jueves, noviembre 02, 2006

Noticias del Frente Ancestral 009

Las vampiras de mi tierra no tienen ombligo

Con motivo del aniversario de los fieles difuntos, epistheme se complace en publicar la versión preliminar del texto de la presentación en power-point ilustrada, que presenté en la IV Conferencia de Género del Centro de Estudios de Género, del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), el pasado jueves 26 de octubre, 2006. En la misma propuse abrir la línea de investigación de estudios etnogenéricos, de la cual el siguiente trabajo “mitopoyético reconstructivo” sería, tal vez, la primera producción en Kiskeya.

Yaguarix

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La Figura Femenina en el Imaginario Indígena de la Americanía

Antonio Yaguarix de Moya
Consejo de Ancianos/as, Guabancex Viento y Agua

guabancex@gmail.com, polisintesis@gmail.com, episthemetony@gmail.com

“En este vacío en que caminamos hacia un futuro incierto, la religión popular nos aconseja precisamente escuchar el llamado de la Madre rústica que, vestida de hombre, es el sello de nuestra cultura.”

Natalia Correia (1984)

El presente trabajo persigue los cuatro siguientes objetivos: (1) Definir los grandes mitos abductores indígenas como representaciones de la mediación con la muerte en la Americanía; (2) Explorar cómo se conciben estos mitos dentro de la mentalidad indígena matrista; (3) Introducir los principales personajes míticos femeninos amerindios y analizar su unidad sustantiva; y (4) Ejemplificar la vigencia actual de estos mitos abductores en el imaginario colectivo.

¿Qué son los grandes mitos abductores?

Los grandes mitos abductores o de raptos metafísicos, de acuerdo con Valsiner (1989) y Gupta & Valsiner (1998), son complejos inputs sociales para el establecimiento y el funcionamiento de los fantasmas o espectros. Constituyen la transformación de personas en animales míticos, y de animales míticos en personas – seres ominosos y seductores -- que representan el misterium tremendum del encuentro con la muerte. Los mitos son constantemente reconstruidos, pero se mantiene firme el conjunto básico de significados que contienen. Pertenecen a la “cultura colectiva” que les confiere la inmortalidad, siendo ésta la base de la cultura personal que posibilita su indisoluble existencia espectral. Como seres transhistóricos, que enlazan el pasado con el presente y el futuro de los actores. En este sentido, como señaló Lévi-Strauss (1963), en sus metafóricas y poéticas palabras, “el mito es una entidad intermediaria entre un agregado estadístico de moléculas y la estructura molecular misma.”

Funciones de los mitos

Se han discutido cuatro funciones básicas de los mitos, a saber: (1) Función metafísica-mística o religiosa, que radica en la capacidad implícita del mito de generar temor y humildad, por su asociación mental con la muerte; por su carácter ominoso, sólo pensarla, mirarla o llamarla es traerla. (2) Función cosmológica, la cual se refiere a las explicaciones del mundo que van sucediéndose, tales como las revoluciones científicas del pensamiento. (3) Función (de control) social, consistente en legitimar y mantener el orden establecido; Williams (1977) y Taxel (1989), refiriéndose a la literatura, llaman a esto la “tradición selectiva,” que implica que los libros (y los mitos) reproducen una cosmovisión del mundo a través de estereotipos, e intentan legitimar el orden presente como natural y eterno. Y (4), finalmente, la Función psicológica, que intenta centrar y armonizar al individuo con el gran misterio.

El mito en la mentalidad de la Americanía

Vila-Selma (2001) aporta la base de una nueva comprensión de la centralidad del mito dentro de la mentalidad de nuestra cultura congénita. Este autor parte de la noción de que existe una unidad sustantiva de todas las culturas amerindias precolombinas, lo que hace justicia al concepto de “préstamo cultural” como parte de la dinámica del cambio sociocultural permanente en el continente. Esto se complementa con lo que él llama “visión unitaria y unificante de la diversa realidad,” donde “la cultura sólo es cuando tiende a salvar la diferencia y la distancia entre opuestos. Cultura, entonces, sería la búsqueda de concordancia entre elementos dispares y múltiples de la realidad. La creencia en el mito es una expresión del yo-mismo (self), la aceptación y la conciencia de que la Vida está integrada en el ritmo del cosmos. El corolario de esta cosmovisión, es el mestizaje, el cual, en sus palabras, “debe ser el nombre de la dinámica sin fin” de la Americanía. No es de extraer, en consecuencia, que pudiéramos hablar, incluso, del mestizaje de los mitos amerindios, como veremos más adelante.

Americanía, espiritualidad y descendencia

Estañol (2004) nos adentra en algunos aspectos centrales de la espiritualidad amerindia. Nos presenta a una Diosa-Madre, Gran Madre Universal o Partenogenética, que es lunar y terrestre a la vez. Nos habla de que la herencia, tanto del linaje como del poder, se daba por línea materna, al no haber para entonces pruebas de ADN que pudieran comprobar la paternidad específica de alguien. Nos habla también de los patrones poligámicos que existían para los kacikes en las culturas amerindias, y cómo estos debían pasar, para ejercer el gobierno, 6 años purificándose en una cueva, no podían tomar sal, ni tener relaciones sexuales en ese tiempo.

