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jueves, abril 03, 2008

Noticias del Frente Historiografico 021

“Nada humano me es ajeno”: Algunos comentarios para la reflexión sobre el capítulo Las Izquierdas, del Tomo II de Microscopio, de Orlando Martínez - A 33 años de su asesinato.
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Por Julio Alvarado

Primero es justo agradecer a la librería Calíope, y a su presidente, César González, por patrocinar esta actividad a los 33 años del asesinato de Orlando Martínez, y que nos da la oportunidad de contribuir a mantener vivo a Orlando con sus ideas. Eventos como éste ayudan a difundir su pensamiento y seguir aprendiendo de su legado, que no fue otro que la búsqueda incansable de la verdad, pero una verdad que no se satisfacía con alcanzar objetividad y certeza, sino una verdad acompañada con la búsqueda de la justicia social.

Permítanme compartir una anécdota personal. En la década del 70, mi vida, al igual que las de muchos jóvenes de mi generación, transcurrían dentro del movimiento estudiantil y la vida barrial integrada a los clubes deportivos y culturales; además de un entorno familiar altamente politizado, que me hacía imposible mantenerme indiferente al acontecer social. De aquella época me quedó grabado un incidente relacionado con Orlando Martínez. Al momento del primer aniversario de su asesinato recuerdo que luego de haber visto el anuncio de la primera convocatoria al homenaje “Una flor para Orlando”, le comenté a un alto dirigente de la organización de izquierda a la que pertenecía, de mi interés de asistir a ese homenaje.

Me desconcertó sobremanera su respuesta despectiva, no recuerdo sus palabras exactas, pero fue un algo así como “yo no me junto con todo el mundo” o “yo sé diferenciar mis enemigos”. No sé si fue mi desconcierto o el “respeto” a la “autoridad” que me llevó a quedarme callado, pero como no hay nada más tentador que lo prohibido o estigmatizado, mi curiosidad hacia Orlando lo que hizo fue crecer; y continuó después de mi llegada a esta ciudad a finales de los 80, donde mi integración al Centro Orlando Martínez me permitió acercarme mucho más a su figura y sus escritos, de los cuales en mi opinión tenemos todavía mucho que aprender.

Anécdotas como ésta son una muestra de cómo nuestra izquierda solía tener y llorar muertos y mártires preferidos; y como las diferencias políticas se enfrentaban descalificando primero al oponente. De estas actitudes Orlando mantuvo distancia. Y es así como el cierto poder que pudo ejercer, como director de la revista más importante de la época –a la que llevó de 6,000 ejemplares de circulación semanal a 18,000, como fruto de su trabajo- nunca tuvo dirigido a silenciar o manipular informaciones o posiciones encontradas con las de él.

Una de las grandes enseñanzas que podemos tomar de Orlando es la capacidad de escuchar, leer e interpretar al contrario dentro de su propio discurso y sólo a partir de allí establecer las diferencias y coincidencias; y es justo agregar que iba más allá, pues también ayudó a difundir las ideas de aquellos con quienes no necesariamente estuvo de acuerdo.

En Orlando tenemos entonces una excelente escuela como guía en el trabajo de comunicación que se pretende hacer desde las izquierdas. Con un volante, un boletín, una revista, un periódico, un “blog” o una página de Internet, aunque tengan una clara intencionalidad política partidista se está haciendo de alguna manera periodismo y eso amerita que tenemos que aspirar a asumir los rigores y profesionalismos que este ejercicio exige, y en caso que no tengamos esas condiciones debemos procurar aprenderlas (formal o informalmente). Orlando en esto también puede seguir enseñándonos desde su eternidad.

Como polemista Orlando fue un propiciador del debate, debate que en cierta medida estuvo ausente entre las izquierdas. Procuró una confrontación de las ideas con altura, más allá de las calificaciones y etiquetas que predominaban entonces, tales como maoístas, revisionistas, terrorista individual, intelectual pequeño burgués y un etcétera que bien conocemos. Pero tenemos que rescatar de Orlando la actitud ante el debate, no como mero ejercicio intelectual, sino como un vehículo para el entendimiento con el fin de elaborar políticas que acompañen las practicas sociales, incluyendo los caminos de la unidad en base a principios y plataformas definidas; que al contrario de cómo piensan algunos todavía, en Orlando encontramos un buen ejemplo de que el debate más que debilitar fortalece cualquier unidad.

Los escritos de Orlando son historia viva de la política dominicana de la primera década de la post guerra y constituyen una herramienta imprescindible para entender el comportamiento político y social de los principales actores sociales de esa época que le tocó vivir.

