Esquivel. ‘La dominación comienza por la cultura’ (fragmento)
El Premio Nobel de la Paz , el argentino Adolfo Pérez Esquivel, afirmó
que para lograr el equilibrio del mundo es necesario que los pueblos se
conozcan en profundidad para continuar adelante en el camino de la liberación.
Durante una intervención especial este martes en la III Conferencia
Internacional por el Equilibrio del Mundo, evento que reúne
en esta capital a más de 800 delegados de unos 40 países, el intelectual
destacó el valor de preservar la cultura, la identidad y el pensamiento propio
de las naciones.
La dominación no comienza por lo económico sino por
lo cultural, señaló, y hoy se nos impone el monocultivo de las mentes como
manera de llevarnos a perder la identidad y los valores de nuestros pueblos,
todo ello mediante la masificación.
Para enfrentar esa situación, Pérez Esquivel se
refirió a la importancia de la memoria histórica "no para quedarnos en el
pasado sino para iluminarnos el presente, que es cuando debemos continuar
sembrando nuestro camino”.
También abordó la necesidad de fortalecer la unidad
para hacer frente a la avalancha recolonizadora que se viene encima a países
que no son pobres, de acuerdo con el defensor de los derechos humanos:
"son pueblos que se han empobrecido a causa del saqueo al que han sido
sometidos”.
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Europa relega su cultura
Por: Rafael Argullol, El País, 04 02 2013
Fuente: http://elpais.com/elpais/2013/01/17/opinion/1358431678_706569.html
Inmediatamente después de la
caída del Muro de Berlín, en 1989, y antes de que fuera objeto de un gran
concierto público oficial, la Novena Sinfonía de Beethoven se convirtió
en la música favorita de muchos manifestantes, del este y el oeste de la ciudad. Los presentes
en aquel colosal acto de demolición de fronteras cantaban fragmentos de la
parte coral, la Oda
a la Alegría ,
basada en el poema de Schiller, entendiendo, quizá, que no había palabras más
idóneas para el momento y que unieran tanto a los que durante décadas habían
sido obligados a permanecer separados. Aquellas imágenes y aquellos cantos
tenían un hondo simbolismo, no solo para Berlín sino para toda Europa, y
parecían confirmar que el gran arte —en este caso una obra de Beethoven— acudía
al rescate del hombre europeo tras el último y más brutal de sus naufragios. Para
eso, en última instancia, servía el arte, y eso era lo que cabía esperar de los
textos de Dante , Shakespeare o
Cervantes, de las composiciones de Bach, Mozart o Shostakovich, de las pinturas
de Leonardo, Rembrandt o Cézanne.
Eso pareció, todavía, entonces. Sin embargo, más de dos décadas después, aquellos manifestantes cantando a Beethoven forman parte de un espejismo. Tal vez, en aquellos días demasiado esperanzadores, fuesen ya un espejismo. Se pensó que Europa saldría reforzada con la conclusión de
Basta, en la superficie, comprobar cómo la cultura europea ha desaparecido, prácticamente, de la vida pública. En los discursos y controversias de los dirigentes políticos esta ausencia es cada vez más radical, poniendo de manifiesto la extrema mediocridad de la mayoría de ellos pero también la falta de exigencia de los ciudadanos a este respecto. En sus buenos tiempos —no hace mucho— Berlusconi tuvo un ministro que riñó a los periodistas que le hablaban de cultura con el argumento de que
No obstante, las carencias en la vida pública serían menos decisivas si la cultura —el alma— europea se manifestara, viva, en el interior del organismo social. Ahí es donde la paradoja se hace más sangrante puesto que la cultura europea es, en realidad, el único espacio mental que justifica la edificación de Europa. Sin la cultura europea, lo que llamamos Europa es un territorio hueco, falso o directamente muerto, un escenario que, alternativamente, aparece a nuestros ojos como un balneario o como un casino, cuando no, sin disimulos, como un cementerio.
