficiencias del servicio público fomentaron el crecimiento del sector privado financiado por el pago directo o por seguros voluntarios de reembolso y sobre todo, planes pre‐pagados voluntarios, todos ellos sirviendo a la población de mayores ingresos, incluyendo a los asalariados del sector formal. Este sistema funcionaba prácticamente sin ninguna regulación y supervisión estatal.

Un arduo trabajo técnico precedió al diseño del sistema que hoy tenemos – inspirado en los más modernos avances en cuanto a organización y financiamiento, entre ellos, la reforma colombiana. La propuesta procuró superar los defectos de éste y otros sistemas en lo concerniente a la equidad y las posibilidades de alcanzar la cobertura universal. A la vez, tomó en cuenta la realidad de los actores que ya existían en el país, para hacerla viable políticamente. Largos años de consultas con todos los sectores y discusiones para armonizar intereses precedieron a esa histórica fecha del año 2001, en que se aprobó una ley modificada en muchos aspectos por los actores, pero conservando en esencia los principios fundamentales. Muchos años después de la promulgación de la ley, continuaron las pugnas entre grupos de poder que impedían su puesta en marcha. El régimen subsidiado comenzó tímidamente en el 2004, las pugnas siguieron obstaculizando el régimen contributivo hasta que, finalmente, en septiembre del 2007, un decreto presidencial obligó a los actores a darle inicio.

Este año se cumplen 10 años de la promulgación de la ley 87‐01 y cuatro desde el inicio del régimen contributivo. Sin embargo, existe un gran desconocimiento en la población en general sobre el que seguimos llamando “nuevo sistema” y la gente no conoce sus derechos, a pesar de que el propio sistema previó la creación de una entidad creada para informar y defender a los afiliados. Muchas de las informaciones que aparecen en la prensa cada día confirman que hay numerosas incomprensiones acerca del funcionamiento del sistema de salud. Por tal motivo, la finalidad de este artículo es describirlo tal como funciona al día de hoy, como una forma de contribuir a las necesidades de clarificación.

Conclusiones

El SFS es una gran conquista del pueblo dominicano y debe ser preservado celosamente. Parte de ello es el conocimiento de cómo funciona (y de cómo debería funcionar) por parte de los usuarios y usuarias que ya cuentan con la afiliación, para que hagan valer sus derechos. Y los que no tienen aún afiliación, presionen para lograrla. Algunas de sus conclusiones (que a veces contradicen opiniones aparecidas recientemente en los medios de comunicación) son las siguientes:

No es necesaria por ahora la modificación de ley 87/01, la prioridad es asegurar su implementación total al menos por un período de diez años y que se hagan las evaluaciones correspondientes.

No se justifica el aumento del per‐cápita hasta tanto se hagan los estudios correspondientes, con la debida calidad técnica. Ello requiere de asistencia internacional, porque en el país no existen todas las capacidades técnicas necesarias para realizar estos estudios.

Cualquier elevación del per‐cápita será a costa de obstaculizar el reto y prioridad principal del sistema, que es la extensión de la cobertura y el logro de la universalización (propuesta originalmente para el 2011).

El Estado tiene la obligación con la población dominicana, de intervenir y regular el mercado más imperfecto que existe: el de la salud. Esto implica evitar por todos los medios las prácticas monopólicas, pero también, buscar las mejores soluciones.

El logro de la cobertura universal implica la reestructuración de los servicios públicos y que el Estado dominicano asigne en su presupuesto los fondos para cubrir a la población faltante: en consecuencia, se necesita de voluntad política a largo plazo.

Para completar la extensión de cobertura del régimen contributivo, se requiere un esfuerzo mayor de parte de la autoridad tributaria para identificar nuevos contribuyentes y reducir la evasión.

Se necesita una organización de la provisión de servicios, estableciendo el nivel primario como puerta de entrada del sistema, tanto a nivel público como privado. Pero esto no requiere una modificación de la ley y no puede decirse que el sistema está condenado a muerte si no se realiza.

Debe fortalecerse el rol de regulación y supervisión por parte del Estado, para evitar abusos de negación y/o restricción de servicios incluidos en el PBS, tanto por parte de las ARS como de los proveedores.

Un tema ausente es la calidad de los servicios – tanto a nivel público como privado – así como la calidez, el trato humanizado, la información y el respeto a los usuarios.

Hay profundas carencias de información que impiden decisiones correctas, incluyendo desorden en los precios de insumos, medicamentos, intervenciones.

