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viernes, enero 23, 2009

Noticias del Frente VIH-1 065

Controversia internacional sobre los tratamientos para prevenir la transmisión del VIH durante el embarazo


Por Carmen D. Zorrilla, MD

Catedrática Obstetricia y Ginecología

Recinto de Ciencias Médicas, Universidad de Puerto Rico

El primero de diciembre celebramos el día de alerta mundial contra el SIDA, la epidemia que ha cambiado la historia poniendo en evidencia las desigualdades de acceso a salud entre los países del mundo y las desigualdades en oportunidades y servicios entre personas en un mismo país (entre ricos y pobres, minorías, mujeres, personas de diferente orientación sexual y otras). A continuación algunos datos:

Se estima que en el 2007 había 33 millones de personas viviendo con el VIH en el mundo de las cuales 2.7 millones se infectaron en ese año.

Algunos países han demostrado tendencias de reducción en los nuevos casos por las intervenciones de prevención y tratamiento.

La mitad de las personas infectadas en el mundo son mujeres (17.7 millones).

Se ha estabilizado la proporción de adultos que viven con el VIH en el mundo desde el 2000.

Excluyendo a África sub-sahariana, el HIV afecta desproporcionadamente a los inyectores de drogas, hombres que tienen sexo con hombre y a personas en la industria de sexo comercial.

Sin embargo hay muchísimo por hacer y a veces nos impactamos con la tarea y los recursos que se necesitan. A pesar de las campañas y los programas para ofrecer la prueba a las mujeres embarazadas y dar los tratamientos que sabemos reducen el riesgo de la transmisión  del VIH de madre-a-infante, el aumento en la proporción de mujeres que recibieron tratamiento fue limitado en nuestra opinión: de 9% en el 2004 a 33% en el 2007. Esto quiere decir que dos terceras partes de las mujeres que necesitaban tratamiento durante el embarazo no lo recibieron y que sus niños se infectaron con el VIH pudiendo haber nacido saludables.

La prevención de la transmisión del VIH de madre-a-infante ha sido uno de los éxitos más impresionantes de la ciencia y de la política pública de salud. En Puerto Rico como en muchos otros países con recursos las mujeres embarazadas que viven con el VIH reciben una combinación de estrategias para reducir su riesgo: tratamientos con antivirales durante el embarazo y el parto, la Cesárea y la leche maternizada para sustituir la lactancia (que aumenta el riesgo de transmisión). Los infantes reciben antivirales por seis semanas. Estas estrategias han hecho posible que durante los pasados 10 años, en CEMI, de 430 mujeres atendidas sólo un infante se infectó con el VIH. Pero esto no es así en los países con limitados recursos para salud. En estos momentos se ha suscitado una controversia entre los científicos y oficiales con experiencia en el cuidado a mujeres viviendo con el VIH. Sabemos que el éxito en los países con recursos tiene que ver con el acceso a combinación de drogas antivirales y otras estrategias como la formula y la Cesárea.

Una de las grandes desigualdades mundiales se evidencia en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la prevención de la transmisión perinatal del VIH. La recomendación actual es el uso de la droga nevirapina (NVP) que se administra a la madre durante el parto (una dosis) y al infante (una dosis) y reduce el riesgo de transmisión casi a la mitad. Esta es la terapia más sencilla y barata, (una dosis a la madre y al infante) y la compañía que la produce la regala a las naciones que puedan implementar su uso. La transmisión baja a un 12%. Aun así, 2/3 de las mujeres no tienen acceso a esto. Una de las desventajas de esta terapia para la madre es que casi un 40% pueden desarrollar resistencia a la droga y ésta no funcionar cuando la madre la necesite para su tratamiento.

La terapia de combinación más común y barata en estos países incluye la droga NVP y por lo tanto las madres que reciben la dosis sencilla podrían tener menos eficacia en el futuro. Estudios científicos han demostrado que una terapia de combinación con otra droga (ZDV) que se comience durante los últimos 3 meses de embarazo combinada con la NVP en el parto, tiene menos riesgos de resistencia y la transmisión es cerca de un 2% (uno de cada 50). Desde luego el costo es mayor y se requiere identificar a la mujer durante el embarazo y no esperar al parto. Otras terapias más eficaces utilizan una combinación de 3 o más drogas durante el embarazo. Esta es la combinación que utilizamos en los países con recursos con el éxito que hemos documentado previamente.

