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martes, marzo 27, 2007

Noticias del Frente Animatico 003

Vulnerabilidad, Identidad Juvenil y Postmodernidad [1]

Por Jorge Pantoja Alvarez (Psicólogo)
Universidad Central de Venezuela &
Universidad Academia Humanismo Cristiano, Chile

Resumen


La identidad como proceso de simbolización ha sido definida desde múltiples perspectivas, como mismidad, es decir ser los mismos a través del tiempo, como ser nosotros distintos de los otros, sobre el eje temporal o como resultado de los procesos de influencia social. Sin pretender omitir la importancia de estas diferenciaciones, para efectos de nuestra reflexión nos centraremos en los aspectos urbanos y lingüísticos vinculados a la modernidad tardía.



La identidad como proceso de simbolización ha sido definida desde múltiples perspectivas, como mismidad, es decir ser los mismos a través del tiempo, como ser nosotros distintos de los otros, sobre el eje temporal o como resultado de los procesos de influencia social. Sin pretender omitir la importancia de estas diferenciaciones, para efectos de nuestra reflexión nos centraremos en los aspectos urbanos y lingüísticos vinculados a la modernidad tardía.

El proceso de la modernidad tardía, es inductivo de nuevas formas de subjetividad en tanto las múltiples y sucesivas transformaciones han ocupado un lugar en el lenguaje como en la estructura urbana, intentaremos dar cuenta de algunas de estas transformaciones y su eventual impacto en la fragmentación identitaria.

La ciudad y el lenguaje son marcos referenciales, como señala Coriat, las sociedades legan de sus antecesores, y a su vez legan a sus sucesores, un contexto espacial y uno lingüístico” el símbolo y el espacio se entrelazan en la experiencia del cuerpo y la ciudad. En este encuadre es que flujos semióticos, orgánicos, materiales se deslizan por la ciudad.

”El lenguaje se desarrolla en las experiencias corporales, proveen de referentes comunes para un léxico en la organización de la acción corporal lo que proporciona un prototipo para una estructura sintáctica (Johnson, 1987; Voswlas,1970, en Kirmayer,1992). Estos dos ejes establecen la normatividad definiendo formas de acción e interacción, los seres humanos dotados de corporeidad y simbolización, enlazados en los desplazamientos de la urbe y tejidos en el intercambio simbólico, y necesariamente sujetos a la producción social y sus consumos.

La nueva sujetividad

Las transformaciones tecnológicas y multiplicación de los objetos de consumo; tal vez dos aspectos nos interesa resaltar en esta área, por una parte la rápida obsolescencia de los objetos (Quiroga, 1997) y la proliferación de los mismos, señala Baudrillard (1969) “cada uno de nuestros objetos prácticos está ligado a uno o varios elementos estructurales, pero, por lo demás, todos huyen continuamente de la estructuralidad técnica hacia los significados secundarios, del sistema tecnológico al sistema cultural”.

Producción y consumo se aceleran afectando nuestra percepción del tiempo y del espacio, una inagotable cadena de objetos, cuya ordenación semiótica, simula un caos democrático, así se viste un mendigo como príncipe ocupando el atuendo de un mendigo del primer mundo, objetos que contenían la desigualdad social hoy son simulacros desechables, del mismo modo como el talk show nos hace participar de la miseria (la misma de nosotros) a través del aparato de televisión. La cultura del simulacro invade la vida cotidiana estableciendo formas de ejercicio del poder asociadas a la seducción (o al simulacro). El mérito individual y la competencia, desplazan las formas colectivas de producción, instalando la inseguridad como sombra del trabajador.

Destruidas las formas precedentes de asociatividad, es el mercado y los objetos los definitorios de la ciudadanía, el proceso de participación como ejercicio de ciudadanía está desplazado, como señala Canclini (1997). Nuevas sensibilidades de carácter personalista, que trascienden clase, género y etnia han recreado tejidos sociales diversos, las narrativas obreristas, sufragistas han perdido su perfil épico, lo étnico ha devenido en un consumo de artículos exóticos en grandes multitiendas. “El espectro situacional adquiere gradaciones realmente muy sutiles: gente obesa, gente fea, homosexuales norteamericanos de origen, atletas universitarios que buscan la liberación de los deportistas ultracompetitivos, los paralíticos y disminuidos físicos, los hombres impotentes, los menopáusicos, los padres solteros, las mujeres casadas con homosexuales.” (En Roszak, 1985) Problemas que no estaban en la agenda política, pero que han adquirido relevancia en el relato personalista.

