lunes, diciembre 17, 2012

Noticias del Frente Sensorial 070

El necesario rescate de lo sagrado

 

Por Leonardo Boff, teólogo


ecología, dic 14 2012

Una dimensión sine que non para inaugurar una nueva alianza con la Tierra reside en el rescate de la dimensión de lo sagrado. Sin lo sagrado la afirmación de la dignitas terrae y de sus derechos solamente es una retórica sin efecto. Lo sagrado es una experiencia fundadora. Subyace a las experiencias que dieron origen a las religiones y a las culturas humanas.

Los últimos siglos se vienen caracterizando por una sistemática intervención en los ritmos de la naturaleza hasta el punto de quedar sordos a la musicalidad de los seres y ciegos ante la grandeza del cielo estrellado. Con ello perdemos la experiencia de lo sagrado del universo. En su lugar ha empezado a prevalecer una vasta profanidad que reduce el universo a una realidad inerte, mecánica y matemática y la Tierra a un simple almacén de recursos entregados a la disponibilidad humana. Se ha quitado la palabra a todas las cosas para que solo imperase la palabra humana.

Si no conseguimos rescatar lo sagrado, difícilmente garantizaremos el respeto a la Tierra y a los demás seres que poseen un valor intrínseco. La ecología se transformará en una simple técnica para administrar la voracidad humana pero jamás para superarla. La pretendida nueva alianza significará solamente una tregua para que la Tierra se rehaga de las llagas recibidas, y para recibir otras inmediatamente después, porque el modelo de relaciones agresivas no ha cambiado ni se ha transformado nuestra actitud básica de ausencia de respeto y de sacralidad.

Antes de cualquier otra cosa, es necesario que nos reencantemos con el universo. Esto lo expresó muy bien el astronauta norteamericano Edgar D. Mitchell en 1971 a bordo del Apolo l4 camino a la luna. Exclamaba boquiaberto: “Desde aquí, a miles de millas de distancia, la Tierra muestra la increible belleza de una joya espléndida de color azul y blanco fluctuando en el vasto cielo oscuro. Cabe en la palma de mi mano. En ella está todo lo que es sagrado y amado por nosotros”.

¿Qué es lo sagrado? No es una cosa. Es una cualidad de las cosas, que de forma envolvente nos toma totalmente, nos fascina, habla a lo profundo de nuestro ser y nos da la experiencia inmediata de respeto, de temor y de veneración.

Rudolf Otto, un clásico estudioso del fenómeno en Lo Sagrado (das Heilige), describe en dos palabras-clave la experiencia de lo sagrado: lo tremendum y lo fascinosum. Lo tremendum es aquello que nos hace temblar por su magnitud y porque desborda nuestra capacidad de soportar su presencia. Ésta nos hace huir debido a su intensidad arrasadora. Y al mismo tiempo es fascinosum, es decir, aquello que nos fascina, nos arrastra como um imán irreprimible porque nos concierne absolutamente. Lo sagrado es como el sol: su luz nos arrebata y nos llena de entusiasmo (fascinosum), y a la vez nos obliga a desviar la mirada porque nos puede cegar y quemar (tremendum).

Es esa experiencia ambivalente la que los seres humanos originarios tuvieron y que todavía podemos tener nosotros en contacto con el cosmos, con la Tierra, con la vida, con las personas carismáticas, con la atracción amorosa entre un hombre y una mujer. Sintieron comunicarse en estas realidades una fuerza irresistible, expresada clásicamente por la palabra melanesia de mana o por el axé de las religiones afro. Potencialmente todas las cosas son portadores de mana o de axé. Son por excelencia la revelación de lo sagrado, su epifanía y diafanía.

Por debajo de todo opera, como nos dicen los modernos cosmólogos, la Energía fontal, el Abismo generador de todas las cosas, el Spiritus Creator. Lo sagrado irrumpe en nosotros cuando internalizamos la visión contemporánea del universo en evolución y en cosmogénesis. No basta esta cosmovisión que podemos encontrar en Google. Lo que necesitamos es una conmoción y una experiencia de choque. Necesitamos sentirnos dentro de estos conocimientos sobre el cosmos, la Tierra y la naturaleza porque son conocimientos sobre nosotros mismos, sobre nuestra ancestralidad y sobre nuestra realidad más profunda. Tales conmociones son las que modifican nuestras vidas.

Cómo no extasiarse ante la inmensidad de energía lanzada en la singularidad del big bang, en la formación del campo de Higgs, que permitió conferir masa a las partículas originarias, la formación de las nubes de gases que dieron lugar a la primera generación de estrellas, que después de explotar dieron origen a las galaxias, las estrellas, los planetas y a nosotros mismos. Es lo fascinosum.