Y ese es un peligro incluso mayor que el de la crisis económica, pues puede provocar una indefensión absoluta: nadie cantará a Beethoven, o a Schiller, porque nadie recordará que el arte es aquello que consuela cuando existen muros y aquello que enaltece cuando se destruyen fronteras. En consecuencia, nadie sabrá, tampoco, que eso que llamamos cultura, a
Hace poco recibí una lección inolvidable al respecto. Formé parte del jurado que tenía que decidir unas prestigiosas becas. La selección era rigurosa, y los candidatos, de acuerdo con las referencias, sobresalientes. Sin duda estaban técnicamente muy preparados. Sin embargo, en sus exposiciones orales casi ninguno de estos candidatos citó a un escritor, a un artista, a un científico, a un filósofo. No se aludió a cuadros, a textos literarios, a tratados de física. La pregunta es: ¿de qué hablaban y a qué aspiraban los candidatos? Aspiraban, naturalmente, a triunfar en sus campos respectivos, y para ello hablaban de programas informáticos, técnicas de evaluación, metacursos, procesos logísticos. Creo que todos los miembros del jurado esperábamos que esto fuese solo la metodología y que al final asomaría algo verdaderamente sustancioso. Pero no. Para estos sobresalientes candidatos el tratamiento de la cultura era exactamente igual al tratamiento que otorgaban a la sociedad sus colegas, también sobresalientes, de una escuela de negocios. La economía no estaba sometida a la libertad, sino la libertad a la economía.
Si no pecamos de ingenuos ya sabemos que siempre ha sido así. No obstante, la resistencia a esta percepción ha sido, igualmente, un motor esencial en el desarrollo de la cultura europea, tal como lo reflejan los ideales humanistas e ilustrados, cíclicamente asumidos, tras su original enunciación en
Y, sin embargo, aparentemente, esta renuncia se erige en un signo de la época, a juzgar por nuestra vida pública y nuestra educación. Lo que hasta hace relativamente poco se consideraba en Europa cultura se ha transformado en arqueología, con el riesgo de que
Mientras tanto en
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Cuando despertó, La Bestia seguía su marcha (fragmento)
Testimonio de un joven hondureño, amputado por el tren (la bestia)
en el que emigran miles a Norteamérica. Deportaciones, amputaciones, muertes y
violaciones en un itinerario salvaje hacia los Estados Unidos.
Migrantes centroamericanos en el tren La Bestia, Mexico
Autor: Alejandra Gutiérrez Valdizán, Solidaridad.net, 2013 01 31
Tenía 17 y se le había metido en la cabeza que debía irse a
Estados Unidos, sólo allí, en el norte, veía la solución. Ya había
hecho un intento a los 16; ahora confiaba en que lo lograría. Tomó todas las
precauciones, logró sobrevivir a los asaltos, las carreras por tomar el tren.
Fue testigo de las tragedias de otros, y casi logró salir indemne. José Luis Fernández
nunca imaginó que sería un desmayo provocado por el calor, el que le truncaría
los sueños y el cuerpo.
El joven hondureño, músico, guitarrista y bajista, perdió el
conocimiento y cayó en los rieles del tren. Pasó dos años en hospitales
mexicanos, entre cirugías y terapias de rehabilitación. Él sintió como si
fueran 20. Si no es por los vecinos de Delicias, en Ciudad Juárez, el poblado
más cercano al sitio donde José Luis Fernández dejó su cuerpo en piezas,
hubiera sido deportado aún con las heridas abiertas. Fueron esos seres
anónimos, los que buscaron ayuda para que recibiera atención médica y le
pudieran dar la prótesis de la pierna.
¿Cómo llega a formarse un colectivo de discapacitados por la
migración?
Cofamipro es una organización de madres buscando a sus hijos
desaparecidos. Ellas se dieron cuenta que existían personas como nosotros y se
interesaron incondicionalmente y nos fueron a buscar a nuestras casas y
apareció uno y otro, luego otro, el caso que nos dimos cuenta que en la ciudad
habíamos 30 personas como yo.
Ellas decidieron que nos uniéramos, que nos organizáramos, siempre
nos dan el acompañamiento. Somos muchos con nuestra propia lucha, estamos
tratando de salir adelante con proyectos, como por ejemplo, plan de vivienda,
seguridad alimentaria. Un compañero que tienen nueve hijos, nos gustaría que
hubiera becas para los niños.
Analizo esto de las migraciones, en Honduras, por ejemplo, al año
son 2.400 millones de dólares en remesas, son la columna de la economía del
país. Miles de familias se mantienen gracias a esas remesas que mandan. Casi
dos millones de hondureños están en Estados Unidos y que igual que nosotros han
emprendido ese viaje. Yo le digo a mis compañeros que esto es como la guerra y
en la guerra hay hombres caídos, en nuestro caso, nuestra guerra es la pobreza
y la falta de oportunidades y el desempleo, es una situación forzada, en la
guerra siempre hay caídos y lamentablemente los caídos en esta ocasión somos
nosotros.