En sus escritos dedicados a las izquierdas elaboró y planteó argumentos y tesis que podríamos llamar atrevidas para su momento. Fue crítico abierto del llamado “socialismo real” sin dejar de reconocer sus logros y conquistas. Asimismo llegó a plantear que no creía “…que se pueda utilizar con total exactitud el concepto “marxismo-leninismo”; a nuestro entender una gran osadía en contra del dogmatismo de la época, que pretendía colocar estas dos palabras como una receta mágica solucionadora de los problemas y no como un instrumento político eficaz en la investigación de la sociedad con mira a producir cambios.
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De igual manera pasó revista al comportamiento de los grupos más ultra-radicales de la época, como el Grupo Plinio y el grupo Rubirosa, comparando los argumentos de estos con el pensamiento de los teóricos revolucionarios. Defendió como el que más la libertad de todos los presos políticos y el regreso de los exiliados y en sus páginas tuvieron cabida los voceros del Movimiento Popular Dominicana, en momento difíciles para esta agrupación política por la fiera persecución en su contra y por situaciones de divisiones internas, las cuales supo analizar con respeto aún destacando sus diferencias frente a ellos.

Al momento en que Balaguer propone la legalización del Partido Comunista Dominicano (PCD), respondió a aquellos que quisieron ver en esto una manera de cooptar a ese partido y pagarle por su supuesto apoyo a Balaguer, por la postura de estos en relación a las leyes agrarias que este proclamó. En aquellos artículos que hablaba de la legalidad formal y la legalidad informal mostró cómo muchos izquierdistas que criticaban al PCD, en la práctica estaban ejerciendo la legalidad, pues no sólo se paseaban sin problemas por las principales arterias dominicanas, sino que participaban en mítines y actos públicos con otros partidos, incluso de derecha.

Nos parecen especialmente importantes los artículos dedicados a Playa Caracoles y al coronel Caamaño, a quien tuvo la oportunidad de conocer, como lo describe en su emotivo artículo “Invitada esta semana: la muerte”. Las series de estos artículos sobre Playa Caracoles y Caamaño abordan con detalles los compartimientos de las diferentes fichas del ajedrez político del momento y creemos que los mismos aportan elementos claves para entender mejor el desenlace final del movimiento guerrillero, más allá de las teorías de la conspiración y la traición a Caamaño, que tanto se han pregonado.

Al analizar el comportamiento de las izquierdas con respeto a sus repuestas políticas frente a la realidad dominicana y en particular frente a las políticas de alianza y unidad, Orlando asumía una visión donde predominaba el enfoque de los intereses de las clases y sectores sociales así como las definiciones programáticas de estos; definiciones programáticas no entendidas como un simple enunciado de deseos tal si fuera una carta para los Reyes Magos, donde mandamos a pedir todas las cosas buena que anhelamos. Creemos que Orlando entendía la política como la lucha de clases en disputas por el poder. Y en momentos como los actuales, cuando al parecer los programas políticos y las definiciones programáticas no parecen importan a la hora de definir alianzas y las candidaturas se definen mucho antes que los acuerdos programáticos, es necesario retomar los análisis de Orlando.

Como ejemplo de sus análisis al respecto, veamos algunos señalamientos de Orlando Martínez con respecto al programa contenido en la Tesis de la Dictadura con Respaldo Popular, elaborado por el profesor Juan Bosch a mediados del 1969:

“El programa elaborado por ese líder político preveía la formación de un frente “de todas las fuerzas antioligárquicas, y por tanto anti-imperio-pentagonistas, cada una disfrutando de su independencia pero todas unidas en un fin común”.

La casi totalidad de las organizaciones izquierdistas recibieron el documento de Bosch como la obra de un enemigo maquiavélico que quería engañarlas, embaucarlas para meterles después el puñal por la espalda.

En lugar de aceptar la unidad propuesta, se dedicaron a comparar la Tesis con las ideas marxistas y a “demostrar” cómo aquélla era una trampa para salvar a la burguesía dominicana.

Al final de cuentas, no hubo frente y el líder del Buey explicó que formarlo con los pocos que habían apoyado su criatura equivaldría a oficializar el parto de los montes: aquél en que la montaña parió un ratón.

CUATRO AÑOS MÁS TARDE
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Sin embargo, cuatro años más tarde el Partido Revolucionario Dominicano elabora un nuevo documento, mucho menos riguroso y radical que la Tesis, y he aquí que nuestra llamada izquierda le da su apoyo.

No toda la izquierda, sino más o menos los mismos que habían rechazado el programa de la Dictadura con Respaldo Popular por considerarlo la tabla de salvación de los burgueses criollos.

¿Por cuáles razones le brindan su apoyo al programa para un Gobierno de Dignidad Nacional?

