martes, junio 17, 2008

Noticias del Frente Onirico 016

En la cresta de la ola
Alain Touraine hablará de inmigración en Casa de América

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Inmigrantes africanos detenidos en España

La inmigración en España alcanza un 9,9% de la población total. Se calcula que el 70 por ciento de los inmigrantes se asientan en el país de forma definitiva, lo cual da lugar al surgimiento de segundas generaciones.

Martes 20 de mayo de 2008

El sociólogo francés, Alain Touraine, hará un análisis comparado sobre los modelos de inmigración vigentes en España y Francia, enfocándose en el fenómeno de las llamadas “segundas generaciones”, es decir en el grado de integración cultural que alcanzan las familias inmigrantes en las sociedades de acogida.

La conferencia de Alain Touraine, Director de Estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, se produce en un momento de singular importancia para la inmigración en Europa. La semana pasada, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, realizó unas declaraciones polémicas en las que adelanta el rumbo de la nueva política migratoria de su gobierno, centrada, entre otras medidas, en la expulsión masiva.

Durante los últimos años, Francia, que también ha endurecido su posición respeto a la inmigración desde la llegada de Nicolas Sarkozy, ha sido escenario de brotes de violencia urbana liderados por jóvenes marginales. Estos estallidos han sido ligados a la compleja integración de los descendientes de inmigrantes al sistema de vida francés.

En España la convivencia no alcanza esos niveles de conflicto, pero tanto el Estado como la sociedad civil realizan esfuerzos para garantizar un modelo de integración, desde la educación y el trabajo, para que las segundas generaciones gocen de la tolerancia y el respeto a sus diferencias culturales.

Según el II Anuario de la Comunicación del Inmigrante en España, publicado en octubre de 2007, España, cuya población es de 45,1 millones de habitantes, registra casi un 10% cubierto sólo por la inmigración. Se calcula que un 70% de los inmigrantes decide asentarse definitivamente en el país, situación que explica el surgimiento de familias inmigrantes de segunda generación.

Antes de la conferencia magistral de Alain Touraine, se realizará un breve coloquio que lleva por título “Soñar despiertos: la juventud emigra”, en el que participarán: Gabriel Alconchel, Director General del Instituto de la Juventud, INJUVE; José Manuel Miguel, Secretario General Adjunto de la Organización Iberoamericana de la Juventud; y María Gómez Villanueva, de la Asociación de Cooperación Bolivia-España, ACOBE. Este encuentro será moderado por el psicólogo social Ricardo Zúñiga.

La presencia de Alan Touraine en Casa de América se enmarca en las actividades que se desarrollan conjuntamente con la Organización Iberoamericana de la Juventud para celebrar el Año Iberoamericano de la Juventud.

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Identidades propias
"El Mundo de las Mujeres" por Alain Touraine

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La libertad guiando al Pueblo

Martes 20 de mayo de 2008

El prestigioso sociólogo francés Alain Touraine analiza la construcción del sujeto individual y sociológico en las mujeres. Conversará con Soledad Murillo, profesora de sociología de la Universidad de Salamanca.

A la pregunta “¿Quién eres?”, las mujeres de hoy responden sucesivamente “soy una mujer”, “me construyo como mujer” y “mi construcción personal tiene lugar a través de mi sexualidad”.

Las mujeres -como demuestra el trabajo de campo del que proviene el análisis, y que contempla los debates más actuales- habita un universo coherente de representaciones y de prácticas que se muestra profundamente distinto del de los hombres, porque se orienta hacia la creación de sí mismas y a la recomposición de la sociedad. Los hombres, en cambio, conquistaron el mundo concentrando los recursos en manos de unos pocos y reduciendo a trabajadores, colonizados, mujeres y niños a exponentes de la inferioridad.

Con las mujeres, la conquista del mundo pasa a segundo plano, desvaneciéndose a favor de la construcción de sí mismas. Por ello, no sorprende que asuman con tanta claridad y determinación el advenimiento de este universo de carácter cultural que hoy se impone ante nuestros ojos.

El mundo de las mujeres, recoge las reflexiones del sociólogo francés Alain Touraine sobre la construcción sociológica del sujeto femenino. Después de un exhaustivo trabajo de investigación (más de 60 entrevistas) Touraine sitúa en el centro de su investigación a las mujeres, las nuevas protagonistas del siglo XXI y desgrana, como en la lucha para definirse e ubicarse en el universo masculino, las mujeres han dejado atrás los referentes masculinos para construirse identidades propias.

“Con esta obra Alain Touraine abre nuevas perspectivas, a contracorriente de las ideas recibidas. El coraje que manifiesta en este título sólo se ve superado por su lucidez.”

