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miércoles, enero 18, 2012

Noticias del Frente Onirico 081

TERAPIAS REPARATIVAS: OTRO ENFOQUE INEFECTIVO Y DAÑINO



Por Alfonso Martínez-Taboas, Ph.D.

Diversidad, Vol 2, No 2, 2011, Págs. 19-21

Al día de hoy estamos inmersos en lo que se denomina Prácticas Basadas en la Evidencia (PBE). Con casi unanimidad, las organizaciones de psicología, trabajo social y psiquiatría están acogiéndose a este estilo de trabajo. Debemos de repasar e indicar que las PBE tienen 4 componentes: 1) ofrecer un servicio basado en la mejor evidencia que provee nuestro campo; 2) tomando en consideración el peritaje; 3) tomando en cuenta las características sociales y culturales de los y las clientes; y 4) que la intervención sea cónsona con los mejores estándares éticos de la profesión.

Es bien conocido que muchas intervenciones psicológicas se practican violentando estas cuatro características. Se practica en ocasiones bajo técnicas y modelos de dudosa credibilidad, sin tomar en cuenta las características de los y las clientes, y haciendo caso omiso a recomendaciones éticas de la profesión. Este es el caso de las llamadas terapias reparativas (o terapias de conversión). Estas terapias parten de varias premisas: 1) La homosexualidad es una condición clínica que denota que la persona está enferma a nivel emocional y mental. 2) La homosexualidad es una elección de vida. 3) La homosexualidad es una condición que se puede revertir o reparar con intervenciones terapéuticas.

Por lo tanto, el afán de las terapias reparativas es que la persona homosexual entre en este proceso terapéutico y pueda convertirse en heterosexual. Como veremos en este breve artículo, estas premisas son falsas o al menos extremadamente dudosas.

A nivel histórico, las terapias reparativas tuvieron su apogeo absoluto en los 1910--‐1960 cuando reinaba en la clínica el modelo psicoanalítico. Muchos influyentes psicoanalistas se dieron a la tarea de trazar la etiología de la conducta homosexual a experiencias distorsionadas edipales, las cuales confundían a la persona en término de su identidad de género. El famoso psicoanalista Sandor Rado indicó que “la homosexualidad es un escape al miedo y resentimiento del órgano genital del sexo opuesto”. De aquí se origina la idea de que el varón homosexual le tiene pavor al órgano genital femenino, ya que piensa, a nivel inconsciente, que si introduce su pene en la vagina, ésta devorará su pene: la famosa vagina dentata. Hasta tan reciente como comienzos de las 1960s, el libro del psicoanalista Bieber, ganaría un importante premio por la American Psychiatric Association, en donde exponía su tesis de que el psicoanálisis es una herramienta poderosa para entender y modificar la homosexualidad. Decía Bieber: “La heterosexualidad es la norma biológica y a menos que ésta sea interferida, todos los individuos serían heterosexuales. Por lo tanto, todo homosexual es un ‘heterosexual latente’.”

Por su parte, en los 1970s, cuando las terapias conductuales tomaron auge, varios clínicos, entre ellos Feldman y McCullough comenzaron a ofrecer terapias aversivas eléctricas a los homosexuales, para convertirlos en heterosexuales. Gran parte de este escenario de furor therapeuticus tuvo un freno inmediato cuando en el 1973 la American Psychiatric Association determina que la evidencia no apoya que la homosexualidad es una patología mental. Al contrario, se determina que las personas homosexuales están ejerciendo su derecho de vivir de una manera diferente. Posterior a esta fecha, hay un declive marcado en continuar patologizando a los homosexuales y lesbianas, con la consabida reducción de enfoques terapéuticos malogrados. La American Psychological Association, la National Association of Social Workers, la American Academy of Pediatrics, la American Counseling Association, the American Medical Association, la Asociación de Psicología de Puerto Rico, entre muchas otras, han declarado de manera contundente que la homosexualidad no es un tipo de trastorno ni de desorden mental.

Sin embargo, en los 1990’s y hasta la actualidad, un pequeño grupo de profesionales de la salud mental, pero muy vociferantes por cierto, se han dado a la tarea de resucitar el tema de las terapias reparativas. La National Association for Research & Therapy of Homosexuality es la organización principal secular que promueve la idea de que la orientación sexual homosexual es un trastorno, que es una decisión escogida, y que puede cambiarse a través del esfuerzo. En estas intervenciones, hay grupos de apoyo religiosos en donde se habla de amenazas de perdición espiritual, y se invoca el poder de Dios para sanar. Se pueden practicar también exorcismo con la promesa de liberación; sanación interna por la oración, y la supuesta sanación de las heridas heterosexuales. El lector puede estar notando que diáfanamente, estas terapias son ofrecidas dentro de un manto pseudo-religioso.

