Por Norman De Castro, MD
Especial para epistheme
Redacción original: 21 de Marzo, 2004
Dedicada a Mariajosé
La Cueva de las Maravillas es una formación geológica de origen marino, la cual se encuentra en los llanos costeros de la región Este de la República Dominicana, a unos 600 metros de la carretera que une a San Pedro de Macorís y La Romana en el sector llamado Boca del Soco, entre los ríos Soco y Cumayasa.
Fue descubierta en 1926 por un grupo de boy-scouts de San Pedro de Macorís.
En la actualidad está adecuadamente acondicionada para ser visitada por el público, tanto del área científica como por aquellos motivados por interés turístico.
En una reciente y primera visita nuestra a ese tesoro arqueológico, de entre sus múltiples y sorprendentes mensajes pictográficos (cerca de 500), nos llamó particularmente la atención el conjunto de figuras cuya reproducción mostramos junto a estas líneas.
Fue como si de pronto sintiéramos un reto, al mismo tiempo que nos sentíamos embargados de una particular atracción o emoción muy especial frente a estas enigmáticas figuras.
En los escritos de información preparados por las entidades oficiales encargadas de las cuevas, en lo referente al mural que por el momento nos ocupa, se hacen descripciones breves de las figuras allí representadas, incluso se hace referencia de ellas como un conjunto. Extrañamente sin embargo, no se intenta explicar o expresar algún significado a ese evidente conjunto como tal.
Aunque reconocemos que nuestro intento puede lindar con el campo del atrevimiento, trataremos de hacer un enfoque de interpretación del mensaje que entendemos se encierra en esta multicentenaria y estupenda obra de arte.
Ante todo invitaremos a quienes estas líneas lean, a aceptar que el autor de dicho mural, necesariamente estaba motivado por razones de singular importancia para tomar la decisión de emprender su labor artística, de lo cual se infiere que por igual, las figuras y el mensaje de conjunto, también deberían ser importantes.
Comencemos por las figuras (no antropomorfas) que se encuentran en la parte superior izquierda del observador. Se ha dicho que la misma (o las mismas) representan un buho. De ninguna manera compartimos tal aserto.
Notemos que una de las figuras superiores de este grupo, tiene un penacho o prolongación curvo. La otra forma redondeada a su lado, no lo tiene. A esto sigue una forma en cuadrilongo de eje mayor horizontal en la parte inferior del grupo.
¿Cuál sería nuestra interpretación de estas figuras?
Primero: La figura redonda con el penacho curvo bien pudiera representar un cometa (una estrella fugaz tendría el penacho recto).
El padre Raymond Breton, en su Diccionario Caribe-Francés, citado por Sebastián Robiou Lamarche en "Mitología y Astronomía del Caribe según los Cronistas Franceses" (Boletín No.22, Museo del Hombre Dominicano), dice lo siguiente:
Pero más que el arcoiris, los eclipses eran el fenómeno astrológico mas temido por los caribes insulares.... Otra violación al orden de la bóveda celeste, eran los cometas.... cuando los salvajes veían algún cometa, ellos decían que era un aviso, una señal. Le llamaban Bouauenou u Oüaone, pero para De la Borde, lo llamaban Limaconi, el cometa enviado por Cualina, el capitán de los zemíes, para hacer el mal cuando él estaba enojado".
Pero ahora nos preguntamos: ¿Qué otro mal mayor podría traer un cometa que no fuera la muerte? Y principalmente cuando se tratara de alguien importante, como seria la mujer de un cacique o la persona misma de una cacica. La figura siguiente redondeada a la izquierda del cometa, sería en este caso la luna, la eterna reina de la noche.
El cuadrilongo de eje horizontal representaría agua. ¿Cuál agua? Pues precisamente la del río Soco, en las proximidades de la Cueva. Es el cuadro que se contempla al mirar hacia la desembocadura del mismo y que hoy vemos desde el puente que lo cruza en la carretera San Pedro de Macorís-La Romana.
Entre el cometa y la cabeza del niño, se puede observar un trazado linear, algo irregular y en posición oblicua en relación al resto del mural (nos negamos a creer que en este extraordinario trabajo artístico haya algo superfluo, redundante o carente de significación o importancia).
