martes, mayo 15, 2007

Noticias del Frente Migratorio 012

DARLE UNA NUEVA DIRECCIÓN A LAS RELACIONES ENTRE LAS BANDAS LATINAS DE AMÉRICA Y EUROPA


Por: Jesús SánchezJurado
jesan.sevilla@gmail.com

RURAY.COM, Piura, Perú

Actualizado el: 15 de mayo 2007

Las relaciones que actualmente existen entre las bandas latinas de ambas partes del Atlántico no tienen una utilidad práctica para ninguna de las dos, por lo que debemos darle una nueva dirección que sea capaz de corregir de raíz los problemas que conllevan las bandas latinas.

Cada día se hace más necesario poner en marcha un programa para que las bandas juveniles dejen de ser un problema social. Si la iniciativa se pone en marcha, a la par, a ambas partes del Atlántico, tendrá muchas más posibilidades de alcanzar el éxito.

Las bandas latinas existen a ambos lados del Atlántico. Las bandas o pandillas, esa forma de juntarse un grupo de amigos para hacer cosas, primero de una forma espontánea y luego permanente, se dan por todas partes; que sean o no bandas latinas depende de que reúnan las características propias de aquéllas: surgen como una respuesta a la situación de pobreza extrema en que viven las clases sociales humildes en los países de Centroamérica y del Caribe y buscan darle cauce a la energía y al dinamismo juveniles de una forma transgresora de las normas sociales, tal ocurre en la zona de Centroamérica y del Caribe, donde la situación de las clases humildes es de una pobreza extrema, no existen las clases medias y sus hijos no tienen unos cauces mínimos para incorporarse a la sociedad con expectativas de crecimiento personal y de progreso social.

Con la inmigración, estas bandas llegaron a España y a Europa y han mantenido entre las dos partes del Atlántico una cierta conexión, aunque –al parecer- no tan continuada ni tan intensa como nos parecía hasta ahora. La labor que se quiere hacer en España con los miembros de estas asociaciones es tenderles la mano y ayudarles a que se integren; pero esto aún no se está llevando a la práctica con la suficiente presteza, sino que quedan zonas de marginación donde es preciso actuar; y en sus países de origen la situación tampoco ha cambiado mucho, por la sencilla razón de pertenecen a unos estratos sociales que siguen igual de mal que hace unos años o incluso unas décadas. Pues bien, estas conexiones entre los miembros de las bandas originales y de primera expansión (países vecinos) y los emigrados a España y otros países europeos no creo que deba ser vista como una amenaza y, consecuentemente, condenada, sino como una posibilidad de crecimiento para los unos y de integración para los otros.

Se trata de pararnos a analizar por qué se dan las cosas, ver sus pros y contras y jugar decididamente por lo que nos puede y debe favorecer, tanto a los países como a las personas. Propongo el siguiente análisis, basado en el deseo del contacto que tienen ambos grupos de jóvenes, en la oferta de la oferta de la propia experiencia, en forma que resulte enriquecedora para la sociedad y para el grupo receptor de esa experiencia; en definitiva, de introducir en la situación actual una dinámica de retroalimentación que la renueve y acelere.

Los miembros de las bandas que permanecen en sus países natales quieren mantener el contacto con los emigrados a causa de su deseo de vivir la misma aventura que éstos han vivido y de aprovechar la oportunidad que suponen que éstos han aprovechado, para lo cual quieren que la banda se expanda multinacionalmente y conservar su autoridad al otro lado del océano. No se dan cuenta de que tienen una información mala por su parcialidad, en la que se agranda lo bueno y se empequeñece lo malo que sus compañeros migrantes están viviendo: de ser tal como se les ofrece la idea, los que ya han venido no tendrían todos los problemas que están teniendo.

Los miembros de la segunda expansión de las bandas (los que han abandonado la zona de Centroamérica y el Caribe para llegar a otra con unas posibilidades sociales y económicas mejores, normalmente los EE.UU. y Europa) se encuentran –en una proporción difícil de fijar, porque no se ha realizado ningún estudio concluyente en este sentido- en una situación de marginación más o menos real y efectiva, pero al menos con un sentimiento de desubicación, de estar de lado, que dificulta su búsqueda de una identidad social y que hace que la busquen en sus recuerdos o en las historias que les han escuchado a sus padres sobre su tierra originaria. Esta información tampoco es buena, ya que se parchea los problemas que los obligaron a emigrar, se refugian en los recuerdos buenos y se dejan a un lado los malos.

La necesidad de mantener un contacto

Por tanto, ambos, los que se encuentran a uno y otro lado, sienten esa necesidad de establecer y de mantener un contacto que se corresponda con esas ideaciones según las necesidades previas que tiene cada grupo. Tienen que comprender que las cosas en realidad no son así, tienen que ser conscientes de que esas ideaciones pertenecen a su mundo interior y no las van a encontrar en la realidad, que caerían en el desengaño o en la frustración si siguen por ese camino…

Pero no por ello tienen que abandonar ese deseo legítimo de establecer y mantener el contacto, sólo que tienen que enfocarlo de un modo distinto y más ajustado a la realidad, en el que cada grupo le ofrezca al otro la experiencia que tiene.

Los chicos que permanecen en sus respectivos países viven a diario la experiencia de la necesidad, que es tan amplia que abarca los medios de vida, los recursos sociales y personales puestos a su disposición, los valores sociales, los principios éticos; y también la experiencia de la frustración de todo deseo de crecer ordenadamente y según sus posibilidades, por lo que pueden ofrecerles a los migrados su convicción de que, donde ellos están, en España u otro país receptor, pueden lograr todo lo que antes eran simples ilusiones, crecer como hombres y ganarse la vida sin necesidad de incurrir en la violencia como medio para lograrlo…

Y algunos de los que están viviendo en Europa tienen la experiencia de la desubicación, de estar fuera de sitio, de la marginalidad, tanto si es real o ficticia, de un echar de menos las cosas propias de su tierra; y pueden aportarles a los que permanecen en América los conocimientos y los recursos para poner en marcha pequeñas empresas y sostenerlas de una forma profesional, promoviendo un cambio en la sociedad, trayendo medio materiales y riqueza, favoreciendo el que otros chicos no se vean abocados a la emigración como único medio legítimo de buscarse la vida.

En consecuencia, se trata, primero, de formar a cada grupo, uno en cada país de Centroamérica y del Caribe y otro de sus compatriotas en Europa, en lo que deben aportar a la comunidad en la otra parte del Atlántico: ilusión por prosperar dentro de la sociedad receptora y capacidad emprendedora para crear trabajo y riqueza, respectivamente; segundo, de organizar un sistema de intercambio de jóvenes dentro de un programa destinado a cumplir con los objetivos aquí enunciados, un programa que podrá ser, según la voluntad de cada chico, temporal o definitivo; y de llevar a cabo un programa de intercambio cuya periodicidad será plurianual, ya que deberá abarcar el tiempo necesario para que los que vengan a Europa motiven a los chicos que ya están aquí y logren una formación mínima para volver a su país cualificados para formar parte del movimiento enriquecedor de su tierra, y los que van allá para que formen una empresa, la pongan en marcha y le den estabilidad.

Si les damos a los chicos una oportunidad, un ideal por el que luchar, los índices de violencia tan altos que se están dando en Centroamérica y el Caribe descenderán, con lo que la renta per cápita crecerá y la tasa de inversiones de los organismos públicos internacionales también lo hará; se trata, por lo tanto, de dar el primer paso.


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