La pregunta que nos concierne es: ¿Qué evidencia existe de que es tas modalidades reparativas logran su cometido? ¿Cuántas personas se convierten en heterosexuales? ¿Qué pasa con las personas que entran de lleno a estas intervenciones?

Afortunadamente, ya hay un cúmulo de estudios empíricos en donde se brinda contestación a estas preguntas. Podemos resaltar los siguientes hallazgos:

1‐ Hay estudios en donde el 0% (sí, cero) de las personas homosexuales logran el prometido cambio. En el mejor de los casos, un minúsculo por ciento (<5%) de personas alega haber cambiado su perspectiva de la homosexualidad (pero no sus deseos internos).

2- Hay un cúmulo de evidencia ya recopilada de que luego de estas intervenciones, que casi siempre son fallidas, las personas quedan más afectadas que antes, desarrollando así uno o más de los siguientes: depresión, ideación suicida frecuente, intentos suicidas, baja auto-estima, homofobia internalizada, disfunciones sexuales, odio a sus padres, pérdida de la espiritualidad, aislamiento social, vergüenza por ser gay/lesbiana, pérdida de su pareja, miedos irracionales de convertirse en un abusador de menores, dificultades en relaciones íntimas, entre otros.

3- Por lo tanto, y recopilando toda esta masa de evidencia, Cramer et al (2008) concluyen: “Basada en que la terapia de conversión no cumple ni siquiera los estándares mínimos de las Prácticas Psicológicas Basadas en la Evidencia, y tomando en cuenta la multiplicidad de reportes que indican daños psicológicos, nos parece que la terapia de conversión no sólo no posee una base empírica como una opción de tratamiento, sino que hay cuestionamientos serios sobre el racional ético de su uso.”

Si regresamos al comienzo de este artículo, recordaremos los cuatro parámetros de las PBE. A mi juicio, al menos en tres de ellos las terapias reparativas resultan ser un tipo de intervención, no sólo inefectiva, sino con la posibilidad de daño iatrogénico. En primer lugar, quien practica este tipo de terapia no se está basando en las guías actuales de tratamiento que ofrecen innumerables organización profesionales (ya mencionadas). Al contrario, la evidencia apunta a daños psicológicos. En segundo lugar, y tocando el aspecto social y cultural, nuestro papel proactivo con la población homosexual no debe ser inculcar culpas, miedos, vergüenzas y un lenguaje de patología y pecado. Al contrario, debe ser cónsone con un lenguaje de auto-afirmación, de liberación, de asertividad y de encuentro. En tercer lugar, el ofrecer terapias reparativas raya en una violación ética, en donde no se está poniendo el bienestar del/a cliente por encima de todo, y en donde se le está ofreciendo a la persona un servicio que en el mejor de los casos es inefectivo, y en el peor de ellos puede generar un deterioro emocional.

Cuando los clientes hacen pedidos inapropiados, a los/as psicólogos se nos requiere que proveamos un consentimiento informado sobre las opciones recomendadas por nuestra profesión y las guías profesionales publicadas. Nos urge entonces educar a nuestros clientes sobre lo que es una práctica científica, ética y apropiada. En este caso, las terapias reparativas o conversivas NO deben ser un ofrecimiento genuino ni viable para nuestros clientes. El sí hacerlo nos coloca en la poco envidiable posición de ofrecer un servicio anacrónico, basado en dogmas puritanos, y alejado totalmente de nuestra ciencia psicológica.

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Líderes más responsables y con más conciencia moral



En Positivo, 03 01 12, Servimedia-El Mundo

La solidaridad incrementa la inteligencia emocional de los directivos.

Los directivos que pasan algunos meses en países en vías de desarrollo, trabajando en proyectos humanitarios, se vuelven líderes más responsables. Esta es la principal conclusión que se desprende de un estudio realizado por Nicola Pless y Thomas Maak, profesores de Esade, y publicado en el ‘Journal Academy of Management Learning and Education’. Los autores del estudio indican que estar en contacto directo con situaciones relacionadas con la pobreza transforma profundamente el estilo de gestión de los líderes y mejora sustancialmente sus habilidades para el liderazgo una vez que regresan a su país.


