Jean-Marie le Pen, "La Bestia" (el Vincho francés)
Jean-Marie le Pen, líder de la derecha francesa, sugirió detener la tendencia demográfica en África y detener el flujo migratorio de africanos hacia Europa enviando a aquel continente “al señor Ébola”, una referencia diabólica al virus más peligroso que conoce la humanidad. Le Pen hizo una invitación al exterminio.
El expresidente francés Nicolás Sarkozy propuso la suspensión del Tratado de Schengen, que defiende la libre circulación de personas entre treinta países europeos. La libre circulación del capital ya no encuentra barreras en el mundo… Y en las elecciones del 25 de mayo la extrema derecha europea aumentó el número de sus representantes en el Parlamento Europeo.
La caída del muro de Berlín aplastó las utopías liberadoras. La izquierda europea fue tragada por el neoliberalismo, y hoy día ante la crisis que abate al viejo continente no hay ninguna fuerza política significativa capaz de presentar una salida al capitalismo.
Aquí en el Brasil ningún partido considerado progresista apunta hoy hacia un futuro alternativo a ese sistema que solo profundiza, en este pequeño planeta en el que nos es dado disfrutar del milagro de la vida, la desigualdad social y la exclusión.
¿Nos encaminamos de nuevo hacia el fascismo? Luis Britto García, escritor venezolano, recalca que una de las características principales del fascismo es la estrecha complicidad entre el gran capital y el Estado. Éste solo debe intervenir en la economía, tal como pregonaba Margareth Thatcher, cuando se trata de favorecer a los más ricos. Además, como hacen Obama y el FMI desde el 2008, al desencadenarse la crisis financiera que condena al desempleo, actualmente a 26 millones de europeos, en su mayoría jóvenes.
El fascismo niega la lucha de clases pero actúa como brazo armado de la élite. Prueba de ello fue el golpe militar de 1964 en el Brasil. Su táctica consiste en aterrorizar a la clase media e inducirla a cambiar la libertad por la seguridad, ansiosa por un “mesías” (un ejército, un Hitler, un dictador) capaz de salvarla de la amenaza.
A la clase media le encanta hacerse la ilusión de que es candidata a ser élite aunque, mientras tanto, viaje en clase ejecutiva. Sin embargo cree que dentro de poco pasará a ir en primera clase… Y rechaza la posibilidad de viajar en clase económica. Por eso se siente sumamente incómoda al ver los aeropuertos repletos de personas de las clases C y D, como sucede ahora en el Brasil, y no soporta tropezarse con gente de la periferia en los suntuosos pasillos de los centros comerciales. En fin, odia mirarse en el espejo…
El fascismo es racista. Hitler odiaba a los judíos, a los comunistas y a los homosexuales, y defendía la superioridad de la raza “aria”. Mussolini masacró a los libios y etíopes (abisinios), y planificó sacrificar medio millón de eslavos “bárbaros e inferiores” a cambio de cincuenta mil italianos “superiores”…
El fascismo se presenta como progresista. Mussolini, que llegó a trabajar con Gramsci, se decía socialista, y el partido de Hitler se llamaba Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes, más conocido como Partido Nazi (de Nationalsozialist).
Los fascistas se apropian de símbolos libertarios, como la cruz gamada, que en Oriente representa la vida y la buena fortuna. En el Brasil los militares y los adeptos del cuartelazo de 1964 lo llamaban “Revolución”.
El fascismo es (fanático) religioso. Mussolini hizo bendecir sus tropas por el papa cuando fueron enviadas a la Segunda Guerra Mundial. Pío 12 no denunció nunca los crímenes de Hitler. Y Franco, en España, y Pinochet en Chile, obtuvieron bendiciones especiales de parte de la Iglesia Católica.
El fascismo es misógino. El líder fascista nunca aparece al lado de su mujer. Como decía Hitler, las mujeres quedan reservadas para la triple K: Kirche, Kuche, Kinder (Iglesia, cocina, niños).
El fascismo es antiintelectual. Odia la cultura. “Cuando oigo hablar de cultura saco la pistola”, decía Goering, brazo derecho de Hitler. Casi todas las vanguardias culturales del siglo XX fueron progresistas: expresionismo, dadaísmo, surrealismo, constructivismo, cubismo, existencialismo… Los fascistas las consideraron “arte degenerado”.
El fascismo no crea, recicla. Solo se fija en el pasado, un pasado imaginario, idílico, como las “viudas” de la dictadura del Brasil, que se quejan de los manifestantes y de las huelgas y dejan fluir su nostalgia por el tiempo de los militares, cuando “había orden y progreso”. Sí, había la paz de los cementerios… asegurada por una censura férrea, que impedía a la opinión pública saber lo que de hecho ocurría en el país.
El fascismo es necrófilo. Asesinó a Vladimir Herzog y a fray Tito de Alencar Lima; encarceló a Gramsci y a la madre Maurina Borges; repudió a Picasso y los teatros Arena y Oficina; fusiló a García Lorca, a Víctor Jara, a Marighella y a Lamarca; e hizo desaparecer a Walter Benjamín y a Tenorio Junior.
Cuando vayamos a votar este año reflexione a ver si usted va a estar plantando una semilla del fascismo o colaborando a extirparlo…
Frei Betto es escritor, autor de “Bautismo de sangre”, entre otros libros.
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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).
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