Por “el interés común de alcanzar la instauración de un gobierno que respete las libertades democráticas y realice un programa económico mínimo que contribuya a sacar la economía del país del estancamiento”.

Así y como ustedes están leyendo. Y es por eso que después de ver tantas contradicciones sólo nos queda repetir aquello de “Cosas veredes, Mío Cid”. (Tomo II, Págs. 107, 108)

Esa misma izquierda que en ese momento rechazó la tesis de Bosch y que luego apoyó su programa de la Dignidad Nacional, mucho más conservador que el primero, en una alianza de mansos y cimarrones, aceptó que los votos de sus delegados valieran mucho menos que otros partidos de la derecha, incluso partidos más pequeños que la propia izquierda.

Orlando nos describe también cómo en esa misma coyuntura política, el MPD, el mismo que enrostraba al PCD la búsqueda de la legalidad, participaba de otra alianza conocida como “El Acuerdo de Santiago” –en cuya alianza participaba el mismo Wesin y Wesin que combatió contrario al pueblo constitucionalista en Abril del 65- y cómo esta alianza estaba sustentada no en un acuerdo programático sino en apenas cuatro puntos acordados, entre lo que se encontraban la libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados.

Orlando describió y analizó el comportamiento y los pronunciamientos de la oposición, donde se definieron dos frentes principales, el Bloque de la Dignidad y el Acuerdo de Santiago -ambos conformados por partidos de derecha y sectores de izquierda-; otro sector de la izquierda, con el PCD a la cabeza, propugnó por la conformación de un frente de izquierda.

Para esa época la posición que asumió Orlando Martínez la expresó en su columna YO NO VOY A VOTAR, del 14 de mayo del 1974. Luego de afirmar de que no votaría ni blanco, ni en blanco, ni amarillo, mamey o rosado, ni verde o gris, ni colorado, manifestó en dicha columna que no era un abstencionista a ultranza y mucho menos un boicoteador a ciegas; para luego enfatizar en la misma columna su posición, describiendo lo que el entendía había ocurrido:

“En el principio fueron las reuniones sin programa.
Las conversaciones sin programa.
La confraternización sin programa.
Los abrazos internacionales.
Los besos.
Y las reconciliaciones.
El olvido del pasado.”
(Tomo II, Pág. 350)

Fueran estas las últimas elecciones que pudo comentar y analizar Orlando. Obviamente sería imposible elucubrar cuáles hubiesen sido las posiciones de él con respecto al comportamiento de las izquierdas en las últimas décadas, pero sí creemos que yendo a sus escritos podríamos inferir cuáles elementos priorizaba a la hora de definir unidades y alianzas.

Pero más allá de esas elucubraciones nosotros nos preguntamos ¿Era Orlando Martínez más revolucionario que aquellos que trabajaron en esos momentos con la intención de participar en las elecciones? ¿O eran ellos más revolucionarios que Orlando?

Bien podría venir al caso esta pregunta ahora que una vez más, así como en el pasado -e incluso el pasado reciente- la izquierda frente a las elecciones tiene posiciones encontradas y enrostrarnos unos a otros que tenemos la posición más revolucionaria no conduce más que a profundizar las diferencias.

Cada cual tiene derecho a emprender eso que se llama acumulación de fuerzas por las vías que mejor considere, así como cada cual debe asumir sus responsabilidades, pero debemos cuidarnos de no antagonizar de tan manera que las puertas del diálogo queden cerradas del todo, pues al fin y al cabo todos estamos de acuerdo en que será más importante lo que acontecerá luego de ese 16 de mayo; al cual llegaremos, y en eso también todos estamos de acuerdo, luego de una de las campañas más degradantes de nuestra historia, con un derroche de recursos del estado nunca visto y la pus brotando de toda las elites de las partidocracias.

Luego de estos trajines electorales deberá haber la necesaria reflexión acerca de los errores y aciertos, de los cuales podamos aprender para seguir avanzando. En el legado intelectual de Orlando tenemos mucho que tomar para emprender esas tareas de reflexión y análisis, de este y de muchos otros aspectos de la realidad de la izquierda que él trató.

Hay mucha tela que cortar en los escritos de Orlando Martínez, y no dejaremos de insistir en que es una fuente imprescindible para entender mejor el transcurrir del movimiento social en República Dominicana. Y no quiere esto decir que tengamos que estar totalmente de acuerdo con sus ideas o que lleguemos a idolatrarlo de tal manera que pensemos que no pudo estar en algún momento equivocado y que muchas veces pudo errar. Creemos que él mismo nos respondería, si tratáramos de endiosarlo, con esa frase del escritor de la antigüedad Terencio y que usaba como eslogan de su columna periodística: “Soy hombre, nada humano me es ajeno.”
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