En concreto, el 80% mejoraron en inteligencia emocional y ganaron en empatía, flexibilidad y sociabilidad.

Los investigadores han aplicado métodos cuantitativos y cualitativos para observar a todos los participantes del proyecto ‘Ulysses’, un programa de desarrollo del liderazgo que lleva a cabo PricewaterhouseCoopers y que implica enviar equipos de directivos a países en vías de desarrollo para trabajar con ONG, emprendedores sociales y organizaciones internacionales.
Los participantes en el programa se vieron envueltos en experiencias de trabajo en equipo y fueron retados a trasladar su conocimiento empresarial y su pericia a proyectos que tienen como objetivo reducir la pobreza, tratar los aspectos medioambientales y mejorar la salud de las personas.

En esta investigación han participado 70 directivos de empresas de EEUU, Centroamérica, Europa y sudeste asiático, que han participado durante un período de dos meses en proyectos solidarios en Namibia, Kenia y Camerún (ONG para la reducción del impacto social y económico del sida), Zambia (ONG de desarrollo agrícola), Madagascar (UNDP, proyecto de guía a emprendimiento empresarial), Eritrea (UNDP, prevención y recuperación minera) y en Ghana (ONG de atención a la salud mental).

Para el estudio del programa ‘Ulysses’ los investigadores han hecho entrevistas cualitativas y cuantitativas antes y después de sus viajes con parámetros científicos para observar los cambios en los conocimientos, valores y actitudes a nivel profesional y personal de los directivos que han participado.

Cambio de actitud


En todos los campos establecidos relevantes para un liderazgo global y responsable se percibe un incremento en los conocimientos o cambios de actitud respecto a la visión o manera de ver las cosas, hablar y comportarse antes de sus experiencias.

Casi todos los participantes, más del 90%, ganaron en conocimiento y consciencia sobre la situación mundial en temas sociales, sanitarios o medioambientales y se convirtieron también en más conscientes de la gran responsabilidad de los directivos de empresas en el mundo.

El 91% son más concientes del papel de las empresas en la sociedad y de la responsabilidad de sus líderes, y el 75% cambian su posición en estándares como la justicia social y distributiva. Además incrementaron su creencia en la importancia de valores como respeto, tolerancia, integridad u honestidad. Igualmente, se perciben importantes cambios en el comportamiento o actitud personal.

“Las observaciones indican que, a su regreso, todos los participantes en el programa ‘Ulysses’ se vuelven más responsables socialmente, más empáticos, más respetuosos, más tolerantes y, además, desarrollan una mayor conciencia de sus propios prejuicios y aprenden a posponer sus juicios”, indicó la investigadora de Esade Nicola Pless, experta en psicología organizativa y gestión de personas. “También desarrollan unas determinadas actitudes de liderazgo, como una conciencia moral, unos valores más fuertes y una mentalidad global”.

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Ser agradecido, una forma de aproximarse a la felicidad




Por Jorge Pandini, En positivo, 07 01 12, publicado originalmente en La Nación

Dar las gracias.

Todavía recuerdo la pregunta que me hacían de muy chico cada vez que recibía algo: “¿Qué se dice?” Obviamente, la respuesta era una sola: gracias. De tanto machacar, al mejor estilo de Pavlov, lograron que el gracias saliera de mi boca sin necesidad de recordatorios.


Esa fórmula, que con el tiempo yo mismo repetiría con mis hijos, es la que desde hace muchísimos años se aplica en hogares de todo el mundo.

Por favor y gracias son palabras que abren muchas puertas y, por lo general, predisponen mejor a quienes interactúan con nosotros.

En la vereda de enfrente, ser desagradecido es uno de los defectos que suelen marcarse con más dureza en la personalidad de una persona. Una frase atribuida a Henry Ward Beecher dice que “el corazón desagradecido no halla perdón ni misericordia, pero el corazón agradecido encontrará algunas bendiciones celestiales cada hora”.

Siempre ligada a las buenas costumbres o al ámbito de la religión, la acción de dar las gracias fue puesta bajo la lupa científica de la psicología. Y, ¡oh sorpresa!, se descubrió que ser agradecido no sólo nos permite gozar de mejores vínculos interpersonales y de una mirada más cordial de los otros sino que es parte importante de nuestro pasaporte al bienestar y a la felicidad.

Desde los 90, varios psicólogos entendieron que además de poner foco en el trauma, los complejos o los desórdenes, también era necesario prestar atención a los aspectos saludables de los pacientes. Así, de la mano de Martin Seligman, de la Universidad de Pensilvania, y de otros colaboradores, surgió lo que conocemos como psicología positiva.


