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lunes, julio 23, 2012

Noticias del Frente Multicolor 114

POR LOS DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA MUJER
POR LA IGUALAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES




Por: XahOlg

Vengo desde el ayer / desde el pasado oscuro y olvidado / con las manos atadas por el tiempo / con la boca sellada desde épocas remotas.

Vengo cargada de dolores antiguos, / recogidos por siglos, arrastrando / cadenas largas e indestructibles.

Vengo desde la oscuridad, / del pozo del olvido / con el silencio a cuestas, / con el miedo ancestral / que ha corroído mi alma / desde el principio de los tiempos.

Vengo de ser esclava por milenios, / esclava de maneras diferentes: / sometida al deseo de mi raptor en Persia, / esclavizada en Grecia bajo el poder romano, / convertida en vestal en las tierras de Egipto, / ofrecida a los dioses en ritos milenarios / vendida en el desierto / o canjeada como una mercancía.

Vengo de ser apedreada por adúltera / en las calles de Jerusalén / por una turba de hipócritas, / pecadores de todas las especies / que clamaban al cielo mi castigo.

He sido mutilada en muchos pueblos / para privar mi cuerpo de placeres / y convertida en animal de carga, / trabajadora y paridora de la especie.

Me han violado sin límite / en todos los rincones del planeta / sin que cuente mi edad madura o tierna / o importe mi color o mi estatura.

Debí servir ayer a los señores, / prestarme a sus deseos, / entregarme, donarme, destruirme, / olvidarme de ser una entre miles.

He sido barragana de un señor en Castilla, / esposa de un marqués / y concubina de un comerciante griego, / prostituta en Bombay y en Filipinas / y siempre ha sido igual mi tratamiento.

De unos y de otros siempre esclava, / de unos y de otros dependiente, / menor de edad en todos los asuntos, / invisible en la historia más lejana / y olvidada en la historia más reciente.

Yo no tuve la luz del alfabeto. / Durante largos siglos / aboné con mis lágrimas / la tierra que debí cultivar / desde mi infancia.

He recorrido el mundo / en millares de vidas / que me han sido entregadas / una a una.

Y he conocido / a todos los hombres del planeta. / Los grandes y pequeños, / los bravos y cobardes, / los viles, los honestos, / los buenos, los terribles.

Mas casi todos llevan / la marca de los tiempos. / Unos manejan vidas / como amos y señores, / asfixian, aprisionan y aniquilan.

Otros dejan almas / comercian con ideas, / asustan o seducen, / manipulan y oprimen.

Yo los conozco a todos, / estuve cerca de unos y de otros, / sirviendo cada día, / recogiendo migajas, / bajando la cerviz a cada paso, / cumpliendo con mi karma.

He recorrido todos los caminos / he arañado paredes y ensayado silencios / tratando de cumplir con el mandato / de ser como ellos quieren / mas no lo he conseguido.

Jamás se permitió que yo escogiera / el rumbo de mi vida. / He caminado siempre en una disyuntiva / ser santa o prostituta.

He conocido el odio de los inquisidores / que a nombre de la santa madre iglesia / condenaron mi cuerpo a su servicio / y a las infames llamas de la hoguera.

Me han llamado de múltiples maneras: / bruja, loca, adivina, pervertida, / aliada de satán, / esclava de la carne, / seductora, ninfómana, / culpable de los males de la tierra.

Pero seguí viviendo, arando, / cosechando, cosiendo, / construyendo, cocinando, tejiendo, / curando, protegiendo, pariendo, / criando, amamantando, cuidando / y sobre todo amando.

He poblado la tierra de amos y de esclavos, / de ricos y mendigos, de genios y de idiotas, / pero todos tuvieron el calor de mi vientre, / mi sangre y su alimento / y se llevaron un poco de mi vida.

Logré sobrevivir a la conquista / brutal y despiadada de Castilla / en las tierras de América / pero perdí mis dioses y mi tierra / y mi vientre parió gente mestiza / después que el amo / me tomó por la fuerza.

Y en este continente mancillado / proseguí mi existencia / cargada de dolores cotidianos, / negra y esclava en medio de la hacienda / me vi obligada a recibir al amo / cuantas veces quisiera / sin poder expresar ninguna queja.

Después fui costurera, / campesina, / sirvienta, / labradora, / madre de muchos hijos miserables, / vendedora ambulante, curandera, / cuidadora de niños o de ancianos, / artesana de manos prodigiosas, / tejedora, / bordadora, / obrera, / maestra, / secretaria, enfermera.