¿Qué existe más tremendo y misterioso que la masiva destrucción de la materia inicial por la antimateria dejando apenas un remanente de una milmilionésima parte, de la cual se origina todo el universo y nosotros mismos? Aquí lo tremendum se asocia a lo fascinosum. Y podríamos enumerar otras tantas experiencias.

Todas ellas nos colocan delante de una realidad cuya mejor forma de abordarla es a través de la teoría de la complejidad por la cual los contrarios se hacen complementarios, y nos lleva a aceptar que somos parte y parcela de este Todo. Sólo nos integramos y nos sentimos en casa cuando nos asociamos a esta sinfonía y disfonía, cuando comprendemos que el bombo convive con el violín, cuando usamos nuestra creatividad para actuar con la naturaleza y nunca contra ella o a contracorriente de ella.

Este sentido de lo sagrado así asumido nos hace regresar de nuestro exilio y despertar de nuestra alienación. Nos introduce en la Casa que habíamos abandonado. Solamente una relación personal con la Tierra nos lleva a amarla. Y lo que amamos no lo explotamos sino que lo respetamos y veneramos. Ahora podrá comenzar una nueva era, no de tregua, sino de paz perpetua (Kant) y de verdadera religación de todo con todo.

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¿De qué escribiremos los cuentistas y novelistas si todos los demás ficcionan como ahora?

Por Eduardo Gautreau de Windt

“Abatido por la nueva desgracia, no supo qué hacer, pero guiado por su irrefrenable deseo de continuar no tuvo otro camino que mentir. Mentir fingiendo que estaba bien, que todo estaba bien, aunque tuviera que disimular su propio miedo; mejor aún dominarlo u olvidarlo, quizás, al final, todos y hasta él mismo se convencería que todo estaba bien. Y si no era así, como en verdad lo era, ya vería qué se hacía al respecto.”

El párrafo anterior podría ser parte de una de las ficciones que escribo, en mi oficio afanoso de escritor. Jamás sería parte de un escrito o texto médico, pues en esta, por ser ciencia uno tiene que encarar la realidad, sin mentiras o escaramuzas, por bien del paciente, por respeto a la ciencia y por culto a la verdad. Es más, ni siquiera se permiten las mentiras piadosas. Sin reparar en la importante necesidad que tenemos los humanos de la mentira.

Ella, la mentira, es tan importante para la supervivencia humana que siempre ha sido intrínseca a nosotros desde siempre. Por eso la necesitamos. Sea como mentira en sí, directa, a la clara, o sea dulcificada y sublimizada por la ficción; nos sirve para engañarnos (autoengañarnos), para escapar de la dura realidad, para pensar que hemos alcanzado la(s) utopía(s) que eternamente deseamos, aún sin esperanzas. Nos sirve para soñar, para jugar a ser lo que no somos, pero que anhelamos ser con todo el corazón (con el cerebro, más bien).

Recordando al célebre Platón (la realidad no es la que percibimos con los sentidos, es otra, es distinta, lo que percibimos solo son las apariencias), pienso que hoy, más que antes, vivimos de las apariencias, vivimos de y por la mentira. Basta dar una simple mirada a la postmodernidad en la que navegamos y constatar que la publicidad, el comercio, la política, etc., se alimentan a diario de la mentira. Es más, hoy, que la realidad supera fácil a la literatura y al arte, temo que los “líderes” superen a los escritores, ambos en aras de supervivir (ficción, ficción, ficción) en lo que hacen y dicen los políticos, los artistas, los religiosos, los deportistas.

Una de las formas de llamarle a esta etapa que vivimos también es la era de los desencantos, y al respecto la mentira juega un rol preponderante: campeones mundiales gracias a los esteroides, reinas de belleza fabricadas por la magia del bisturí, productos comerciales que son un fiasco pero con el respaldo de una publicidad efectiva que mueve al consumo mediante el lavado masivo de cerebros, y, peor todavía, políticos y gobernantes que dicen y luego que dicen no cumplen o donde dijeron digo ahora es diego. Por todo esto la majestad de los cargos, la honorabilidad y la confianza en las “figuras” públicas rueda por el suelo. 

Ahora casi nadie cree en nadie, no importa quien sea o que represente. Aquí o allá es lo mismo. Ayer, Clinton ficcionó sobre sexo, hoy Rajoy es cuestionado por sus palabras, Chávez dijo que estaba curado (cuando todos los que sabemos algo sobre su tipo de enfermedad teníamos fuertes dudas); aquí se nos dijo que la economía estaba blindada y que el crecimiento era sólido y que no corríamos peligros. Bla, Bla, bla, todo es ficción, o como diría Segismundo:

“¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

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MUJER, NAVIDAD Y POESÍA


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EL ESPÍRITU PALMERO VIVE


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YOU CAN FLY

Video: http://www.youtube.com/embed/Cd6C1vIyQ3w

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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).

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