Lo justo sería que el gobierno nos apoye, al menos en planes de
vivienda o de seguridad alimentaria, porque justo por eso nos fuimos, por no
tener ni siquiera una casa donde vivir. La meta o el propósito por lo que uno
migra es por una necesidad. Lamentablemente a muchos esa ilusión o ese sueño se
nos convierte en una pesadilla. Calculamos que en Honduras hay unas 600
personas discapacitadas por la migración.
Y además de los peligros del crimen organizado, está el del tren.
El último tren al que subí fue uno de Torreón a Juárez. La noche
antes estaba bajo un puente, íbamos tres, estábamos acampando, llegó un señor y
nos llevó a su casa y nos dio comida y donde dormir. Habíamos comido bien, dormido
bien y al siguiente día a las seis de la mañana tomamos el tren en un lugar que
se llama Delicias. Yo iba en la parte donde van acoplados los vagones, en una
como gradita, iba sentado y no aguantaba mis pies, me estaban apretando los
zapatos, se me hincharon los pies de tanto que había caminado y en esas estaba,
cuando de repente quedé en oscuras y me caí. Fue como un desmayo, imagínese, yo
me cuidé para no dormirme, para que no me vieran los de migración, para que no
me asaltaran, pero jamás pensé que me iba a desmayar y más en el calor
insoportable que hace en Chihuahua y que tenía días sin comer, debido a eso fue
el desmayo y me caí.
El tren me jaló y el mismo golpe me despertó, caí embrocado, el
tren me cortó una pierna y yo del dolor quise agarrar mi pierna con mi brazo y
también me agarró el brazo y quise sacar mi brazo, con mi otra mano y también
me arrancó la otra mano y pues en ese momento lo único que quería era morirme,
porque ni siquiera perdí el conocimiento y ni siquiera pude tirarme a que me
matara el tren porque no podía ya moverme. Pasaron los vagones y los amigos con
los que iba no pudieron hacer nada, porque ni se dieron cuenta de que me caí,
por el ruido insoportable que hace el tren. Ellos más delante notaron que yo no
estaba y pues me buscaron entre los vagones y miraron adentro del tren y lo que
vieron fueron unas manchas de sangre y pensaron que yo me había muerto. Lo que
hicieron es que se entregaron a migración en Juárez y les comentaron que me
había caído y que el tren me había matado en tal parte. Los agarraron y los
mandaron para su lugar de origen, eran un guatemalteco y un hondureño.
Cuando pasaron los vagones, pude sentarme y miraba mi pierna y mis
brazos deshechos y cómo había quedado, me decía: “qué barbaridad, cómo me pudo
pasar esto a mí, tanto que me cuidé y cómo es posible…”. Y andaba un señor
allí, que iba pasando, se dio cuenta y enseguida llamó a la Cruz Roja. Es un
milagro de Dios que yo esté con vida, porque lo que me pasó, es para que
estuviera muerto. En el hospital lo que hacía era llorar y llorar, como los
niños. Pensaba en mi familia, me fui con la ilusión de ayudarlos a ellos y que
iba a ser una posibilidad y no una carga para ellos, era muy dolorosa esa
situación. Pensaba en mi papá que me decían “José Luis no te vayas porque te
puede pasar algo”, eso me destrozaba mi corazón… esa es la dura realidad de la
migración, que no sólo afecta a uno, sino que a toda la familia y a tantas
personas.
La migración y sus tragedias no se detienen.
Lamentablemente la gente sigue migrando, son miles y miles todos
los días y sigue cayendo gente del tren. Unos dicen: “prefiero morir en el
camino, que morirme aquí de miseria”. Cuando mataron a las 72 personas en
Tamaulipas, fuimos con unos amigos a unos buses donde viajaban migrantes de
Honduras y esa misma semana seguía yendo más gente, yo le preguntaba a un
amigo: “¿Qué es lo que tiene que pasar para que la gente deje de migrar? Si no
lo les da miedo esto, no sé que más tiene que pasar”. Les digo a los jóvenes
“No se vayan para Estados Unidos, pueden salir adelante en su propio país”, y
me responden: “¿En dónde encuentra uno trabajo, pues?”. Entonces como que me
noquean y no encuentro qué decir.
En mi país hay un montón de jóvenes sanos y fuertes y que no
trabajan porque no encuentran trabajo. Las personas de las aldeas, de las
comunidades, migran a la ciudad porque creen que aquí van a encontrar trabajo,
abandonan sus tierras y llegan a la ciudad y encuentran que no hay trabajo y no
les queda más que migrar a Estados Unidos, y lamentablemente unos van a
fracasar en ese intento de poder superarse.
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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).
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