Río de las Amazonas
Por Luísa de Paiva Boléo
mariadafonte@hotmail.com
Traducción al español:
Nicolás López Molina
niclomo145@hotmail.com
Es posible que el mayor río de América del Sur haya sido parcialmente navegado por portugueses al comienzo del siglo XVI, pero fue Vicente Pinzón (hermano de Martín Pinzón, que comandó la carabela Pinta en el primer viaje de Colón) quien, en 1499 o 1500 habrá, por primera vez, llegado a la embocadura del gran río, al que puso el nombre de “mar dulce”, pensando que se trataba de un mar.
Sin embargo, en la actualidad se admite que fue el español Francisco de Orellana quien lo habría “descubierto” en febrero de 1542. Este navegante formaba parte de la expedición comandada por Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador de Perú -Francisco Pizarro- que había salido de Quito, en la Navidad de 1541, con el objetivo de atravesar los Andes, en busca de Eldorado. Gonzalo Pizarro mandó a Orellana al frente de un grupo de hombres en busca de provisiones suficientes para poder atravesar el inhóspito territorio transandino. No obstante, como Orellana no regresó en los doce días convenidos, Gonzalo Pizarro, creyéndolo muerto o desaparecido, regresó a Quito.
Fray Gaspar de Carvajal, que acompañó a Francisco de Orellana en esa fabulosa aventura, nos relata lo sucedido. La expedición, en febrero de 1542, hizo una parada junto al Río Napo (Ecuador) en las inmediaciones del territorio de los indios Irimaraezes que habrían preguntado a los españoles si iban a “visitar el territorio de las Amurianos a quienes ellos llamaban ‘grandes señoras’, pues, si lo hiciesen, tomasen precauciones, porque ellas eran muy numerosas y que los matarían”. Carvajal describió los innumerables encuentros y percances. A finales de junio, por San Juan, la expedición hizo una parada para festejar el santo, pero nuevamente tuvieron que hacer frente a una tribu hostil. Orellana intentó el entendimiento, pero los aborígenes afirmaron “que nos cogerían a todos para llevarnos a las mujeres guerreras”.
Los españoles respondieron con el fuego de las armas; la lucha se intensificó y el propio Carvajal fue herido. Surgen entonces las referidas mujeres con arcos y flechas en auxilio de la tribu. "Ellas luchaban con tal ardor que los indios no osaban retroceder y si alguno huía frente a nosotros eran ellas quienes los mataban a palos (...). Son muy blancas y altas, con el pelo muy largo, entrelazado y enrollado en la cabeza. Tienen los miembros grandes y fuertes y van desnudas a propósito, tapadas en sus vergüenzas; con sus arcos y flechas en la mano, son tan combativas como diez indios (...). Ciertamente hubo una de esas mujeres que metió un palmo de flecha por uno de los bergantines, y las otras, un poco menos, de modo que nuestros bergantines parecían puerco espines."
Son palabras de Carvajal. Mil kilómetros de río descenderían Orellana y sus compañeros y fue él quien bautizaría este inmenso río de las Amazonas. (Orellana, como todos los navegantes de su tiempo, había leído los clásicos y creía en sus mitos. Por tanto, ¿qué mejor nombre podría darse a aquel majestuoso río?).
En la América Portuguesa también se hizo popular el mito. En 1576, Pêro de Magalhães Gândavo llamaba al gran río Maranhão “Río de las Amazonas” corroborando la divulgación del mito en el nordeste brasileño. Y adelanta este cronista: “Algunas indias hay también entre ellos que deciden ser castas a las cuales no conoce hombre alguno de ninguna disposición moral, ni lo consentirán, aunque por eso las maten. Estas dejan todo el ejército de mujeres e imitan a los hombres y desempeñan sus oficios como si no fuesen personas del sexo femenino, llevan cortado el pelo de la misma manera que los hombres, y van a la guerra con sus arcos y flechas y de caza, perseverando siempre en compañía de hombres y cada una tiene una mujer que la sirve y con quien dice estar casada, y así se comunican y hablan como marido y mujer”.
El jesuita español Cristóbal de Acuña, en 1639, escribió que en Nueva Granada (Colombia) había encontrado una “india que dijo haber estado ella misma en las tierras pobladas por las mujeres guerreras”.