JEAN-LUC VANNIER

El autor: Alain Touraine (Hermanville-sur-Mer, 1925) ha sido profesor de Filosofía, así como director de estudios de la École des Hautes Études en Sciences Sociales desde 1960. Su trabajo se ha basado siempre en la sociología denominada “de la acción” con un fuerte componente estructuralista. Es autor, entre otros de: ¿Cómo salir del liberalismo?, A la búsqueda de sí mismo (junto a Farhard Khoshrokhavar), y Un nuevo paradigma, todos ellos publicados por Paidós.

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Presentación "Clase maestra de Alan Touraine" en Casa de América.

21 de mayo de 2008
Duración: 5 minutos

Participantes: Alan Touraine y Cristian Font, director de Tribuna Americana de Casa de América.

Para descargar el vídeo completo de una duración de 78 minutos, pulse
aquí

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Un Debate entre Alan Touraine y Ernesto Laclau

América en tiempos de Chávez

Por Alain Touraine y Ernesto Laclau

http://www.poderciudadano/, 10 de octubre de 2006

Algo cambió en Latinoamérica en los últimos años, con nuevos liderazgos democráticos e iniciativas políticas hasta hace poco inimaginables. Desde la sociología y la teoría política, Touraine y Laclau debaten las nuevas líneas que sigue el continente, sus riesgos y posibilidades.

¿Existe una izquierda en América latina?
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Alain Touraine, sociologo frances

Por Alain Touraine

Sociólogo francés, director de Estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (París). Entre su vasta e influyente producción teórica se encuentra Sociología de la acción (Ariel, Madrid, 1969). Su último libro traducido al español es Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy (Paidós, Buenos Aires, 2006).

El resultado de muchas de las elecciones realizadas en América latina en los últimos meses ha llevado a numerosos observadores a describir la evolución hacia una izquierda alejada de las posturas estadounidenses, que se apoyaría en sectores sociales que podrían llamarse “populares”. Pero resulta poco provechoso emplear expresiones que han sido inventadas para un contexto totalmente diferente. El lenguaje correspondiente a un régimen parlamentario se aplica necesariamente mal a uno presidencial o semipresidencial. En el caso latinoamericano, se ajusta tan mal que creo tener buenas razones para defender una postura muy alejada de la que se expresa más frecuentemente. Que Alan García haya ganado las elecciones en Perú y que Felipe Calderón se haya impuesto en México no significa, evidentemente, que América latina avance hacia la derecha.

La hipótesis que creo debiera formularse es que el continente se aparta cada vez más de un modelo si no parlamentario, al menos apoyado en mecanismos de oposición entre grupos de intereses y de ideologías diferentes. Hoy América latina parece más lejos de encontrar una expresión política para sus problemas sociales que hace treinta años. En eso radica lo esencial: eso es lo que está en juego y ahí está el fracaso.

En América latina, no se ha constituido un lazo entre los movimientos sociales, fundados en los trabajadores, en sectores urbanos o incluso en grupos étnicos, y los partidos políticos que acepten colocar claramente las luchas sociales dentro de un marco institucional que se podría llamar, al menos formalmente, democrático.

Incapaz de elaborar una política fundada en los derechos democráticos y de emprender reformas estructurales profundas, América latina nunca ha logrado salir de una mezcla confusa de nacionalismo y populismo -cuyo ejemplo más conocido fue el peronismo-, lo cual condujo a un doble fracaso: el hundimiento o la desaparición del sistema político y la ausencia de transformación social. Esto se pudo observar en la crisis argentina de 2001, que no representó el levantamiento de la clase obrera sino, por el contrario, la caída masiva de la clase media.

Los acontecimientos políticos que han tenido lugar en varios países del continente no alientan de ningún modo la idea de un movimiento general hacia la izquierda. Nuevamente se impone la conclusión a la que he llegado, que es la opuesta: el fracaso perdurable y profundo de una democracia social vigorosa. En este sentido, el problema que hay que plantearse hoy claramente es el de las oportunidades de la nueva política de ruptura inspirada por Fidel Castro y representada hoy por Venezuela. Hugo Chávez tiene, frente a ese modelo, las chances de un voluntarismo político y social mucho más radical, en particular en contraste con los países del Cono Sur.