Siempre sirviendo a todos, / convertida en abeja o sementera / cumpliendo las tareas más ingratas / moldeada como cántaro por las manos ajenas.

Y un día me dolí de mis angustias / un día me cansé de mis trajines, / abandoné el desierto y el océano, / bajé de la montaña, / atravesé las selvas y confines / y convertí mi voz dulce y tranquila, / en bocina del viento / en grito universal y enloquecido.

Y convoqué a la viuda, a la casada, / a la mujer del pueblo, a la soltera, / a la madre angustiada, a la fea, / a la recién parida, a la violada, / a la triste, a la callada, a la hermosa, / a la pobre, a la afligida, a la ignorante, / a la fiel, a la engañada, a la prostituida.

Vinieron miles de mujeres juntas / a escuchar mis arengas, / se habló de los dolores milenarios, / de las largas cadenas / que los siglos nos cargaron a cuestas.

Y formamos con todas nuestras quejas / un caudaloso río / que empezó a recorrer el universo / ahogando la injusticia y el olvido.

El mundo se quedó paralizado / los hombres y mujeres no caminaron / se pararon las máquinas, los tornos, / los grandes edificios y las fábricas / ministerios y hoteles, talleres y oficinas, / hospitales y tiendas, hogares y cocinas.

Las mujeres, por fin, lo descubrimos. / ¡Somos tan poderosas como ellos / y somos muchas más sobre la tierra! / ¡Más que el silencio y más que el sufrimiento! / ¡Más que la infamia y más que la miseria!

Que este canto resuene / en las lejanas tierras de Indochina / en las arenas cálidas del África, / en Alaska y América Latina, / llamando a la igualdad entre los géneros / a construir un mundo solidario / –distinto, horizontal, sin poderíos / a conjugar ternura, paz y vida, / a beber de la ciencia sin distingos.

A derrotar el odio y los prejuicios, / el poder de unos pocos, / las mezquinas fronteras, / a amasar con las manos de ambos sexos / el pan de la existencia.

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CONGOLEÑAS SUFREN BAJO PESADA CARGA





POR BORYANA DZHAMBAZOVA y PAULIN BASHENGEZI, New York Times, 8 de julio 2012

BukaVu, República Democrática del Congo — Cerca de las 6.00 horas, Cesarine Maninga ata un costal de 50 kilos de carbón a su espalda y camina penosamente hacia Bukavu, capital de la provincia de kivu del Sur, en el este de Congo. Maninga, de 43 años, es tan solo una de cientos de mujeres que realizan esta labor cada día, al cargar bultos de hasta 100 kilos por distancias cortas. Esta mañana, espera vender makala, carbón seco que se usa para calefacción y para cocinar. Caminará casi 10 kilómetros con su carga, recorrido que hace al menos dos veces por semana.

“No tengo opción”, dijo, con amarga resignación. “Tengo que alimentar a mi familia”, 11 hijos y un esposo desempleado. Ver a mujeres como Maninga es común en Bukavu: son caballos de carga humanos.

Varios estudios internacionales han calificado al Congo como el peor lugar del mundo para ser mujer.

De acuerdo con una investigación publicada en la revista American Journal of Public Health, el año pasado, 48 mujeres congoleñas son violadas cada hora.

Durante años, diferentes milicias y grupos rebeldes han utilizado la violación como un arma para destruir comunidades.

En todo el este de Congo durante años de guerra, las mujeres han adquirido un peso adicional: trasladar cargas pesadas. Los caballos, los burros y los camiones son demasiado caros, aseguran los residentes.

Los caminos, si es que los hay, son casi intransitables, salvo a pie. En la ciudad, las cargadoras trasladan bienes entre el puerto a orillas del lago y el mercado, y hacen entregas para compradores acomodados. Transportan yucas y plátanos; caña de azúcar y harina; carbón, arena y leña.

Cada mujer carga cientos de kilos por semana. No hay pausas para comer o descansar, solo más kilómetros para caminar a cambio de US$1 o US$2 diarios, apenas suficiente para una medida de harina o arroz.

En esta región, donde la guerra en los años 1990 diezmó la poca industria y agricultura, los alimentos son transportados en gran medida desde otros lugares, y por lo tanto son relativamente caros.

Y fueron los años de guerra, cuando los hombres murieron o regresaron a no encontrar trabajo, que le dieron al este de Congo sus legiones de cargadoras.

