Vladimir Putin
Por: Vicenç Navarro, Público, 01 04 14
Hace unos días publiqué un artículo Lo que no se está diciendo sobre Ucrania (Público, 18.03.14) en el que alertaba que una nueva Guerra Fría se estaba preparando, y me preocupa que lo que está ocurriendo desde entonces confirma esta preocupación.
Esta nueva Guerra Fría es entre Occidente, liderado por el gobierno federal de EEUU, y Rusia, que sustituye a la Unión Soviética. Rusia es presentada por EEUU y la UE como una fuerza imperialista que, continuadora de la tradición de la Unión Soviética, desea expandirse hacia el Oeste, habiendo mostrado esa vocación ofensiva anexionándose Crimea.
Según esta interpretación, Rusia se ha aprovechado de la crisis ucraniana para anexionarse Crimea. Esta es la versión más común de lo que está ocurriendo. Y forma parte de la demonización del gobierno ruso que, aun no siendo un fenómeno reciente, se ha incrementado (los mayores medios de información estadounidenses cubrieron ya muy negativamente los Juegos Olímpicos de Invierno que tuvieron lugar en el territorio ruso), alcanzando su máxima expresión estos días en la cobertura de la situación en Ucrania y en Crimea que han hecho estos medios. Y esta situación está alcanzando unos niveles preocupantes.
La visita del Presidente Obama a Europa ha reforzado este mensaje de que Rusia es una amenaza. Incluso riñó (y no hay otra manera de decirlo) a la UE por gastarse tan poco –según él- en gasto militar. Lo que Europa debería hacer –acentuó Obama- es lo que hace el gobierno federal de EEUU: gastarse mucho más dinero en defensa.
Conociendo el nivel de docilidad de la UE hacia el gobierno de EEUU, es más que probable que ningún gobierno de la UE le responda, pero es una lástima que no lo hagan, pues debe señalarse al Presidente Obama que el enorme retraso social de EEUU se basa, precisamente, en el excesivo gasto militar de aquel país.
Exigir que la UE se gaste más en defensa quiere decir en la práctica que gaste menos en su Estado del Bienestar y en mejorar el bienestar de la ciudadanía.
Pero antes de responder el argumento de que Rusia es una amenaza para Europa Occidental, quisiera hacer una clarificación de tipo personal.
Fui declarado persona non grata en la Unión Soviética del Presidente Breznev, y mi libro crítico Social Security and Medicine in the USSR fue prohibido en aquel país.
Habiendo mostrado mi simpatía, que continúo teniendo, hacia la Revolución Bolchevique, y habiendo agradecido –como también hizo Winston Churchill– la enorme contribución que el pueblo ruso y el régimen soviético hicieron a la derrota de Hitler, mi espíritu crítico también me forzó a hacer una crítica del sistema dictatorial que aquel país había establecido, en el que los equipos dirigentes del Partido Comunista se habían convertido en la nueva clase que controlaba el Estado y los medios de producción, persuasión e información para beneficio propio, lo cual continúa ocurriendo ahora, siendo esta casta ex comunista la nueva clase capitalista.
No se me puede etiquetar, por lo tanto, como pro ruso o pro soviético. No tengo, pues, ninguna simpatía ni por el régimen soviético ni por el régimen postsoviético, que considero escasamente democrático.
Habiendo dicho esto, tengo que subrayar que en el conflicto actual es Occidente (y muy en particular el gobierno federal de EEUU y el establishment que gobierna la Unión Europea) el que tiene una mayor responsabilidad en lo que está ocurriendo en Ucrania, incluyendo la anexión de Crimea por parte de Rusia.
La incorporación de Crimea a la Federación Rusa es la lógica respuesta a lo que ha estado ocurriendo en las fronteras de Rusia, donde la OTAN ha ido expandiendo continuamente su influencia y bases militares en los países limítrofes, lo que Rusia ha visto, con razón, como una amenaza a su existencia.
Las constantes aseveraciones de que la OTAN no tenía ninguna intención hostil hacia Rusia no eran creíbles. Y el comportamiento de la OTAN así lo atestigua.
Se olvida con excesiva frecuencia que Rusia vivió dos experiencias horribles durante el siglo XX.
Una fue la intervención militar del 1918-1921 en la guerra civil rusa, orientada a deponer la revolución del 1917.
Y la segunda fue durante el periodo 1941-1945 con la invasión nazi, que le costó más de 20 millones de muertos (un coste humano enorme no sufrido por ningún otro país durante la Segunda Guerra Mundial).
El pueblo ruso tiene memoria histórica, y la invasión nazi y la lucha del pueblo ruso en contra del nazismo son parte del imaginario colectivo vivo de aquel país.
La continua expansión de la OTAN hacia el Este ha sido una constante provocación. Y se veía venir que algo ocurriría, pues lo que estaba sucediendo era insostenible.
El movimiento popular en contra del gobierno corrupto de Ucrania no fue en sí la chispa del problema. Lo fue, en cambio, el protagonismo dentro del nuevo gobierno ucraniano de fuerzas políticas herederas de las que lucharon al lado de Hitler frente al Ejército soviético.
Y para más inri, estas fuerzas abolieron la ley que protegía el ruso, ampliamente utilizado en el este del país.
¿No veían los gobiernos de EEUU y de los países miembros de la UE que cada acción era una provocación? En realidad, varios autores predijeron que Rusia respondería, como ha respondido.
Ni que decir tiene que el gobierno ruso dirigido por el Presidente Putin es un régimen que debe denunciarse y criticarse por su componente autoritario, insensible a los derechos humanos, que viola en su legislación derechos sociales, laborales y políticos.
Pero el científico social tiene que intentar ser objetivo.
Y no son sostenibles ni la tesis que demoniza al régimen Putin, presentándolo como la causa de las tensiones en Ucrania, ni aquella otra presente en amplios sectores de las izquierdas, que en su intento de ser ecuánimes indican que la culpa la tienen los dos bandos.
No, la responsabilidad es la del gobierno federal de EEUU y de los gobiernos de la UE. Sería un gran error que la UE siguiera al gobierno federal de EEUU, precisamente en un momento en el que el propio pueblo estadounidense ha mostrado, en su activa movilización en contra de la intervención en Siria, su hartazgo hacia las continuas intervenciones militares del gobierno federal de EEUU, para mayor gloria y beneficio del complejo militar de aquel país.
La Unión Europea no debe seguir los pasos de aquel gobierno.
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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).
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