Si se mantiene la idea cósmica del cometa, la luna y el río, esta línea, junto a los mismos, bien pudiera representar la Vía Láctea.
En el mismo tenor de lo ya señalado, en relación a que el artista se encontraba posicionado en un lugar cercano a donde se encuentra hoy el puente sobre el río Soco, éste estaría mirando hacia el sur (el río corre de norte a sur), entonces la línea señalada tendría en el cielo una dirección: sur-suroeste o suroeste, a nor-noreste o noreste, la cual es precisamente la dirección de la Vía Láctea cuando ésta alcanza un azimut en o cerca del cenit de la bóveda celeste.
Pero no tiene cabeza. ¿Por qué? Es conocido que era costumbre de nuestros aborígenes, decapitar a los muertos con la finalidad de facilitar la salida del alma o el espíritu de la cárcel del cuerpo en su viaje hacia el Turey. Esta mujer por tanto, estaba muerta.[1]
La próxima figura antropomorfa, de considerable menor tamaño que las otras dos que la acompañan, pocas dudas debe caber de que se trata de un niño.
Pero el mismo presenta características muy especiales: Unido a la parte inferior del tronco, se representa algo voluminoso, de forma cuadriculada que no es compatible con ninguna parte del ser humano, excepto en el momento del nacimiento: la placenta.
Llaman la atención la cabeza y la cara de este probable niño.
No tiene representados ni ojos ni boca, expresiones mínimas humanas en todas las demás pictografías de la Cueva de las Maravillas. Podía considerarse que al igual que la madre el niño murió en el parto o se trató de un natimuerto. En este caso no tuvo oportunidad de ver, de hablar ni de comer, y podría ser que ese sea el mensaje al no estar representados en la pictografía los ojos ni la boca.
Asumiendo que el niño está muerto, podríamos preguntamos porqué entonces, tiene cabeza. La respuesta podría estar en que se considerara que al nacer muerto no tenía aún alma en necesidad de liberarse del cuerpo.
Para concluir en la descripción de esta figura, señalaremos que en la cabeza, hacia su izquierda, aparece una prominencia redondeada semicircular.
En algunos recién nacidos, particularmente sin son productos de un parto patológico y en particular cuando la labor de parto es muy prolongada, con sufrimiento fetal, y como consecuencia la probable muerte de la criatura; caso éste que en nuestros días es una de las indicaciones mas frecuentes de cesárea. En esta circunstancia, también con frecuencia, al momento del nacimiento o inmediatamente después, se puede observar una prominencia en la superficie del cráneo, la cual, puede ser causada por dos mecanismos diferentes: 1) el céfalo-hematoma, que no es más que una infiltración hemorrágica debajo del cuero cabelludo, o 2) el caput succedaneum, el cual es debido a edema del cuero cabelludo.
Ambos fenómenos, en su forma exterior son muy parecidos. Los dos ocurren en lugar del cráneo que corresponde a la "presentación" durante la labor de parto.
En la representación de esta figura, el mencionado detalle en la superficie del cráneo, corresponde en ubicación y proporción de tamaño, precisamente tanto al céfalo-hematoma como al caput succedaneum.
En la última figura por describir (a la derecha del observador) nos llama en primer lugar la atención, el interesante tocado que cubre su cabeza.
En todas las civilizaciones, un cobertor o adorno de cabeza, siempre ha sido algo importante, en gente también importante, y simbólico de jerarquías, sean éstas de poder, de categoría social, o de simbología y distintivo religioso. Los taínos no podían ser una excepción a esta regla; en particular lo vemos en los arreglos de plumas que llevaban sus caciques y gente importante.
En el caso que describimos, el adorno de la cabeza, presenta una imagen radiada, con cinco prolongaciones, que no podemos evitar que nos traiga a la mente la significativa estrella de cinco puntas del mundo simbólico actual y la cual, como en el caso del tocado, una de sus puntas debe estar hacia arriba y en el centro.
En cuanto a la cara, la figura muestra unos ojos, que aún con la simple representación de dos puntos, no podemos negar la gran expresividad de los mismos. Tanto otro podemos decir de la boca. Nos negamos a pensar que está inactiva, más bien parece hablar o cantar.