Pero el lugar donde se decide la vida política del continente no es Venezuela. Es que, a pesar de los progresos logrados desde su elección, el de Chávez sigue siendo un modelo débil de transformación social, si se consideran los inmensos recursos obtenidos por el aumento brutal del precio del petróleo. La clave de la vida política del continente y de su capacidad de inventar un modelo político y social capaz de operar sobre una situación extraordinariamente difícil es, sin ninguna duda, Bolivia. Parece existir una conciencia general sobre la necesidad de aceptar el modelo boliviano tal como se está conformando, en su radicalidad, su nacionalismo y su heroísmo, en sus excesos de lenguaje y también de acciones. Estoy entre quienes piensan que el futuro político del continente depende hoy ante todo de las oportunidades de Bolivia de construir y hacer realidad un modelo de transformación social y, al mismo tiempo, ganar independencia respecto de la retórica de Chávez.

En cuanto a Argentina, me parece que lo más sencillo del análisis es dejar establecido, como para los demás países, el fracaso definitivo del modelo nacional-populista de las décadas pasadas. El país comienza a emerger de la catástrofe que ha destruido su economía y su sociedad sin que los resultados obtenidos pongan de manifiesto progresos importantes en la gobernabilidad, ya que la recuperación se sostiene en tres factores: el fuerte aumento de las exportaciones a China, la ayuda financiera otorgada por Chávez y la rápida concentración de poder en manos de Kirchner.

Si Argentina tuviera que inventar un nuevo modelo de desarrollo, éste debería ser más bien de tipo liberal, dada la importancia del comercio internacional en la economía y, sobre todo, dado que el futuro del país depende en gran medida de su capacidad de dotarse de elites políticas, administrativas y económicas. Tampoco es posible, en el caso de Argentina, hablar de izquierda y derecha; la lógica de la situación avanza más bien hacia soluciones voluntaristas pero liberales, que no pueden ser equilibradas por la resistencia y la capacidad ampliada de decisión del presidente Kirchner.

Nadie puede asegurar el triunfo o el fracaso de América latina. Por el momento, el retorno de la fe ha hecho que en muchos países se consolide, a pesar de las inmensas dificultades, un clima si no eufórico, al menos moderadamente optimista. En todo caso, en América latina se percibe una confianza en el futuro que no existe hoy en ninguna otra parte, salvo en España. Y en ese sentido la conclusión con la que desearía comprometerme, al menos en la medida de mi capacidad de análisis, es que sólo una radicalidad política mucho mayor que la del período reciente permitirá a los países latinoamericanos escapar de dos aparentes soluciones que en realidad conllevan un gran peligro: por un lado, un gobierno de elites liberales apoyadas en una economía mundial globalizada y, por el otro, lo que se podría llamar una “ilusión neocastrista”.

Esta conclusión más bien inquietante no se contradice con la imagen que tiene de sí mismo un país importante del continente: Chile, país que se siente cada vez menos perteneciente a América latina y que espera, de acuerdo con la célebre frase del ex presidente Lagos, enriquecerse con el comercio entre el Este y el Oeste del mundo, como alguna vez lo hiciera la República de Venecia. Esta es una alternativa extrema para una de las soluciones posibles, la de la globalización exitosa; la otra es la que, pese a su fragilidad, toma forma en Bolivia. Hoy en día me parece imposible definir otras soluciones posibles entre esas dos tendencias profundamente opuestas.
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Deriva populista y centroizquierda latinoamericana
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Ernesto Laclau, politologo argentino

Por Ernesto Laclau

Profesor de Teoría Política en la Universidad de Essex, Reino Unido. Autor, entre otros libros, de Hegemonía y estrategia socialista, coescrito con Chantal Mouffe (Fondo de Cultura Económica, 1985) y La razón populista (Fondo de Cultura Económica, 2005).

Desde mi punto de vista, la categoría de populismo no implica necesariamente una evaluación peyorativa. La ruptura populista no anticipa nada acerca de los contenidos ideológicos. Ocurre cuando se da una dicotomización del espacio social, cuando los actores se ven a sí mismos como partícipes de uno u otro de dos campos enfrentados. Ideologías de la más diversa índole -desde el comunismo al fascismo- pueden adoptar un sesgo populista. En todos los casos estará presente, sin embargo, una dimensión de ruptura con el estado de cosas actual que puede ser más o menos profunda, según las coyunturas específicas.

Pero que la categoría de populismo no implique necesariamente una evaluación peyorativa, no significa, desde luego, que todo populismo sea, por definición, bueno. Si los contenidos políticos más diversos son susceptibles de una articulación populista, nuestro apoyo o no a un movimiento populista concreto dependerá de nuestra evaluación de esos contenidos y no tan sólo de la forma populista de su discurso.

Es dentro de esta perspectiva que debe considerarse la situación latinoamericana actual. Nuestros países han heredado dos experiencias traumáticas e interrelacionadas: las dictaduras militares y la virtual destrucción de las economías del continente por el neoliberalismo, cuyo epítome han sido los programas de ajuste del Fondo Monetario Internacional. Digo que están interrelacionadas porque, sin dictaduras militares, habrían sido imposibles políticas tales como las reformas de los Chicago boys en Chile o la gestión suicida de José Alfredo Martínez de Hoz en Argentina.

