miércoles, septiembre 26, 2012

Noticias del Frente Ancestral 065

Pervivencia de la cultura indígena: “El culto a las piedras” *




Estas configuraciones y creencias culturales se reproducen en la ruralía, al margen de los diálogos interculturales, proceso de hibridación y conceptualizaciones globales

Por: Fátima Portorreal (Consejo de Ancianos/as, Guabancex Viento y Agua) / Acento.com.do, 23 de septiembre del 2012

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- En la ruralía dominicana nos encontramos con un nuevo orden que deshace las estructuras económicas tradicionales de producción campesina, por nuevas formas que impactan la cultura, el medio ambiente y los sistemas de supervivencia de la gente.

No obstante, a ese aparataje racionalista e individualista de valores propios de la modernidad ricardiana, aparecen formas de resistencia, como es el culto a las piedras, que resultan inimaginables en la geopolítica de los marchantes del desarrollo turístico o conventual de las academias.

Estas configuraciones y creencias culturales se reproducen en la ruralía, al margen de los diálogos interculturales, proceso de hibridación y conceptualizaciones globales. Responden a forma de valoraciones anteriores a la colonia que lograron pervivir en los bordes de la cultura, ocultándose como formas de interlocución no dominante y mezclándose con las recreaciones africanas de la cultura y de la opresión impuesta por el colonizador.

Son las piedras y cemíes antiguos, lo que cruzaron los límites impuestos por el tiempo. No son los perfomances culturales (Singer, 1972) o la patrimonialización de las representaciones simbólicas que se han perpetuado, a partir de modelos polarizados de cultura (elite popular/alta/baja), según lo plantea (Mahon 2000:470).

Es la existencia real que no se nombra. Y por supuesto, es la clave para entender a ese otro que resiste el tiempo.

En la antropología cultural, la causa común son los diálogos, encuentros y visitación, a fin de construir historias noveladas que favorezca el episteme. Por tales memorias la etnografía se interesa en entender los valores, creencias, pautas de comportamientos y símbolos de las culturas. Su finalidad es práctica, llevar al mundo de la razón, las representaciones socioculturales que las comunidades hacen de sí misma y de su cultura.

Pero ese conjunto textual de aclaraciones e interpretaciones que la etnografía ha descrito, a lo largo de los años, para completar sus recreaciones históricas con fines turísticos, de ocio o educativo ha obviado los diálogos interiores de la alteridad (Levinas, 1987), ya porque no son dominantes, contestatarios y clasificatorios de actos, retóricas o tropos de verdades construidas.

Es la ciencia del olvido, sustenta su episteme en discursos epocales y clasistas. Asume la mentira del colonizador ("los indios han muerto") o del colonizado ("no queda nada"). Y empapa de olvido a los significantes del otro, el excluido y desarraigado de la historia, el indio.

Empero en la ruralia, a escondidas y sin anunciarse permanecen trozos de memorias, experiencias numinosas de claridad y desabrimientos, en la que el tiempo se desvanece y conecta con una experiencia que impulsa a la escucha de un antiguo lenguaje, “el de las piedras” que se creía perdido en el neolítico caribeño.

Es el sonido de los troncos ahuecados, el sujeto que emerge en los ríos y te invita a la profundidad de las aguas, mientras se acicala lo corpóreo. Es el inter/texto que la colonialidad borró de los estantes de la cultura dominante y que por disposición oficial se declaró perdido y propio de tiempos ajenos. Es la conexión, el argumento que escenifica una identidad cultural que se percibe, a través de la sensorialidad (voces, toques, apariciones, sueños, etc.).

Y por los juegos de la metonimia es lo que se nombra a escondidas. Es lo que fluye con los truenos y se esparce con el rayo, para luego retomar el equilibrio en las aguas de las tinajas.

Es la piedra que cataliza los sabores, mesura los olores, humores y desencajar la fuerza del fuego. Es la guardiana de la casa.

La piedra de rayo, así la nombra, protege de las tormentas eléctricas y permanece en la tinaja panzuda, cual útero viviente, sin que la memoria del tiempo la desembarace. Es la evitación de la muerte del otro que no se nombra (el indio), pero que se retiene en la memoria y aparece una y otra vez en los montes vírgenes, aguas limpias, tinajas, cuevas y abrigos rocosos de las montañas.

Es el que te silba y toca la espalda, vive en los remolinos de las aguas profundas y cavernosas de las cuencas. Es la fuerza de lo pétreo que te llama y canta por las noches. Es el Cemí que pide que lo empapes de agua y te lo lleves a tu morada.

Es aquel abuelo que no da los números de la lotería, pero te protege de día y de noche. Es aquel que te ofrece visiones, curaciones y entendimientos. Es el desterrado de los pulpitos sagrados, pero que permanece debajo de los altares africanos o escondidos bajo la cama, sin que los querellantes de las élites religiosas o los historiógrafos/as de la cultura puedan alcanzarlo y desacreditar su naturaleza heurística.

Es el que te aprisiona entre las cuevas con agua y te devuelve al paraíso primigenio, sin que te dés cuenta del tiempo. Es aquel que pueden ver los niños/as y campesinos/as entre los montes.

Es la piedra que aparece en los sueños y pide que la tomes de los cauces, la mantengas en agua y le guardes respeto. Es el que no se nombra, ni se muestra, vive en las tinajas, monterías abiertas, agua dulce y te hace cómplice de su pertenencia. Es fuerza antigua, el sabio cemí que no necesita dinero, parafernalias, ni sal.

Es el sujeto que nunca se fue, ni necesita soportes promocionales, animación o academia. Es el lenguaje, la matriz ética que se mantiene intacta en los entendimientos de la gente común y en los locales de la memoria.

Es el presente contestarío de identidades que son caminos de autenticidad y resisten la colonialidad. Ver ¿Te gustó este artículo? te recomendamos...

* Conferencia en el Museo del Hombre Dominicano, jueves 20 de septiembre, 2012

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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).



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