La controversia

Bueno, y ¿cuál es la controversia? Una coalición de varios grupos de médicos y activistas dirigida por el AIDS Healthcare Foundation Community@aidshealth.org ha circulado una carta dirigida a la Dra. Margaret Chan, directora general de la OMS para que cambie las recomendaciones a favor de las terapias de combinación con varias drogas. Por otro lado los líderes de la red de estudios perinatales auspiciados por los Institutos Nacionales de Salud: International Maternal Pediatric Adolescent AIDS Clinical Trials (IMPAACT-siglas en inglés) se oponen a esta medida y exponen sus razones en una carta que han dirigido a la Dra. Chan. Ambas cartas han recorrido el mundo cibernético en busca de firmas.

El punto de los investigadores perinatales es que no hay evidencia científica de que esta recomendación vaya a funcionar en todas las poblaciones y que los efectos secundarios de esas drogas más potentes pueden afectar la salud de las  mujeres y sus infantes. Alegan que la dificultad mayor es en ofrecer acceso universal a la prueba, cuidado prenatal, pruebas de laboratorio para evaluar a las mujeres y seguimiento de los efectos secundarios.

Es difícil tomar una decisión: por un lado las mujeres del mundo entero merecen opciones de tratamientos no importa su condición y por otro lado deben ser tratadas con las alternativas más seguras y eficientes. Por no tener sistemas de salud que cuenten con los recursos para pruebas de laboratorio, evaluaciones mínimas de salud, sistema de distribución de medicamentos y suplementos nutricionales 1/3 partes de esas 17 millones de mujeres reciben tratamientos menos efectivos  que las mujeres en países con recursos y 2/3 partes no recibieron ningún tratamiento.

Lamentablemente la controversia sólo se trata de los tratamientos durante el embarazo y no se habla de las mujeres que requieren medicamentos para mantener su salud. Muchas veces cuando establecemos metas distantes, nos movemos más cerca de lo que queremos aunque no lleguemos a cumplirlas totalmente. A veces es necesario subir las expectativas para los países con menos recursos para adelantar los resultados. Por otro lado, cuando las expectativas son irreales, nos frustramos y abandonamos la lucha por aquellas causas que merecen nuestro compromiso. Aunque suena lejano el hablar de países con menos recursos, en el Caribe hay naciones en esa categoría y este es nuestro vecindario.

A pesar de que tenemos recursos para ofrecer tratamientos médicos a los que lo necesitan y que hemos reducido o casi eliminado los nacimientos de niños con SIDA, esta controversia refleja las desigualdades de salud y de oportunidades de la gran mayoría de los habitantes del planeta. Estaremos atentos a la decisión que se tome por la OMS y la justificación de la nueva política de tratamiento mundial.

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Embarazos en adolescentes, sentencia social.


Por: Tahira Vargas

Una proporción importante de nuestras jóvenes menores de 20 años vive situaciones de riesgo y  reproduce el círculo de pobreza, atrapada en trampas sociales que la misma sociedad le impone. Su condición de adolescentes embarazadas o madres adolescentes marca su vida y su futuro en esta dirección.

Una de estas trampas es la orientación que les ofrecen en los centros educativos, dirigida supuestamente a la prevención de embarazos, que es la abstinencia y la posposición de las relaciones sexuales, la cual no ha surtido ningún efecto. Así lo demuestra el estudio cualitativo sobre maternidad adolescente que realizamos junto a Miguelina Kelly publicado recientemente por CONAPOFA. 

Todas las madres adolescentes entrevistadas en estratos medios y pobres tenían como principal orientación de sus familias (las que recibieron orientación) y centros educativos que deben posponer sus relaciones sexuales, lo que no ocurrió así.

El estudio de madres y padres adolescentes evidencia que la sexualidad en estos/as jóvenes no es fruto de una decisión, sino de la espontaneidad. Las jóvenes mantienen el discurso-modelo de que las relaciones sexuales deben posponerse  o evitarse hasta el matrimonio, sin embargo su práctica demuestra lo contrario.

Pareciera que este panorama se puede empeorar. Ya que con la propuesta de reforma de la constitución y la introducción  del artículo 30 se produciría que el uso de métodos anticonceptivos como el DIU, el mirena y los anticonceptivos de emergencia pasarían a la ilegalidad. Igualmente la práctica de abortos en casos de violación sexual, embarazo ectópico, desprendimiento de placenta o placenta previa. ¿Que implicaría para nuestra sociedad una situación como ésta?

