Ucrania: “La oposición política ucraniana quiere aprovecharse
del movimiento Euromaidan”
Elvira
Huelbes, Cuarto Poder 10 12 13
La presión
de los manifestantes de Euromaidan -como se autodenominan los
europeístas- que exigen la renuncia del presidente ucraniano Yanukovich
y la firma de un tratado de asociación con Europa -además de elecciones al
parlamento y nuevo presidente- crece por momentos en la Plaza de la Independencia,
de Kiev, donde no cabe ni un alfiler. El frío de diciembre no parece hacer
mella en la gente que se arremolina al calor de la protesta, harta de
corrupción y de mentiras, de ineficacia y de mal gobierno.
Pero los
manifestantes tampoco confían en la oposición, ni en la exprimera ministra Timoschenko,
en la cárcel por corrupta. Ni en nadie del partido Libertad (Svoboda),
de un ultranacionalismo que deja pálidos a los más ultras de Bildu y ERC juntos
y elevados a la ‘n’ potencia.
En cuanto al
bueno de Yanukovich, los más viejos del lugar se acordarán de cómo amañó las
elecciones frente a su opositor Victor Yuschenko, y cómo éste, una vez
ganadas las elecciones, en 2004, fue misteriosamente envenenado, aunque
sobrevivió con graves secuelas.
Cuartopoder.es se ha puesto en contacto con Frans
Geraedts, filósofo holandés que lleva cinco años viviendo y trabajando en
la segunda ciudad de Ucrania, Lviv –que nosotros debiéramos llamar
Leópolis; los alemanes la llaman Lemberg- donde se originó el grueso
de la abrumadora ola de protesta contra el gobierno. Geraedts, junto con su
colega Ruud Meij, trabaja en Gobernance & Integrity, una
compañía europea conocida por su observación de los grados de corrupción de los
gobiernos que, por cierto, anuncia una próxima visita a nuestro país.
Geraedts se
lamenta de la mala información que se está dando, “no tanto del núcleo duro
de la noticia, cuanto del contexto y la calidad de la información que no aclara
gran cosa. Por ejemplo, el hecho de que ningún político de la oposición,
incluida Timoschenko, tiene credibilidad para Euromaidan y los medios europeos
lo han obviado totalmente”.
La ciudad de
Lviv, la Barcelona ucraniana, es una ciudad de 800.000 habitantes de los que
120.000 son estudiantes, primeros responsables de la protesta que, desde el
principio ha sido un movimiento estudiantil.
“Más
preciso sería llamarlo generacional, de la gente que nació después de 1990
–dice Geraedts- es decir, tras la independencia de Ucrania. Hay marcadas
diferencias generacionales aquí: la generación del régimen soviético, la de la
transición y la de los nacidos después”.
Lviv es una
ciudad eminentemente volcada a Europa, en la que la iglesia dominante, la
católica griega, muy hermanada con Roma, siempre reconoció la autoridad del
Papa, se desvinculó del régimen zarista y nunca colaboró con el soviético,
convirtiéndose así en la iglesia de resistencia, prohibida por los comunistas.
“Es una
ciudad donde se han producido graves genocidios: antes de la SGM fue una ciudad
judía, polaca, alemana y ucraniana. Hitler y Stalin se aliaron
para acabar prácticamente con todos los judíos, intelectuales y resistentes,
todo lo cual conforma la idiosincrasia de sus habitantes. Fue la ciudad más
activa en apoyar la revolución naranja para crear un estado decente”.
La
municipalidad de Lviv está dominada por la extrema derecha nacionalista ya
mencionada, Svoboda (Libertad), cuyo líder, Oleh Tiahnibok, está
haciendo su agosto demagógico, preguntando a la gente congregada en la calle si
quieren ser europeos para erigirse él como adalid del movimiento de protesta,
para desesperación de la mayoría de los manifestantes.