Entre 4 y 5 millones de personas murieron en el derramamiento de sangre y por enfermedad y hambre; muchos hombres combatían fuera de la región. Incluso después de que los varones sobrevivientes regresaron, las mujeres continuaron cargando bultos para alimentar a sus familias.

Aunque la tasa de alfabetismo en Congo ronda el 67 por ciento de la población adulta, según la Unesco, muchas niñas no van a la escuela porque sus padres luchan para pagar las cuotas escolares. Además, las mujeres son poco representadas en las instituciones políticas.

Eso está lentamente en proceso de cambiar al país, pero no con la suficiente rapidez para las activistas.

“Desafortunadamente, se ha convertido en una moda en la República Democrática del Congo”, señaló Solange Lwashiga, secretaria ejecutiva de un grupo no gubernamental local, la Asociación para la Paz de Mujeres Congoleñas del Sur de Kivu. “Las mujeres han reemplazado a las máquinas y han reemplazado a los vehículos”.

Esperance Lubondo, propietaria de barcos que llevan bienes al puerto de Bukavu, se cansó de ver a las mujeres que se aglomeraban para descargar sus naves. “Esta labor es tan deshumanizadora”, dijo. Fundó una Asociación de Cargadoras para mejorar sus condiciones.

Financiado por donadores y minúsculas contribuciones de los miembros, el grupo ofrece a las integrantes micropréstamos de entre US$50 y US$100 para que puedan abandonar el oficio de cargadoras y traten de desarrollar otra manera de ganarse un exiguo sustento.

Stella Yanda, quien encabeza un grupo no gubernamental llamado Initiatives Alpha, afirmó que esto también ayudaría a poner fin a lo que considera una doble discriminación.

Los hombres son mejor pagados que las mujeres por la misma cantidad de artículos”, comentó. Yanda y Lwashiga también quieren ver una ley que limite el peso permitido de los bultos a 50 kilos.

Llevar cargas pesadas inevitablemente afecta la salud de las mujeres, desde dolor muscular y calambres hasta fuertes dolores de espalda y cuello o incluso daño cerebral a causa de las cuerdas atadas alrededor de la frente para distribuir el peso.

Maninga vuelve a casa agotada. Se queja de constantes dolores de cabeza y espalda; una vez se fracturó el brazo cuando cargaba un fardo. “A veces cargo esta bolsa sin comer nada, y cuando me la quito me siento mareada”, dijo, pero agregó, “estoy acostumbrada a ello, y no puedo parar”.

Lwashiga está de acuerdo. “No creo que este oficio desaparezca pronto, a menos de que tengamos a mujeres en niveles de toma de decisiones”, indicó.

Maninga ganará unos US$3 por su carga de carbón, pero debe aguardar varios días para que le paguen. Hasta que reciba la suma completa, no puede comprar una nueva carga para vender. Cuando no logra vender su bulto, tiene que llevarlo de vuelta a su choza en las montañas.

Ahora debe esperar su próximo cargamento. Hay muy poco para comer en casa, y tiene bocas que alimentar. La parte más difícil de su día aún no ha llegado: crear algo casi de la nada.

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MUJER Y SOLA EN IRÁN
SOLTERAS COMIENZAN A LOGRAR MÁS ACEPTACIÓN





POR THOMAS ERDBRINK, New York Times, 8 de julio 2012

Cuando Shoukoufeh, una estudiante de literatura inglesa de una ciudad apartada, se dispuso a alquilar un apartamento en la capital, hizo antes una escala en una joyería y eligió una alianza de boda de US$5.

Habituada a mentir para cumplir con la etiqueta de la sociedad iraní, donde tradicionalmente se espera que las mujeres vivan con los padres o con el marido, la joven de 24 años exhibía su argolla de oro ante los productores inmobiliarios y los propietarios que, de lo contrario, se mostrarían renuentes a alquilarle un apartamento a una mujer sola.

“Para ellos y para los vecinos, mi compañera de apartamento y yo somos dos mujeres casadas que momentáneamente no vivimos con nuestros maridos para terminar los estudios”, explicó. “En realidad, ambas somos solteras”. No hay estadísticas oficiales sobre la cantidad de mujeres que viven solas en las grandes ciudades de Irán.

