El significado
de Mandela para el futuro amenazado de la humanidad
Leonardo Boff,
Koinonía, 2013-12-08
Nelson Mandela, con su muerte, se ha sumergido en el
inconsciente colectivo de la humanidad para ya nunca irse de ahí, porque se ha
transformado en un arquetipo universal, de una persona injustamente condenada
que no guardó rencor, que supo perdonar, reconciliar polos antagónicos y
transmitirnos una inquebrantable esperanza en que el ser humano todavía tiene
solución. Después de pasar 27 años en reclusión y ser elegido presidente de
Sudáfrica en 1994, se propuso y realizó el gran desafío de transformar una
sociedad estructurada en la suprema injusticia del apartheid, que deshumanizaba
a las grandes mayorías negras del país condenándolas a ser no-personas, en una
sociedad única, unida sin discriminaciones, democrática y libre.
Y lo consiguió al escoger el camino de la virtud, del
perdón y de la reconciliación. Perdonar no es olvidar. Las llagas están ahí,
muchas de ellas todavía abiertas. Perdonar es no permitir que la amargura y el
espíritu de venganza tengan la última palabra y determinen el rumbo de la vida.
Perdonar es liberar a las personas de las amarras del pasado, pasar página y
empezar a escribir otra a cuatro manos, de negros y de blancos. La
reconciliación sólo es posible y real cuando hay plena admisión de los crímenes
por parte de sus autores y pleno conocimiento de los actos por parte de las
víctimas. La pena de los criminales es la condenación moral ante toda la
sociedad.
Una solución de esas, seguramente originalísima,
supone un concepto ajeno a nuestra cultura individualista: el Ubuntu que
quiere decir: “yo sólo puedo ser yo a través de ti y contigo”. Por tanto, sin
un lazo permanente que ligue a todos con todos, la sociedad estará, como la
nuestra, en peligro de desgarrarse y de conflictos sin fin.
En los manuales escolares de todo el mundo deberá
figurar esta afirmación humanísima de Mandela: “Yo luché contra la dominación
de los blancos y luché contra la dominación de los negros. Cultivé el ideal de
una sociedad democrática y libre, en la cual todas las personas puedan vivir
juntas en armonía y tengan oportunidades iguales. Este es mi ideal y deseo
vivir para alcanzarlo. Pero, si fuera necesario, estoy dispuesto a morir por
este ideal”.
¿Por qué la vida y la saga de Mandela fundan una
esperanza en el futuro de la humanidad y en nuestra civilización? Porque hemos
llegado al núcleo central de una conjunción de crisis que puede amenazar
nuestro futuro como especie humana. Estamos en plena sexta gran extinción en
masa. Cosmólogos (Brian Swimme) y biólogos (Edward Wilson) nos advierten que,
si las cosas siguen como están, hacia 2030 culminará este proceso devastador.
Esto quiere decir que la creencia persistente en el mundo entero, también en
Brasil, de que el crecimiento económico material nos debería traer desarrollo
social, cultural y espiritual es una ilusión. Estamos viviendo tiempos de
barbarie y sin esperanza.
Cito a una persona libre de toda sospecha, Samuel P.
Huntington, antiguo asesor del Pentágono y un analista perspicaz del proceso de
globalización, que al final de su libro El choque de civilizaciones
dice: “La ley y el orden son el primer pre-requisito de la civilización; en
gran parte del mundo parecen estarse evaporando; a escala mundial, la
civilización parece, en muchos aspectos, estar cediendo ante la barbarie,
generando la imagen de un fenómeno sin precedentes, una Edad de las Tinieblas mundial que se abate sobre la
humanidad”(1997:409-410).
Añado la opinión del conocido filósofo y científico
político Norberto Bobbio que como Mandela creía en los derechos humanos y en la
democracia, como valores para equilibrar el problema de la violencia entre los
Estados y para una convivencia pacífica. En su última entrevista declaró: “no
sabría decir cómo será el Tercer Milenio. Mis certezas caen y solamente un
enorme punto de interrogación agita mi cabeza: ¿será el milenio de la guerra de
exterminio o el de la concordia entre los seres humanos? No tengo posibilidad
de responder a esta pregunta”.
Ante estos escenarios sombríos Mandela respondería
seguramente, fundándose en su experiencia política: sí, es posible que el ser
humano se reconcilie consigo mismo, que sobreponga su dimensión de sapiens a la
de demens e inaugure una nueva forma de estar juntos en la misma Casa.