Es fundamental que las decisiones de política se tomen utilizando evidencias científicas y no en base a presiones de grupos de interés o con poder político, ya sea de carácter económico o sindical.

Por tal motivo, es importante fortalecer el rol de veeduría desde la sociedad civil, que puede considerarse como parte integral de la función de rectoría. En resumen, podría concluirse que la descripción realizada sobre la arquitectura del sistema de salud dominicano, ilustra las grandes dificultades al introducir una reforma institucional de importancia, en un país que es “subdesarrollado”, como se decía antes, justamente por su gran debilidad institucional.

La realidad muestra que no es suficiente la aprobación y puesta en marcha de una ley de reforma moderna, integral, profunda y bienintencionada. La implementación necesita tomar en cuenta los fuertes obstáculos que resultan de la concurrencia de las diversas fuerzas económicas y sociopolíticas, además de las intricadas conexiones de sus componentes. Su comprensión requiere atención a la compleja dinámica del proceso de cambio y de un sentido pragmático que sustente decisiones efectivas para destrabar los factores nodales que obstruyen el progreso del cambio institucional.

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La manifestación de Barcelona
La ciudad más rebelde, el domingo más hermoso







Salvador López Arnal, Rebelión, 20-06-2011


"Si se lucha se puede perder; si no se lucha estás perdido”. No creo que haya muchos otros lemas que recojan mejor la esencia de la manifestación de esta tarde en Barcelona. Podemos perder pero el combate ha levantado su vuelo. Y de qué modo. La batalla no se sabe ni se siente perdida. ¡No han sido muchas las manifestaciones en la ciudad de Salvat Papasseit y Gregorio López Raimundo en las que las gentes se mostrasen, nos mostrásemos, más libres, con menos ataduras, más dispuestas a seguir adelante, a resistir y a combatir! Saben, sabemos, que se puede y están dispuestos a ello. Por si nos faltara algún apoyo, por si algún hilo no había sido zurcido, Concha Pérez, una mujer libertaria de más de 90 años, una de las cenetistas que combatieron en el frente estaba esta tarde con nosotros. En su silla de ruedas, mostrando su indignación, con los sentimientos a flor de piel. Mejor imposible.

No puedo conjeturar una cifra de asistentes. La horquilla de los cálculos traza un arco que va de los 75.000 manifestantes hasta más de un cuarto de millón No vale la pena detenerse en esta guerra de números. Ha sido, nadie dirá lo contrario, una de las manifestaciones más importantes de la historia de la ciudad y de Catalunya. Era muy fácil recordar las manifestaciones contra la guerra de Iraq o contra la permanencia de España en la Alianza Militar Atlántica. Mucha, mucha gente, que desde los barrios en algunos casos, desde el centro de la ciudad, desde poblaciones cercanas o no tan cercanas, no se ha limitado a pasear desde Plaza de Catalunya hasta Plà de Palau, cerca del parque de la Ciutadella que hoy de nuevo estaba cerrado y custodiado por los Mossos, sino que ha manifestado su indignación, su rabia incontrolada, sus múltiples y documentadas razones, su compromiso de seguir adelante. Nunca más, nada va a ser como hasta ahora. No saben cómo parar esta ola de indignación, no van a poder parar esta marea humana ciudadana que ha declarado su rebeldía. Una rebeldía con causa. ¡Qué lo intenten si se atreven! Y no sólo en Barcelona, sino también en Lleida, en Tarragona y en otras ciudades catalanas.

Desde las 5 de la tarde, desde el inicio de la manifestación, que ha durado hasta las 9 de la noche, los lemas anticapitalistas se han dejado oír con claridad y fuerza. Nadie quiere que le traten como una mercancía. No estamos dispuestos a formar parte del "precariado" maltratado en el que quieren convertir a todas las clases trabajadoras. El trabajo no puede ser una condena en instituciones antidemocráticas y militarizadas como son fábricas y empresas. El paro no puede ser el estado natural de centenares de miles de jóvenes y de personas no tan jóvenes durante años. La clase política no puede seguir al servicio de los designios del capital y sus múltiples tentáculos, ni nadar como pez en el agua en la corrupción y en los privilegios inadmisibles. Los banqueros no pueden seguir aspirando a acumular beneficios y más beneficios en una carrera alocada hacia el fraude fiscal, la barbarie y el todo vale.