Pero tanto profesores universitarios como agentes de bienes raíces, familias y muchas mujeres jóvenes dicen que un fenómeno que era extremadamente raro hace diez años se está haciendo más habitual, impulsado por una constante ola de mujeres que ingresan a universidades y un marcado aumento de los divorcios.

El cambio hace que religiosos y políticos se encuentren ante una generación de mujeres jóvenes que hacen una vida independiente en una sociedad tradicionalista, lejos de la guía de padres y esposos. En la desesperación por frenar la tendencia, el gobierno lanzó una campaña destinada a impulsar casamientos rápidos y baratos.

Sin embargo, los especialistas dicen que resultó contraproducente porque abarató una institución profundamente arraigada en la antigua cultura iraní. Eso ha llevado a las mujeres jóvenes a desarrollar estrategias para arreglárselas solas en una sociedad donde los códigos sociales suelen basarse en un profundo recelo por la sexualidad femenina.

Shoukoufeh, que no quiso dar su nombre completo por temor a perder el alquiler, dijo que cada vez que camina por el pasillo hay ojos que la espían por las puertas entre abiertas. Agregó, sin embargo, que extrae fuerzas del afecto de sus padres, que apoyan su decisión de vivir sola.

“Saben que quiero ser independiente”, dijo con decisión. “Entienden que los tiempos han cambiado”. En un pasado no muy lejano, las mujeres solteras tenían que soportar una fuerte estigmatización social, dado que se sospechaba que tenían una moral laxa o se las despreciaba por considerárselas solteronas que no desempeñaban su papel en la vida.

Pero eso está cambiando en las grandes ciudades, en buena medida debido a la gran cantidad de mujeres solteras, pero también como consecuencia de la televisión satelital, los medios sociales y los viajes baratos al extranjero, todo lo cual, dicen muchas iraníes, ha contribuido a un cambio de actitud.

La matriculación universitaria ha experimentado un marcado crecimiento en Irán en la última década, y las mujeres constituyen ahora casi el 60 por ciento del alumnado. Luego de ampliar sus horizontes en 4 años de universidad, a muchas les cuesta encontrar un marido al que consideren su igual. En el mismo período los divorcios aumentaron un 135 por ciento, lo que obliga a la sociedad, si no a sus autoridades, a comenzar a aceptar a las mujeres solas.

“Muchas de mis amigas, sobre todo las que llegaron de ciudades chicas para estudiar en Teherán, viven solas”, señaló Shoukofeh. La vida en la gran ciudad, con sus oportunidades y libertades, ha generado nuevas ambiciones, declaró. “Cuando mi madre era joven, encontrar marido y tener hijos era la única medida de éxito”, afirmó Shoukoufeh, que planea abandonar Irán para continuar sus estudios.

“Ahora –por lo menos para mí es el factor menos importante”. Para quienes están en el poder, que impulsan la maternidad como una virtud sagrada pero también consideran que la educación superior es una ambición nacional, el matrimonio es la única solución para la creciente cantidad de mujeres solteras. “La gente joven que no se casa está desnuda, ya que el matrimonio es como una vestimenta divina que la cubre”, dijo el mes pasado un importante ayatolá, Kasem Saddighi.

La sociedad iraní aún difiere mucho de numerosos países occidentales, donde cada vez más se piensa que el matrimonio y la maternidad son optativos. Las ceremonias de boda tradicionales son elaboradas y caras en Irán, lo cual dificulta el matrimonio para muchos solteros –hombres y mujeres-, incluso si quieren casarse. “Esa actitud hace que los matrimonios se disuelvan con tanta facilidad como se celebran”.

En el pasado, las mujeres divorciadas se veían condenadas a vivir en soledad, ocultas en la casa de sus padres, donde la sociedad esperaba que permanecieran. Sin embargo, el incremento de los matrimonios disueltos y el mayor ingreso que supone un título universitario permiten que muchas mujeres redefinan el éxito.

“Para mi sorpresa, mis padres también querían que viviera sola”, dijo Nazanin, de 35 años. Su ingreso como gerente de una empresa de cosméticos le permitió alquilar un apartamento luego de abandonar a un marido drogadicto. “Creo en Dios”, afirmó. “Él quiso esto para mí. Mi vida sola es mucho mejor.”

En su trabajo todos están divorciados, señaló Nazanin, que no quiso mencionar su apellido. Hace poco se mudó a un edificio donde todos tienen más de 30 años y están solos. “La sociedad no tiene más remedio que aceptarnos”, dijo. “Espero que el Estado haga lo mismo.”


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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).

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