Hasta nuestro sacerdote Antonio Vieira repitió lo que se decía de las Amazonas en cuanto se refiere a su pecho (solamente uno) guerreras de Lemnos, en su Sermón nº 9.
Fray João dos Santos, dominico de los siglos XV y XVI, conocedor de Etiopía, diría que en una región de Mozambique, se decía que “Junto a Damute hay una provincia de mujeres tan varoniles y robustas, que suelen andar con las armas en las manos, tanto en la caza de las fieras y animales silvestres, como en las guerras, que se le presentan, donde muestran esfuerzo y ánimo más propios de hombres belicosos que de mujeres débiles.... Entre esas islas hay una poblada por mujeres sin que haya hombres entre ellas; pero en dos meses del año los admiten como hacen las de Etiopía (...)”.
En el siglo XVIII, Monsieur de la Condomine constata que «tal tradición está universalmente extendida en todas las naciones que habitan las riberas del río Amazonas, hasta 150 leguas distante, por el interior hasta Caiena (...) y siempre en sus lenguas les llaman por el nombre de “mujeres sin marido” o “mujeres excelentes”. Más tarde, en África, Herkovitz estudió la repercusión del “mito” en el antiguo reino del Daomé (hoy Benin), donde afirma que las Amazonas existieron en aquella región y adelanta que eran reclutadas entre las mujeres atléticas, siendo obligatoriamente vírgenes, y que eran un número considerable de ellas, usando lanzas como arma.
El tema Amazonas parece inagotable.
En 1997, la revista New Scientist publicó un artículo de la investigadora Jeaninne Davis-Kimball que alude al descubrimiento en Rusia, de varias sepulturas de mujeres. La identificación de estas mujeres como Amazonas fue hecha a partir de las armas con las que estaban sepultadas y de heridas causadas por el uso de armas, como pequeños puñales y espadas con las que estaban enterradas.
Hoy el mito está desapareciendo para dar origen a una teoría sobre su verdadera existencia. En la Lesbia Magazine de enero de 1999 leemos que en las riberas del Río Don se encontraron montículos funerarios, con 2.400 años, donde estaban 21 sepulturas de mujeres enterradas con sus armas. Y recientes descubrimientos en Hungría y China han venido a enriquecer la teoría de la existencia real de las Amazonas.
Amazonas de Grecia, de América, de Asia, de África, de Europa: ¿fueron o no una realidad? El antropólogo brasileño Darci Ribeiro (1992-1997) afirmó:
“Un pueblo-mujer contando solo con ellas, sin hombres propios, sirviéndose de extranjeros como reproductores es plausible y hasta viable. Un pueblo sólo de machos es una utopía salvaje”.
¿Y las “nuevas amazonas”? ¿Las mujeres que derribaron prejuicios y cada día ganan su sueldo y que no han aceptado el tradicional papel doméstico? Las encontramos todos los días, algunas más belicosas que otras. ¿Y las mujeres en las Fuerzas Armadas? Es curioso que en una reciente entrevista a mujeres de la PSP (Polícia de Segurança Pública ‘Policía de Seguridad Pública’) en puestos de mando, todas afirmaban que nunca habían tenido necesidad de disparar sus armas. ¿Son pacifistas las mujeres, incluso en profesiones en las que pueden tener que ser “guerreras”? Tal vez la escritora y periodista Inés Pedrosa nos sepa responder.
BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL:
CORTÉS, Hernán, Cartas de Relación de la Conquista de México, Madrid, Espasa Calpe, 1970.
DARMON, Pierre, Mythologie de la Femme dans L’Ancienne France, XVIe a XIXe Siècles, 1983.
FRASER, Antonia, Boadicea’s Chariot: The Warrior Queens, London, Weidenfeld and Nicolson, 1988.
GÂNDAVO, Pêro de Magalhães, História da Província de Santa Cruz, Lisboa, Alfa, 1989.
PEREIRA, Maria Helena da Rocha, As Amazonas: destino de um mito singular in Oceanos: Viver no Brasil Colónia, nº 42 (Abril/Junho) 2000, p.163-170.
SOUSA, Gabriel Soares de, Notícia do Brasil, Lisboa, Alfa, 1989.
SOBOL, Donald, J., The Amazons of Greek Mythology, Nova Iorque, 1972.
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