Las consecuencias de esta doble crisis son claras: una crisis de las instituciones como canales de vehiculización de las demandas sociales, y una proliferación de estas últimas en movimientos horizontales de protesta que no se integraban verticalmente al sistema político. El movimiento piquetero en Argentina, el movimiento de los Sin Tierra en Brasil, el zapatismo en México (al menos en sus fases iniciales) son expresiones claras de esta tendencia, pero fenómenos comparables pueden encontrarse en prácticamente todos los países latinoamericanos. La canalización puramente individual de las demandas sociales por parte de las instituciones está siendo reemplazada por un proceso de movilización y politización creciente de la sociedad civil. Este es el real desafío en lo que concierne al futuro democrático de las sociedades latinoamericanas.

Es conocido el proceso a través del cual, durante la década del ‘90, la represión social y la desinstitucionalización fueron condiciones de la implementación de las políticas de ajuste. Piénsese en el abuso de los “decretos de necesidad y urgencia” por parte de Carlos Menem; en el estado de sitio seguido por una violenta represión sindical en Bolivia en 1985; en el uso de la legislación antiterrorista para los mismos fines en Colombia; en la disolución del Congreso peruano por Alberto Fujimori; o en la violenta represión por parte de Carlos Andrés Pérez de las movilizaciones populares subsiguientes a la subida astronómica del precio de la gasolina en 1989. El fracaso del proyecto neoliberal a fines de los ‘90 y la necesidad de elaborar políticas más pragmáticas que combinaran los mecanismos de mercado con grados mayores de regulación estatal y de participación social condujeron a regímenes más representativos y a lo que se ha dado en llamar un giro general hacia la centroizquierda.

Es aquí donde encontramos una serie de variantes regionales cuya comparación pone más claramente a la luz la especificidad de la experiencia venezolana. En los casos de Chile y de Uruguay, la dimensión institucionalista ha predominado sobre el momento de ruptura en la transición de la dictadura a la democracia, por lo que pocos elementos populistas pueden encontrarse en estas experiencias; en tanto que en el caso venezolano el momento de ruptura es decisivo. Argentina y Brasil están en una posición intermedia. En Chile, la transición a la democracia fue un proceso relativamente pacífico y paulatino, dominado por el lema de la reconciliación; en tanto que en Uruguay no hubo ninguna acción pública contra los represores, tal como la llevada a cabo por Néstor Kirchner en Argentina.

En el caso venezolano, la transición hacia una sociedad más justa y democrática requería el desplazamiento y la ruptura radical con una elite corrupta y desprestigiada, sin canales de comunicación política con la vasta mayoría de la población. Es decir que cualquier avance demandaba un cambio de régimen. Pero para lograrlo, era necesario construir un nuevo actor colectivo de carácter popular. No había posibilidad alguna de cambio sin una ruptura populista. Todos sus rasgos están presentes en el caso chavista: una movilización equivalencial de masas; la constitución de un pueblo, símbolos ideológicos alrededor de los cuales se plasme esta identidad colectiva (el bolivarismo); y, finalmente, la centralidad del líder como factor aglutinante. Este es el factor que más polémicas despierta en el sentido de las presuntas tendencias en Chávez a la manipulación de masas y a la demagogia. Y, sin embargo, los que razonan de este modo no cuestionan la centralidad del líder en todos los casos. ¿Habría sido concebible la transición a la Quinta República en Francia sin la centralidad del liderazgo de Charles de Gaulle? Es característico de todos nuestros reaccionarios, de izquierda o de derecha, que denuncien la dictadura en Mario pero la defiendan en Sila.

Lo que sí constituye una legítima cuestión es si no hay una tensión entre el momento de la participación popular y el momento del líder, si el predominio de este último no puede llevar a la limitación de aquélla. Es verdad que todo populismo está expuesto a este peligro, pero no hay ninguna ley de bronce que determine que sucumbir a él es el destino manifiesto del populismo. Es por eso que es tan importante la consolidación del Mercosur y el rechazo definitivo al proyecto del ALCA, que habría significado la subordinación de nuestros países a los dictados de la política económica estadounidense (que no hesita en practicar, contra todas las recetas neoliberales, un proteccionismo abierto cuando se trata de defender sus intereses). Las perspectivas político-económicas de América latina son hoy más promisorias que en mucho tiempo, y Venezuela está jugando en relación con ellas -junto con otros regímenes progresistas del continente- un papel fundamental.

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