Geraedts
cree que en las próximas elecciones van a verse muy reducidos por lo mal que lo
hacen. Por otra parte, el alcalde, decidido partidario del Euromaidan, es de
ideología democratacristiana, para entendernos, aunque resulta difícil
establecer comparaciones. “Es muy interesante. Es un tipo rico, empresario,
dueño de importantes medios de comunicación, que ha apoyado desde el primer
momento a la gente. En nuestro trabajo de observación hemos comprobado que
realmente quiere mejorar la ciudad, infraestructuras, calidad de los servicios,
imagen. Y es firme en la determinación de hacer de Ucrania una democracia real”.
Hay que
recordar que Ucrania ocupa el puesto número 144 en corrupción, según Transparencia
Internacional, el peor de Europa, así que estos observadores ven al alcalde
de Lviv como una auténtica figura de transición que, sin duda, dará que hablar.
Tras los
tumultos entre policía y manifestantes en Kiev, hace unas semanas el
alcalde de Lviv, Andrei Sadovy, advirtió públicamente que “si la
policía antidisturbios viene a Lviv a atacar la Euromaidan la ciudad entera se
alzará a defenderla”, lo que, en el contexto ucraniano es muy valiente.
Para Geraedts, “se ha declarado enemigo número uno del presidente Yanukovich
y no sería extraño que acabara arrestado y encarcelado”.
Hace año y
medio, Sadovy protestó airadamente por las acusaciones
de racismo que algunos críticos vertieron sobre la ciudad, cuando la
Eurocopa de fútbol.
Nota: epistheme no necesariamente se solidariza con estas interpretaciones, y se confiesa desconocedor de la situación en Ucrania.
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Los comediantes Jon Stewart y Stephen Colbert, ofrecen
un gran respiro ante la torrente de propaganda, manipulación y noticias de
todos los días.
David Brooks,
La Jornada, 10 12 13
En las obras
de Shakespeare hay sólo dos figuras que se atreven a decir toda la verdad: el
rey y el payaso, comentó el gran director de teatro Jonathan Miller a Studs
Terkel, el extraordinario entrevistador e historiador oral. El rey puede decir
absolutamente todo porque tiene autoridad suprema.
“La otra
manera de decir la verdad es no tener absolutamente ninguna autoridad, lo cual
permite que la gente ignore lo que dices y, por lo tanto, estás en posición
para decir lo que se te antoje… El payaso no tiene nada que perder, y el rey
nunca puede perder lo que tiene”.
Todos los
demás mienten o se callan o no lo dicen todo ante el temor de caer al nivel del
bufón mientras intentan escalar hacia el rey, comenta Miller.
Un par de
payasos/bufones en Estados Unidos, Jon Stewart y Stephen Colbert, ofrecen un
gran respiro ante la torrente de propaganda, manipulación y noticias de todos
los días. Cuatro noches a la semana en sus programas de cablevisión, Stewart
como conductor de un noticiero ficticio, The Daily Show, y Colbert, quien asume
la identidad de un comentarista conservador rico en su programa The Colbert
Report, no sólo se burlan de las autoridades políticas o mediáticas, sino de
toda noticia que les parezca absurda, pretenciosa o engañosa.
El
resultado: ambos son puntos de referencia nacional. Stewart ha sido declarado
como el periodista más confiable del país en una encuesta de la revista Time, y
eso que es locutor de un noticiero ficticio. Según algunas encuestas, ambos son
la principal fuente de información política para los jóvenes, el sector más
codiciado del teleauditorio nacional.