Analizando la “religión de la madre” en Portugal, Espirito Santo (edición 1990) nos dice que ésta tiene siempre el carácter teodemocrático del politeísmo y el marianismo popular. La feminización de los santos venerados popularmente, sostiene, nos indica el matronato de la divinidad femenina.

De ahí la feminización del rol sacerdotal, ejemplificada básicamente en la llamada “tradición bardaje” (socialización del varón como hembra como andrógino ritual – mediador entre los sexos -- con fines religiosos, políticos y domésticos). La ambigüedad y complementariedad sexual podría estar emparentada con la dicotomía genérica en los roles inseparables de kacike y de bejike.

Sistema matrista

El sociólogo portugués Moisés Espirito Santo (1990) expone las principales características de los sistemas matristas: (1) Culto a las piedras vaginales; (2) Serpiente ginocrática; (3) Circularidad femenina de la aldea; (4) Lunaridad; (5) Santificación de las aguas uterinas; (6) Sacerdocio femenino (“mujeres virtuosas”); (7) Magia de la palabra (fórmulas de encantamientos, ensalmos, poesía). Por razones de tiempo la discusión de estos aspectos quedará pendiente para la publicación formal de este artículo.

Matrismo indígena

Por su parte, Ruiz-Mel (1999) analiza la operación del matrismo en la cultura amerindia. Para él, en sus orígenes, la mujer indígena era el eje central del yukayeke (tribu, comunidad), tomaba parte central en las ceremonias religiosas, era dueña de su cuerpo y se le instaba a iniciarse sexualmente y explorar su sexualidad. La mujer de mayor experiencia sexual tenía un lugar de importancia en la comunidad. El marianismo popular cristiano, centrado en la figura de la Virgen Madre, se entiende así como una continuación de las ideas matristas indígenas. Sin embargo, Vélez (1997) sugiere que tal marianismo es un código de comportamiento que lleva a la mujer en un pedestal de virgen inmovilizada que no puede participar activamente en su realidad.

Amazonas, guerreras y almas en pena: La mitología transhistórica en México, Centroamérica, Colombia y Venezuela

La presentación mítica de la figura femenina amerindia, desde un punto de vista feminista radical, podría ser vista como una serie de historias de horror extremo que desacredita a las mujeres (Gupta & Valsiner 1998). No obstante, esto parece distar bastante de la realidad, donde el terror y la seducción parecen jugar el juego sin fin del eterno retorno, disfrutándolo y temiéndolo con un gran sentido del humor. Sin pretender ser exhaustivos, se presentan aquí algunos de los espectros amerindios que parecen vivir cotidianamente” al lado” nuestro, aunque hay también algunos personajes ominosos masculinos que escapan a este análisis.

Amazonas y guerreras – Matininó


El mito de las amazonas y las mujeres guerreras está presente virtualmente en todas las culturas conocidas, sin que pueda demostrarse que su universalidad se deba necesariamente a un fenómeno de difusión social. El mito nos dice que en América (y el mundo) había mujeres que hacían la guerra junto a los hombres: “si algún (indio) huía, ellas mismas los mataban a palos.” “Van a la guerra… y cada una tiene una mujer que la sirve y con quien dice estar casada.” También existe el mito de sociedades exclusivas de mujeres, como la mítica Matininó (Martín Cano 2002), donde supuestamente las mujeres cazaban a los hombres, se inseminaban con ellos y luego los mataban, retornando a los hijos varones tres años más tarde. Dos breves citas: “hay una provincia de mujeres tan varoniles y robustas, que suelen andar con las armas en las manos…”; “hay una isla poblada por mujeres que dos meses del año admiten hombres.”

Quetzalcóatl-Cihuacóatl (Quilaztli), La Llorona, La Malinche

Estos espectros son oriundos de México. Se dice que “algunos despertaron por los llantos de una mujer que andaba por las calles, en la neblina fabulosa de las noches de luna llena, vestida de blanco con un velo en su rostro…” Existen tres versiones principales de este personaje. La primera sostiene que se trata de la Deidad Quetzalcóatl-Cihuacóatl (Quilaztli), de la cultura mexica, quien auguraba eventos terribles para su Pueblo. Es la Serpiente emplumada (hibridizada con un águila), símbolo de la unión entre la Tierra y el Cielo. Ella fue la primera mujer en dar a luz y es protectora de partos y mujeres muertas al parir. Se dice que abandonó a su hijo Mixcóatl y regresa frecuentemente a llorarlo. La segunda versión dice que se trata del alma de La Malinche, amante de Hernán Cortéz, penando por haber traicionado a los mexicanos durante la Conquista. La tercera propone que es una mujer ostentosa y codiciosa que al enviudar perdió su riqueza, ahogó a sus hijos, murió y regresa a penar sus crímenes (Wikipedia 2006).