Los indignados, por otra parte, lo han gritado insistentemente, no se sienten representados por ninguna fuerza política. Ellos se representan a sí mismos… y a la perfección. Le llaman democracia y no lo es. Y no lo es porque el poder no es del pueblo, sino de un puñado de privilegiados que quieren obrar a su antojo.

Pocas pancartas. La mayoría elaboradas por los propios manifestantes, no por organizaciones políticas. Banderas tricolores, muy pocas catalanas, han ondeado en la manifestación. Lo mismo que numerosas imágenes del Che, el único referente político que, si no ando errado, ha estado hoy presente.

La lectura final del comunicado consensuado ha señalado nuevas citas, próximos encuentros, y una marcha de unos 30 días que partiendo de Barcelona este próximo 25 de junio para llegar a Vallirana ese mismo día pretende desembocar en Madrid a finales de julio.

Nada ni nadie les va a parar; nada ni nadie nos debe parar.

Uno de los gritos más coreados en la manifestación pedía, exigía más bien, la dimisión del conseller de Interior. Hay miles de motivos para ello. Todos justos y sensatos. Pero… que no nos escuchen. La clase política catalana, que ciertamente actúa y se comporta como tal, en absoluto representa a la ciudadanía indignada en pie de justicia y de igualdad. Pero Felip Puig sí que representa a la perfección este “gobierno de los mejores” (¡qué risa doña Rosita!) que hace agua por los cuatro lados y que ha defendido y defiende sin pudor los intereses de las insaciables capas privilegiadas catalanas y del nacional-catolicismo catalán. Con la contrarreforma fiscal, con las nucleares, con los conciertos educativos, con la ley ómnibus. Para ellos es tan natural como la vida misma. Su vida.

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Las revoluciones contra las vanguardias





Raúl Zibechi, La Jornada, 17 06 11


Las potentes movilizaciones que atraviesan el mundo están desbordando tanto democracias como dictaduras, regímenes nacidos de elecciones y de golpes de Estado, gobiernos del primer y del tercer mundo. No sólo eso. Desbordan los muros de contención de los partidos socialdemócratas y de izquierda, en sus más diversas variantes. Desbordan también los saberes acumulados por las prácticas emancipatorias en más de un siglo, por lo menos desde la Comuna de París.

Naturalmente, esto produce desconcierto y desconfianza entre las viejas guardias revolucionarias, que reclaman organización más sólida, un programa con objetivos alcanzables y caminos para conseguirlos. En suma, una estrategia y una táctica que pavimenten la unidad de movimientos que estarían condenados al fracaso si persisten en su dispersión e improvisación actuales. Lo dicen a menudo personas que participan en los movimientos y quienes se felicitan de su existencia, pero que no aceptan que puedan marchar por sí mismos sin mediar intervenciones que establezcan cierta orientación y dirección.

Los movimientos en curso cuestionan de raíz la idea de vanguardia, de que es necesaria una organización de especialistas en pensar, planificar y dirigir al movimiento. Esta idea nació, como nos enseña Georges Haupt en La Comuna como símbolo y como ejemplo (Siglo XXI, 1986), con el fracaso de la Comuna. La lectura que hizo una parte sustancial del campo revolucionario fue que la experiencia parisina fracasó por la inexistencia de una dirección: Fue la falta de centralización y de autoridad lo que costó la vida a la Comuna de París, dijo Engels a Bakunin. Lo que en aquel momento era acertado.

Haupt sostiene que del fracaso de la Comuna surgen nuevos temas en el movimiento socialista: el partido y la toma del poder estatal. En la socialdemocracia alemana, el principal partido obrero de la época, se abre paso la idea de que la Comuna de 1871 era un modelo a rechazar, como escribió Bebel pocos años después. La siguiente oleada de revoluciones obreras, que tuvo su punto alto en la revolución rusa de 1917, estuvo marcada a fuego por una teoría de la revolución que había hecho de la organización jerárquica y de especialistas su eje y centro.

En el último medio siglo han sucedido dos nuevas oleadas de los de abajo: las revoluciones de 1968 y las actuales, que probablemente tengan su punto de arranque en los movimientos latinoamericanos contra el neoliberalismo de la década de 1990. En este medio siglo han sucedido, insertos en ambas oleadas, algunos hechos que modifican de raíz aquellos principios: el fracaso del socialismo soviético, la descolonización del tercer mundo y, sobre todo, las revueltas de las mujeres, de los jóvenes y de los obreros. Los tres procesos son tan recientes que muchas veces no reparamos en la profundidad de los cambios que encarnan.