Otro detalle a observar es que en esta figura, incuestionablemente en movimiento, los pies, lejos, muy lejos de apuntar hacia el suelo, están en el aire, con unas piernas lo suficientemente abiertas como para que al observador no le quede la menor duda de que está dando un salto… está saltando o bailando.
La forma de la mano derecha (precisamente la derecha) no se corresponde con la de la izquierda. Más bien parece que la primera está sosteniendo algún objeto el cual no nos aventuramos a opinar sobre su naturaleza, aunque sí sospechamos su posible finalidad ritual, pues a nuestro entender, esta figura no es otra que la de un behique, chamán, brujo o curandero, que en la religión y cultura tainas era la misma persona.
Este extraordinario conjunto mural, representativo de "La Ceremonia Funeraria de una Importante Muier Taina que Murió de Parto" y la cual, muy posiblemente, también fue inhumada en la misma Cueva de las Maravillas, ya que los conocedores de estos menesteres nos dicen que la misma no era usada por los taínos como vivienda, sino como templo y como necrópolis.
Domenico Theotocopuli, mejor conocido como El Greco, al legar a la humanidad su famoso cuadro que hoy podemos admirar en Toledo, España; en el que plasma el "Entierro del Conde de Orgaz", no escogió el tema, sin dudas, sin tomar en cuenta la categoría del difunto… se trataba de un Conde.
El artista de la Cueva de las Maravillas, no tenía por qué tener una motivación menor que la del famoso pintor cretense-español, que lo condujera a plasmar este extraordinario trabajo pictográfico-mural.
Al inicio de estas cuartillas hablamos de la figura o las figuras no antropomorfas presentes arriba y a la izquierda del observador en el conjunto.
Recordamos sobre la posibilidad señalada de que el mismo se tratara de una especie de "Sello Real". Ahora planteamos la otra posibilidad de que el fenómeno celeste, extraordinario espectáculo cósmico, ocurriera en el momento de la muerte de la importante mujer, y que éste fuese el motivo del artista o de quien tal sugiriera, para que quedara plasmado cono homenaje de recordación de la difunta.
Antes de concluir, debo dejar aclarado, que para algunos detalles no he encontrado explicación, como es el caso de que sólo la mano y pie izquierdos de la mujer tienen cuatro dedos. Todas las otras, en todas las demás figuras tienen tres, en forma cruciforme, como lo es usual en las pictografías taínas. [2]
Estos pues, son mis puntos de vista… sólo eso.
A D D E N D U M
No deja de ser interesante, observar la similitud o semejanza extraordinaria y hasta chocante, que hay en cuanto a composición se refiere, entre el cuadro de la iglesia de Santo Tomás de Toledo, España de El Greco, y el trabajo artístico de la Cueva de las Maravillas al cual hemos hecho referencia.
Veamos: La posición en ambas obras maestras de el o los oficiantes de la ceremonia de enterramiento: de los obispos en un caso y del buhitío en el otro, es la misma.
Lo propio ocurre con el cuerpo del Conde y el de la mujer taína al momento de ser sepultados. Están ambos en colocación baja y en la misma posición relativa del cuadro al momento de la acción de inhumación.
El Greco, hace un despliegue de su ingenio y su fantasía en abigarrada demostración de imágenes cósmico-religiosas en la parte superior de su famosa obra.
En semejante posición y con motivaciones similares, los presenta el artista de la Cueva de las Maravillas.
¿Se pensaría que el autor de estas líneas pretende comparar el genio de El Greco con el taíno "salvaje" de referencia?
La respuesta es: sí.
¿Porqué no?
Otra cosa. Hay personas en este mundo de hoy que sustentan la teoría de la re-encarnación.
Para los que profesan estas ideas, y frente a lo antes descrito, le dejamos el campo para que sean ellos quienes nos den su respuesta.
Claro, el artista taíno precedió en siglos a El Greco.
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[1] En otras figuras pictográficas, también se puede observar que algunas muestran rodillas flexionadas, pero todos estos son buhitios, con sus correspondientes tocados en la cabeza, en evidente acción de alguna forma de danza ritual.
[2] Morbán Laucer, F.- "Las Cuevas de las Maravillas: Vestigios de una cultura precolombina en Santo Domingo, República Dominicana" - Boletín 33, Museo del Hombre Dominicano, pág. 17.
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