De las emociones positivas, hay una en la que el doctor Robert Emmons, del Departamento de Psicología de la Universidad de California, se concentró especialmente: la gratitud.
Como resultado de sus investigaciones Emmons llegó a la conclusión de que practicar la gratitud aumenta nuestros niveles de felicidad, que el agradecimiento se puede ejercitar y que además ayuda a mejorar otros aspectos de nuestra salud, como un mejor dormir. Emmons publicó en 2004 el libro Psicología de la Gratitud, volcando allí el resultado de sus investigaciones.

Dicen que los refranes populares siempre esconden alguna verdad. Y aquí parece tener cabida el que afirma que “el dinero no compra la felicidad”. En efecto, se demostró que una vez que las personas tienen sus necesidades básicas satisfechas, aumentar su fortuna personal o sus bienes no guarda relación directa con un mayor bienestar emocional.


En otras palabras, no se es más feliz si se tiene más dinero.

En ese sentido, la psicología moderna no tiene dudas al respecto ya que los estudios realizados en personas de distintos países y edades han demostrado que la salud, la familia y el amor son aspectos que ocupan el primer puesto a la hora de preguntar qué los hace felices.


Al mismo tiempo, las personas agradecidas por lo que tienen son menos propensas a sufrir estrés, envidia y frustraciones, emociones ciertamente dañinas para la salud. Son de esa clase de gente de la que se dice “que saben disfrutar lo que tienen”.

Los investigadores concuerdan en algo: ser agradecido significa reconocer que hay gante involucrada en nuestra vida y las cosas que nos pasan.

Quien cree que todo lo bueno que le sucede es por sus propios méritos difícilmente pueda sentirse agradecido con otros. Además, están quienes creen que tienen derechos sobre los demás, que las leyes rigen para los otros y no para ellos, que el mundo está obligado a darles todo lo que necesitan; los que se creen autosuficientes y son arrogantes. Más tarde o más temprano la vida se ocupa de demostrarles lo equivocados que están.

Y en esto tienen mucho que ver las experiencias de vida tempranas y la manera en que somos educados.

Si somos reconocidos es fácil reconocer; si nos enseñan a compartir, es más fácil dar, recibir, y poder decir gracias.

Sin confusión


Pero los investigadores advierten con énfasis que no hay que confundir agradecimiento con dependencia o conformismo. Son cosas distintas.

El agradecido es quien reconoce lo que otras personas han hecho por él. Es quien admite que las acciones de otro han mejorado algo de su vida.


Y aquí no hay cuestiones de magnitudes: no importa si nos prestaron el teléfono para una llamada o nos ayudaron a apagar un fuego incipiente en nuestra casa. Basta con decir gracias para que el otro reciba ese reconocimiento de nuestra parte, es la mejor manera de decirle que valoramos lo que hizo. Al mismo tiempo, ese gesto nos ayuda a sentirnos bien y a estar mejor con nosotros mismos.

¿Y qué pasa con los que les cuesta decir gracias? La buena noticia es que este método se puede desarrollar y la gente se puede “entrenar” para ser agradecida. Esta modalidad de fortalecer las emociones positivas y su aporte a la salud tiene un amplio reconocimiento científico.


La psicología le dio un marco de rigor académico a lo que la sabiduría popular sostuvo durante siglos y a lo que desde siempre practican quienes profesan una religión y dan gracias a Dios.
Ser agradecido no sólo es un gesto de buena convivencia, es también muy importante para nuestra salud física y emocional, y para ser más felices.

Y a decir verdad, no encuentro mejor manera de terminan esta nota que darle las gracias por haberla leído.

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LÓGICA


Un niño fue golpeado por la vecina y la madre furiosa fue a pedirle explicaciones:

- ¿Por qué le pegó a mi hijo?
- Por maleducado. Me llamó gorda.
- ¿Y cree que pegándole va a adelgazar?

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CONFESIÓN


El condenado a muerte espera la hora de ejecución, cuando llega el sacerdote:

- Hijo, traigo la palabra de Dios para ti.
- Pierde el tiempo Padre. Dentro de poco voy a hablar con Él personalmente. ¿Algún encargo?

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Pequeña gran obra de arte.






Este excelente vídeo es diseño del galardonado musico japones Kitaro Matsuri. La parte final de los oseznos con su madre fue filmada aproximadamente a 2 kilómetros de distancia. Recomendamos sus multiples videos en Youtube.



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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).

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