Las mujeres hicieron entrar en crisis el patriarcado, lo que no quiere decir que haya desaparecido, agrietando uno de los núcleos de la dominación. Los jóvenes han desbordado la cultura autoritaria. Los obreros, y las obreras, desarticularon el fordismo. Es evidente que los tres movimientos pertenecen a un mismo proceso que podemos resumir en crisis de la autoridad: del macho, del jerarca y del capataz. En su lugar se instaló un gran desorden que fuerza a los dominadores a encontrar nuevas formas para disciplinar a los de abajo, para imponer un orden cada vez más efímero y menos legítimo, ya que a menudo es simple violencia: machista, estatal, desde arriba.

En paralelo, los de abajo se han apropiado de saberes que antes les eran negados, desde el dominio de la escritura hasta las modernas tecnologías de la comunicación. Lo más importante, empero, es que aprendieron dos hechos enlazados: cómo actúa la dominación y cómo hacer para desarticularla o, cuando menos, neutralizarla. Un siglo atrás eran una exigua minoría los obreros que dominaban tales artes. Las rebeliones, como la que comandó la Comuna, eran fruto de brechas que otros abrían en los muros de dominación. Ahora los de abajo aprendimos a abrir grietas por nosotros mismos, sin depender de la sacrosanta coyuntura revolucionaria, cuyo conocimiento era obra de especialistas que dominaban ciertos saberes abstractos.

En algunas regiones del mundo pobre se produjo la recuperación de saberes ancestrales de los de abajo que habían sido aplastados por el progreso y la modernidad. En este proceso los pueblos indios juegan un papel decisivo, al darle nueva vida a un conjunto de saberes vinculados a la curación, el aprendizaje, la relación con el entorno y también la defensa de las comunidades, o sea la guerra. Ahí están los zapatistas, pero también las comunidades de Bagua, en la selva peruana, y un sinfín de experiencias que muestran que aquellos saberes son válidos para estas resistencias.

Este conjunto de aprendizajes y nuevas capacidades adquiridas en la resistencia ha tornado inservible y poco operativa la existencia de vanguardias, esos grupos que tienen vocación de mandar porque creen saber lo que es mejor para los demás. Ahora, pueblos enteros saben cómo conducirse a sí mismos, con base en el mandar obedeciendo, pero también inspirados por otros principios que hemos podido escuchar y practicar estos años: caminar al paso del más lento, entre todos lo sabemos todo y preguntando caminamos.

Lo anterior no quiere decir que ya no sea necesario organizarnos en colectivos militantes. Sin este tipo de organizaciones y grupos, integrados por activistas o como quiera llamarse a las personas que dedicamos nuestras mejores energías a cambiar el mundo, ese cambio no llegaría jamás, porque no cae nunca del cielo, ni es regalo de caudillos y estadistas esclarecidos. Las revoluciones que estamos viviendo son fruto de esas múltiples energías. Las detonamos entre muchos y muchas. Pero una vez puestas en marcha, la pretensión de dirigirlas a puro mando suele producir resultados opuestos a los deseados.

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Los inmigrantes aportan más de lo que reciben




Autor: ADN- Fecha: 2011-06-17, Solidaridad.net

Madrid - Los inmigrantes contribuyen más al crecimiento económico y al mantenimiento de los servicios sociales que lo que gastan y reciben por parte del Estado del bienestar. Esta es la conclusión de un estudio de la Fundación La Caixa, que rompe la percepción extendida de que el extranjero consume gran parte de la factura social.

Los datos de este informe subrayan que en España los inmigrantes suponen el 12% de la población pero que, en cambio sólo son los responsables de un 5,6% del uso de servicios, como sanidad y educación. Además, sólo el 1% de los pensionistas son extranjeros. Este colectivo va un 7% menos que los autóctonos al médico de familia y un 16% menos al especialista, aunque usan un 3,2% más las urgencias. El informe también apunta a que los inmigrantes irregulares aportan más de lo que gastan a través de los impuestos indirectos dinamizando el consumo.

El informe de la Fundación La Caixa señala que la tasa de pobreza entre los inmigrantes casi dobla la de los autóctonos. Se estima que el 30% de los extranjeros son pobres, frente al 15% del colectivo nativo. En cambio, sólo el 6,8% de los recursos sociales va a parar a los inmigrantes.

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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1925).


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