Tal vez valgan las palabras de su gran amigo, el arzobispo Desmond Tutu, que
coordinó el proceso de Verdad y Reconciliación:
“Habiendo encarado a la bestia del pasado frente a frente, habiendo pedido y recibido perdón, pasemos ahora la página. No para olvidar ese pasado sino para no dejar que nos aprisione para siempre. Avancemos en dirección a un futuro glorioso de una nueva sociedad en la que las personas valgan no en razón de irrelevancias biológicas u otros extraños atributos, sino porque son personas de valor infinito, creadas a imagen de Dios”.
“Habiendo encarado a la bestia del pasado frente a frente, habiendo pedido y recibido perdón, pasemos ahora la página. No para olvidar ese pasado sino para no dejar que nos aprisione para siempre. Avancemos en dirección a un futuro glorioso de una nueva sociedad en la que las personas valgan no en razón de irrelevancias biológicas u otros extraños atributos, sino porque son personas de valor infinito, creadas a imagen de Dios”.
Mandela nos deja esta lección de esperanza: nosotros
podremos vivir si, sin discriminaciones, hacemos realidad el Ubuntu.
Ideal, 08 12 13
Desde 2007 es cada vez más habitual observar esta actitud en una reunión de carácter social o laboral. Actualmente hay plataformas virtuales combaten de forma activa este hábito
Se trata de un creciente comportamiento social que todos hemos sufrido y/o practicado. En plena reunión con un grupo de amigos o incluso a solas con la pareja, siempre hay quien le presta más atención al teléfono móvil que a sus interlocutores. Desde el nacimiento de los smartphones y su consiguiente proliferación, esta tendencia de menosprecio a la persona en favor de la tecnología se manifiesta cada vez más, debido en gran parte a las redes sociales o al uso de Whatsapp.
Esta actitud tiene un nombre: 'phubbing'. Se denomina así por la unión de las palabras inglesas phone (teléfono) y snubbing (desairando) y despierta mucho recelo, cuando no enfado, en quien la padece. Fue en 2007 cuando gracias al smartphone y el 3G asistimos a su nacimiento. Hoy en día es algo habitual y quienes lo practican muchas veces lo hacen sin tener constancia de ello.
Actualmente existe un buen número de plataformas virtuales que se centran en combatir de forma activa este hábito nada agradable. Para tratar de erradicarlo recuerdan el básico protocolo cuando uno se sienta a la mesa. Sostienen que siempre hay quien reprocha empezar a comer antes de que todos hayan sido servidos o coger comida del plato de otros comensales, lo que implica ignorar al compañero. Y extrapolan estos ejemplos al caso que nos atañe.
Esta corriente “antiphubbing” revela que casi el 90 por ciento de los adolescentes prefieren el contacto vía texto que cara a cara, con todos los inconvenientes que ello conlleva. Añaden además que los restaurantes experimentan 36 casos de “phubbing” en cada sesión de cena. Por último, advierten de que este fenómeno puede acabar reduciendo las relaciones sociales al simple hecho de conectarse vía smartphone o PC.
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Un mundo distraído
Solidaridad.net, 28/11/2013
Extracto de la entrevista a Nicholas Carr, antiguo director del Harvard Business Review y autor del libro Superficiales.
P. . ¿Nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano?
R. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en Un mundo feliz que a lo que describió Orwell en 1984. Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensión entre la libertad que nos ofrece Internet y su utilización como herramienta de control nunca se va a resolver.
Podemos hablar con libertad total, organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan más control sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir en nuestras decisiones.
P. Internet también ha creado un nuevo fenómeno, el de las micro-celebridades. Todos podemos hacer publicidad de nosotros mismos y hay quien lo persigue con ahínco. ¿Qué le parece esa nueva obsesión por el yo instigado por las nuevas tecnologías?
R. Siempre nos hemos preocupado de la mirada del otro, pero cuando te conviertes en una creación mediática -porque lo que construimos a través de nuestra persona pública es un personaje-, cada vez pensamos más como actores que interpretan un papel frente a una audiencia y encapsulamos emociones en pequeños mensajes. ¿Estamos perdiendo por ello riqueza emocional e intelectual? No lo sé. Me da miedo que poco a poco nos vayamos haciendo más y más uniformes y perdamos rasgos distintivos de nuestras personalidades.
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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).
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