La metáfora de la aldea global pretende omitir un mundo de desigualdad económica y social, la supresión de las contingencias del mundo social concreto. Es posible observar una tendencia a la homogeneización del lenguaje, la percepción simultánea de los acontecimientos a nivel planetario, sugiere que la construcción de significados también es planetaria, de este modo prima el lenguaje de CNN o de quien emita estas imágenes, siempre una transnacional del imperio (usaremos la acepción imperio comprendiéndolo más allá de una dimensión territorial).

“Consumo es el conjunto de procesos socio culturales en que se realiza la apropiación de los productos” (García Canclini, 1995).

El consumo de objetos ocupa entonces un lugar en la simbolización colectiva, a nuestro juicio desplazando la épica o metáfora del héroe. La territorialización o reterritorialización del capital invoca la ciudad como espacio de subjetivación que trasciende la identidad local, la esquina, el boliche, la plaza son desplazados por los centros comerciales y los objetos que allí transitan, el discurso del consumo se relaciona con la "intensificación de la semiótica del capital" como señalara Guattari, los intercambios humanos se "cosifican" por la mediación de estas intensidades de producción y consumo.

El despliegue de identidades emergentes, como señalamos anteriormente expresa la necesidad de retorno del naufragio anonimizado que implica tanto la amenaza, el escepticismo, la desconfianza, la soledad y la destrucción de los vínculos comunitarios que modelaban la sociabilidad en la modernidad temprana representa el desarrollo molecular de una revolución en ciernes volcada hacia la corporalidad y la ecología.

Esta intensificación de la semiótica del capital constituye un factor de vulnerabilidad en el esfuerzo de los y las jóvenes por constituir una identidad que les diferencie del resto de la manada

El conflicto social se codifica en aspectos de la identidad individual, en el núcleo de la personalidad se expresa el núcleo de la cultura de la que forma parte, como dice Erich Fromm y en las trayectorias subjetivas de grupos humanos.

En el caso de los y las jóvenes el estigma social y el prejuicio contribuyen a crear una identidad negativa, la identidad del paria (en G. Rozas. 1998. Psicología Comunitaria. Ciudad y Calidad de Vida. Revista de Psicología, Universidad de Chile), la identidad negativa es un aspecto psicosocial de la vulnerabilidad.

Es posible establecer perfiles de creencias que construyen vulnerabilidad, el riesgo biológico se nos muestra regulado por las creencias que predisponen las conductas (actitudes).

La población infanto-juvenil y la adulta participan de un universo simbólico similar o paralelo, ambas poblaciones representan el verso y el adverso del mismo sistema representacional, si la sombra del trabajador es la sombra de la inseguridad, también lo es en el caso de los y las jóvenes.

Hay algo en el desencanto y la melancolía que suscita un tipo de consumo, una cierta tonalidad de auto agresión en el desenvolvimiento de la ciudad postmoderna. El simulacro, la ficción de identidades, una pertenencia fragilizada. El pensamiento “socioaglutinante” de la modernidad percibía fortalezas en la asociatividad barrial, de clase, en las identidades declaradas explícitamente. Al colapsar estas formas de relación, parecen ser reemplazadas por vínculos más febles. Si bien la ruptura de los vínculos sobre-ideologizados de la modernidad permitiría gradientes de libertad mas amplios, esa promesa puede haber sido capturada por la sobreproducción de objetos, la sobre-exposición del simulacro.

La esperanza como sentimiento de horizonte social, como diría Guattari, de horizontes existenciales colectivos se desvanece, y con ésta algunas de las fortalezas psicológicas que actuaban como barreras de la vulnerabilidad.

Sin embargo, ante la intensificación de la semiótica del capital, se abren otros recursos desafiantes en las propias nuevas identidades emergentes, aquellas que no han podido ser capturadas, aquellas que continuamente se están fugando.

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[1] Primera Conferencia Virtual Latina “Juventud, Salud y Cultura del Riesgo. Alianzas y Redes”. www.Grupigia.Com/Clatvirtual1. Abril 2007.

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