¿Significa entonces que el estado mantendrá las condiciones que ahora tenemos que efectivamente generan un incremento de los embarazos en adolescentes? ¿O más bien la empeore aun más, porque las que están usando métodos anticonceptivos como los mencionados no puedan acceder a ellos porque serán ilegales, por tanto van a tener más hijos/as? ¿Es esta una sentencia para las jóvenes adolescentes de que sigan perpetuándose en la pobreza y la vulnerabilidad?

Las precarias condiciones en que viven gran parte de las jóvenes que son madres adolescentes nos pueden decir hasta donde pueden sentirse estos efectos. Muchas de estas jóvenes viven en cuarterías, un solo cuarto donde se ubica la cama, el anafe y una silla, con una letrina colectiva y sin ventanas. Muchachas que han sido expulsadas de los centros educativos y muchas veces de sus hogares por ser activas sexualmente o quedar embarazadas y por tanto no tienen formas de obtención de ingresos al menos que se mantengan “unidas” a un hombre que muchas veces la maltrata física y emocionalmente, se inserten en el sector informal, en actividades “ilicitas” o se prostituyan.

La sociedad las sentencia a quedar embarazadas porque no le ofrece una educación sexual con herramientas de prevención sino orientaciones que no se corresponden con su realidad. Cuando se embarazan son expulsadas de los centros y no consiguen obtener fuentes de ingresos seguras, lo que de alguna forma las empuja en muchos casos al aborto (para evitar ser expulsadas y mantenerse en la miseria) pero este también es condenado socialmente y puede (en caso de aprobarse el articulo) llevarlas a la prisión. Quedando entonces atrapadas en un callejón sin salida, sin oportunidades, ni opciones.

De mantener esta situación tendremos un aumento de las condiciones de pobreza y marginalidad en que viven nuestras jóvenes que quedan fuera del sistema educativo con el continuo aumento de los embarazos en la adolescencia y un acrecentamiento de las brechas sociales que aleja  las posibilidades de desarrollo humano.

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Jóvenes y Violencia de Género


Por: Tahira Vargas

En el mes de Noviembre el tema de violencia contra la mujer se hace más público lo que no significa que se detiene ni desaparece de la vida cotidiana. La violencia contra la mujer aparece día a día afectando a mujeres de distintos estratos sociales y distintas generaciones. 

En los últimos meses trabajando para diferentes estudios  nos encontramos con adolescentes golpeadas por sus parejas, también jóvenes, entonces ¿no hay rupturas generacionales con la violencia?

Cada día muchas jóvenes adolescentes “se casan” que es lo mismo que “se van” con sus parejas, sea porque salieron embarazadas o porque son activas sexualmente. “Se supone” que no pueden seguir viviendo en su casa porque “ya no es señorita, es una mujer” (aun cuando tengan 12 años) por tanto son expulsadas (explicita o implícitamente) de sus hogares lo mismo que ocurre con las escuelas.

Estas jóvenes y adolescentes a los dos o tres meses de estar conviviendo con su pareja, (que también es un joven adolescente) reciben maltrato físico, verbal y psicológico permanente del mismo. 

Detrás de esos golpes que recibe la joven, que muchas veces calla y acepta porque no quiere denunciarlo, hay una lógica masculina que no ha tenido rupturas en nuestra sociedad, los celos, la posesión.

El joven de sexo masculino aprende en la calle que la mujer le pertenece. “Esa es mi mujer”, por lo que puede disponer de su vida y de su cuerpo tanto en manifestaciones de cariño, caricias o sexo, como en el maltrato, dándole golpes. Para esta lógica masculina la mujer que sale de la casa sin permiso, debe ser castigada, para que no vuelva a repetir esta conducta.

El joven cónyuge no pide permiso para salir a beber con sus amigos al colmado o a la esquina, sin embargo supone que como norma social la mujer debe darle “cuentas” a su marido lo que denota la relación de poder que ejerce sobre ella.

Los golpes y el castigo corrigen conductas según nuestras pautas culturales y estas pautas que sustentan la violencia en las relaciones de pareja, de padres/ madres—hijos(as) no han cambiado, se reproducen cada día, en cada generación.

Cambiar la lógica masculina que sustenta la violencia contra la mujer es un reto en nuestra sociedad que no se ha logrado. La masculinidad sustentada en la violencia que se ejerce hacia la mujer y hacia otros hombres se fortalece cada día. El hombre tiene temor de mostrar “debilidad” si permite que su “mujer” actúe con independencia y libertad. Esa independencia y libertad le generan inseguridad y disminuyen su poder sobre ella. 