Cada noche
unos 2 millones sintonizan The Daily Show (tres veces la audiencia de CNN) para
ver cómo Stewart y su equipo de corresponsales abordan las noticias, no sólo
para reírse, sino para algo más serio, acercarse a la neta. Muchos se quedan
para ver el programa de su colega que sigue inmediatamente después. Una nación
desesperada y agradecida sintoniza a Stewart porque hace la tarea a la que los
medios de noticias han abdicado: rastrear el historial público para hacer que
los políticos y periodistas rindan cuentas, comenta Rolling Stone. Ambos se
pueden consultar en (the dailyshow y colbert nation)
Lo que
hacemos es crítica social, sólo que lo hacemos a través de la comedia, resume
Stewart, quien ha comentado que aunque la sátira puede ser catártica y puede
avergonzar a poderosos, en sí no cambia las cosas, y señala que esa es la
diferencia entre ser un revolucionario y ser un satírico. Pero afirma: somos
una expresión de la insatisfacción de la gente con las instituciones
existentes.
Ambos son
parte de una larga tradición de cómicos como críticos sociales que han
impactado la cultura y el debate político nacional a lo largo de la historia de
este país. Entre los genios de la sátira se tendría que mencionar a Mark Twain,
o en algunos momentos Chaplin o Marx (Groucho), o los cómicos Lenny Bruce,
George Carlin, Tom Lehrer y Richard Pryor, y hoy día Bill Maher, entre tantos
más. Ni hablar de los grandes caricaturistas.
El uso del
humor como arma de crítica social y política se ha expresado en diversos
momentos. Por ejemplo, durante el movimiento antiguerra y anticapitalista de los
60, el líder de los Yippies, Abbie Hoffman, convocó a una manifestación masiva
alrededor del Pentágono, donde prometió hacer levitar el enorme edificio. Las
autoridades primero lo descartaron como una bobería más, pero por si las dudas
desplegaron a sus fuerzas para ver si a fin de cuentas algo sucedía. En otro
momento, al ganarse una beca de unos miles de dólares, la canjeó por puros
billetes de un dólar, se subió con cómplices al balcón para turistas de la
Bolsa de Valores de Nueva York y los hicieron llover, para ver cómo los
corredores se volvían histéricos brincando por los billetes.
En la gran
batalla en Seattle, donde decenas de miles tomaron las calles para frenar la
reunión de la Organización Mundial de Comercio en 1999, activistas entrenados por
el Ruckus Society y otros escalaron edificios y puentes, dejando caer mantas
maravillosas contra la globalización empresarial, asombrando a las autoridades
y provocando sonrisas entre todos los demás. Payasos y mimos caminaban detrás
de ministros de los gobiernos del mundo, imitándolos. Hubo un momento en que un
delegado ruso no aguantó la burla y sacó una pistola, gritando ya basta. El
movimiento altermundista que arrancó ahí continuó usando títeres enormes para
burlarse de los políticos que promovían el libre comercio y en una de las
movilizaciones masivas en Washington, poco después, la policía secuestró a
todos los títeres de un almacén –los primeros títeres presos políticos–, ya que
aparentemente eran muy peligrosos.
Los Yes Men
utilizan la burla para enfrentar a los grandes intereses empresariales,
mostrándose como representantes de ellos en conferencias de prensa nacionales y
en foros empresariales, lo que provocó respuestas en verdad histéricas de
ejecutivos y voceros de empresas como Monsanto, Halliburton y Shell, o de la
Cámara de Comercio. A veces sus actos son más sencillos, como durante los
mejores días de Ocupa Wall Street, cuando las autoridades pusieron un cerco
alrededor de la famosa escultura monumental de un toro en Broadway, símbolo del
poder financiero, y colocaron policías y una patrulla para vigilar el sitio.
Una mañana aparecieron dos payasos, con el vestuario clásico (zapatos gigantes,
bolas en la nariz), y se brincaron la valla de metal. Los policías los
empezaron a corretear dentro de la placita alrededor del toro y de repente
apareció un matador, con capa, quien se subió en la patrulla para desafiar al
toro.
Los payasos rompen la maldición del juego de poder.
Y tal vez más que en Shakespeare, a veces
hasta desnudan al emperador. Son algunos de los mejores guías a Estados Unidos.
Y a veces la risa es esencial al tratar de entender este país.
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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).
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