Matrioskas
en la cancha
No
importa cuántas veces salgamos del armario, uno nuevo se materializa ante la
curiosidad o el desconocimiento de los demás
Acompaño a mi pareja a un cóctel; al entrar, la gente que no me
conoce espera que ella me introduzca, ¿seré su hermana, su amiga, su colega? A
veces dice mi nombre y explica: esta es Rita, mi compañera. Otras veces solo
dice mi nombre y dejamos que saquen sus conclusiones. Para los que no nos
identificamos como heterosexuales, la socialización es un túnel al final del
cual brilla la enervante luz de una confesión con la que arriesgamos y perdemos
el cómodo sitial de la “normalidad”, ese lugar seguro que ofrece el estricto
patrón de la hetero-normatividad. Esta tensión preliminar a cualquier nuevo
encuentro es producto de una condición llamada el closet, el armario.
Como las matrioskas rusas que siempre guardan una muñequita más
pequeña dentro, no importa cuántas veces salgamos de él, uno nuevo se
materializa ante la curiosidad o el desconocimiento de los demás. Tras abrir la
puerta del armatoste de caoba en el que viví hasta mi mayoría de edad, logrando
comunicarle a mis seres queridos lo que de todas maneras ya sospechaban, me
hallé saliendo de un closet nuevo
todos los días, en el trabajo, en fiestas, cada vez que alguien se atrevía a
preguntar y frente al señor que en la parada del metro asume de inmediato que
soy hetero y
me pregunta si mi marido es tan alto como yo. El closet es contagioso.
“¿Le vas a decir a tu tía o se lo digo yo?”, preguntaba mi madre, pasando la
aspiradora al suyo.
Me gusta pensar que todo esto es parte del proceso de selección
natural necesario para la evolución de la especie; nos haremos mejores y más
fuertes abriendo esas puertas una y otra vez, y las categorías obsoletas que
convocan al closet sobre
nuestros cuerpos terminarán por extinguirse. Esta inevitable evolución tiene
sus campeones, atletas
profesionales para los que salir del armario supone arriesgar
carrera y millones, que han decidido ponerlo todo en juego apostando a la
potencia de la verdad y derribando, con la rudeza de un futbolista americano,
una caterva de estereotipos.
Publicado en
el diario español El País:
******
La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).
No hay comentarios:
Publicar un comentario