La Mujer Jaguar

La mujer jaguar también es oriunda de México. Se dice que “cambia y muta con el tiempo, con las estaciones, con la lluvia y con el sol, es una y muchas al mismo tiempo.” Que “enjaulada se hace una mujer resentida y frustrada,” que “busca desesperadamente un hombre que la contenga,” y que “atrapa con la mirada.” Es seductora y felina (Gupta & Valsiner 1998).

La Siguanaba, La Siguamonta o “La Sucia”

Este personaje es oriundo de Honduras y El Salvador. Es una mujer elegante, con rostro desfigurado cubierto por una espesa cabellera gris. Tiene uñas puntiagudas, espanta a los hombres solteros o amancebados. Es madre de El Cipitillo, “espíritu burlón.” (Castillo 2003)

La Sayona

La Sayona es oriunda de Los Llanos, Colombia. Es una mujer delgada, alta, de uñas y pelo largo, “muy elegante.” “Camina tambaleándose,” “es gélida y espantosa.” Es capaz de “desdoblarse” en perro, lobo o mujer. Se dice que mató a su marido y a su madre por celos. Persigue a los hombres infieles para asustarlos o matarlos.

La Marimonda

La marimonda es oriunda de Venezuela y Colombia. Se dice que “entre la luz de la luna llena se ve una mujer muy hermosa de piel blanca y cabellera gris larguisima” y que “cuando el arroyo se seca es que ella va a venir.” “No se debe hablar de ella.” Su rostro se convierte en calavera descarnada. Araña-mono. Disfraz de la burla y de la irreverencia.

La Cegua (La Tzegua)

La cegua es oriunda de Costa Rica. Es una bella mujer joven con voz de sirena. Se aparece en los caminos pidiendo que la lleven en andas o en vehículo al próximo poblado para buscar ayuda para su madre enferma. Tiene el rostro de caballo, oculto en su cabellera. Su beso a un hombre es fatal, al descubrir éste que se ha topado con la muerte. (Lovo 2006)

Cultura Taina: Opía y Ciguapas

Keegan & Maclachlan (1989) estudiaron la interrelación de la organización social, específicamente la residencia matrilocal / avunculocal (en casa de la madre, o alternativamente en la de uno y otro) y la descendencia matrilínea, y los poblamientos tainos lucayos del archipiélago de las Bahamas, cerca de los años 800-1500 de nuestra era. El estudio intenta contestar preguntas sobre los lazos de parentesco y la política de los tainos y sobre la evolución de los cacicazgos avunculocales. Los resultados incluyen una reconstrucción notablemente completa de la organización social y la comprobación de una secuencia evolutiva propuesta para el desarrollo de instituciones avunculocales.

Opía: Espíritus tainos de los muertos

De acuerdo con el magistral trabajo de Poviones-Bishop (2001), basado principalmente en las crónicas colombinas de Fray Ramón Pané (1999), los espíritus de los muertos (opía o jupía) trataban de seducir a los vivos [i.e., para volver a la vida, quitándosela]. Estos seres no tenían continuidad biológica (“ombligo”) ni identidad (“rostro”). Se dice que las opía se desvanecían en el leve aire cuando hombres vivos intentaban asirlas. Salían de noche a “celebrar y acompañar a los vivos” [i. e., “esperando un descuido] Podían transformarse en múltiples formas.

La Ciguapa

La ciguapa es oriunda de Kiskeya. Es descrita como una mujer diminuta e irresistible, arisca, de suave y larga cabellera que la recubre. Su piel es morena, sus ojos negros y rasgados, y tiene los pies torcidos, por lo que avanza retrocediendo. Habita en pozas y manantiales, donde las ven los campesinos. Tiene un corazón cazador, embruja, ama y mata a los caminantes. “No deben mirarse a los ojos.” (Ubiñas 2001; Atiles 2005).

La Rubia del SIDA

La Rubia del Sida es una muchacha “muy hermosa,” comúnmente “puertorriqueña,” que fue infectada con el VIH por su novio. Decide vengarse enamorando a hombres ricos y tener sexo con ellos. Al dormirse estos, ella se iba, dejando la nota o escribiendo en un espejo con lápiz labial: “Bienvenido al Club del Sida.” La gente dice que “nadie puede asegurar si existe o no, muchos dicen que han sido sus víctimas”. Muchas mujeres rubias fueron agredidas o se tiñeron el pelo en Santo Domingo en 1983-85, cuando el primer pánico heterosexual del VIH y Sida.

Conclusiones

Los grandes mitos abductores indígenas son mediaciones asociadas con el temor y la fascinación con el misterium tremendum de la muerte. En la mentalidad matrista amerindia la muerte parece tener rostro de mujer, aunque hay personajes ominosos masculinos. Las encarnaciones de los mitos son variadas, pero en el fondo son casi idénticas y reiterativas, mostrando la unidad sustantiva de las culturas indígenas, a pesar de su diversidad. Los mitos abductores se mantienen intactos y vigentes en el imaginario colectivo actual, como lo demuestra la respuesta social ante la llamada Rubia del Sida. Estas consideraciones nos llevan a formular una hipótesis final, para comenzar el trabajo investigativo: La creencia visceral en el mito se instala alrededor de los tres años de edad en el/la niño/a como una impronta indeleble que lo/a guía de por vida.

Referencias

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