Esta lógica masculina se sostiene y se refuerza en el tejido social. Mujeres y hombres vecinos(as) y familiares legitiman la violencia porque “ella se lo buscó”, “ella lo provocó” o “algo hizo para que le dieran”. Detrás de estas frases esta la misma lógica violenta del castigo y de la dependencia de la mujer hacia el hombre que es su “dueño”, “le pertenece”.

Es lamentable que nuestras generaciones más jóvenes de parejas adolescentes reproduzcan este círculo de violencia. La erradicación de la violencia de género debe iniciar por procesos de cambio de la cultura masculina y sus símbolos.

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“Cueros, Putas, Chiviricas” y la discriminación sexual


Por: Tahira Vargas

La presencia en nuestro lenguaje de términos que se consideran categorías sociales como los cueros y las putas son parte de una representación cultural de la discriminación sexual y social existente en nuestra sociedad. El análisis del contenido cultural de estas expresiones muestran las diferencias de género en el derecho a la sexualidad.

Conceptos de Puta y Chivirica.

El concepto de “puta” es una categoría social que marca a la mujer (no existe para el hombre) y que en la cultura popular tiene distintas atribuciones. Estas son las siguientes:

1. La “mujer puta” es aquella mujer muy activa sexualmente que logra sentir placer en las relaciones sexuales además de satisfacer al hombre.

La negación del derecho a la sexualidad de la mujer y su posibilidad de sentir placer se expresa en la presencia de esta expresión condenatoria de “puta” que la sanciona socialmente.

Una mujer se ríe a carcajadas abiertamente es considerada “chivirica” que es una categoría que se acerca bastante a la de “puta” porque demuestra una cierta “contentura” en la mujer fuera de “lo normal”. Las mujeres chiviricas desde nuestra cultura social no son necesariamente “putas” pero están en el riesgo de serlo.

Estas atribuciones de “chivirica” se atribuyen también a las mujeres que se expresan con gritos o muestran mucha alegría. Suponiéndose entonces que la alegría de las mujeres debe tener limites porque “una mujer muy contenta” entra en conflicto con su “pudor” o su “seriedad” como mujer. Lo que no ocurre con los hombres para los que no existen estas categorías de “chiviricos” o “putos”.

El hombre que es activo sexualmente no recibe sanción social sino todo lo contrario; se le considera un “tíguere gallo” o  un “tiguerón” que son expresiones de halagos a su masculinidad.

2. La mujer puta es aquella que tiene relaciones continuas con varios hombres en breves lapsos.

Es también llamada como puta aquella mujer que varía con cierta regularidad sus parejas y dura poco tiempo con ellas. “Esa mujer si es puta, ayer estaba con uno y hoy con otro”. Estas expresiones las encontramos continuamente en la cotidianidad refiriéndose a la frecuencia de las parejas que tienen las mujeres y su violación de códigos culturales que suponen que mientras menos parejas se tienen más seria es la mujer. Hay que destacar que el concepto de puta presente en esta representación entra en oposición con el de “mujer seria”.

Concepto de Cuero

Cuero es una categoría en la cultura popular aun más discriminatoria que la de “puta”. Una mujer es catalogada como “cuero” cuando utiliza las relaciones sexuales como una forma de sobrevivencia convirtiéndose en un sinónimo de “prostitutas”.

La diferencia entre cuero y prostituta es que se considera “cuero” aquella mujer que recibe el pago por sus servicios sexuales en el entorno barrial y en las calles o zonas dedicadas a ello. Las prostitutas” en la cultura popular trabajan en “casas de citas”, “cabarets” y centros nocturnos que ofrecen estos servicios.

Los cueros se convierten así en las prostitutas que se encuentran más expuestas en su trabajo sexual o aquellas que lo ejercen informalmente en el barrio.

Se producen muchos casos de mujeres que son catalogadas como “cueros” en forma despectiva sin dedicarse al trabajo sexual sino porque son “putas” y al usarse el término de “cuero” se le da una connotación más discriminatoria en su entorno social.

La sexualidad de la mujer es objeto de discriminación, exclusión y control social. En los barrios y comunidades existe todo un sistema de control social ejercido por vecinos, vecinas y familiares para vigilar la conducta sexual de las mujeres de tal forma que no muestren posibles acercamientos a estas categorías sociales de puta y menos aun de cuero.

Este control de la sexualidad de la mujer está vinculado con la negación del derecho al placer y a la vida sexual lo que se considera como derecho exclusivo de los hombres que no sufren ningún tipo de discriminación en este sentido.

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