La no violencia como cultura
Víctor
Corcoba Herrero, El País (Costa Rica) 03 10 13
Algo Más que Palabras
Aún no hemos aprendido a cultivar la no violencia, a poner en la
cima de nuestros desvelos otras realidades menos absurdas, a desplegar otras
energías más tolerantes y comprensivas. Por más que celebramos todos los años,
a través del referente de una vida armónica como la de Gandhi, coincidiendo con
el aniversario de su nacimiento (el 2 octubre), observamos que el lenguaje de
las armas sigue hoy tan vivo como ayer.
El día que en verdad se haga cultura su manera de entender la
existencia, despojada totalmente de todo signo agresivo, la realidad será otra
muy distinta. Pienso que, a la hora de valorar esta ansiada paz, que por otra
parte nunca llega, hay dos hechos primordiales a considerar.
Primero, ahí están los problemas del desarme. No podemos seguir,
como diría el pensador, practicando el ojo por ojo porque al final todos
acabaríamos ciegos. Segundo, el actual clima de salvajadas está injertándose en
la vida civilizada como algo a lo que tenemos que acostumbrarnos. Esta
crueldad, que en parte deriva de una decadencia de la conciencia moral, nos está
llevando a un pesimismo social de graves consecuencias. Como también diría el
pensador, la humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de
la no violencia, o lo que es lo mismo, mediante una asistencia reeducativa.
Desde luego, la violencia nos perjudica a todos, es la explosión
de una energía bruta incontrolada que degrada a todo ser humano. La misma Carta
de las Naciones Unidas propugna inequívocamente, como primer recurso, un
enfoque pacífico y no violento, y el uso de medios tales como la negociación,
la mediación, el arbitraje y el arreglo judicial. Si la paz se construye desde
acciones de paz, las guerras no tienen sentido, porque además no ayudan a la
convivencia y dejan tras de sí una estela de dolor incalculable.
Las relaciones de amistad entre culturas, lo mismo que la
cooperación entre pueblos, germinan de un espíritu pacífico, de una actitud
menos egoísta, de una raíz más humana en definitiva. Los planes educativos, por
consiguiente, han de tener un papel fundamental que desempeñar para que las
sociedades puedan cambiar. Ya lo decía el pensador, que la verdadera educación consistía
en obtener lo mejor de uno mismo. Esta es la cuestión.
Y en cualquier caso, no obviemos que el estado de derecho, el
desarrollo sostenible, la consolidación y el establecimiento de la paz, son los
elementos clave de la promoción de los cambios no violentos que persiguen las
Naciones Unidas. Sin duda, un camino que debemos reflexionar. No
puede ser más fácil matar que olvidar un rencor y dar un abrazo. En el
ejemplo de Gandhi podemos hallar la inspiración necesaria para entender muchas
cosas, o al menos, para seguir trabajando por la paz desde la no violencia.
Docentes, líderes sociales y religiosos, familias y grupos
sociales, son claves para avanzar en la no violencia. Sabemos que todavía queda
una larga caminata por recorrer. La violencia contra las mujeres sigue siendo
una realidad trágica. La violación se usa como arma de guerra durante los
conflictos y también se trafica con las niñas como si fuesen objetos de
mercado.
Ante estos fenómenos graves y persistentes el compromiso humano
debe acentuarse, para que retorne la paz en todos los lugares del planeta. Es
posible y lo será, en la medida, que la no violencia gobierne nuestras vidas.
El día en que todos nos opongamos a la violencia por principio, porque jamás
causará un bien permanente, habremos avanzado hacia esa humanidad pacifista.
Tenemos que impedir, como sea, la irracional violencia. Es más,
urge parar este aluvión de violencias que nos acorralan en los hogares y en
cualquier esquina. Desterremos toda violencia de nuestro horizonte. Eliminemos
también las causas que originan la violencia. Muchas veces nace de una reacción
natural ante situaciones de injusticia y de opresión. Por eso, es importante
que las instituciones hagan bien su trabajo (o sea con ética) y la justicia
llegue a todos por igual.
Activemos, en consecuencia, el recuerdo de Naciones Unidas, y
"puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente
de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz". Hagamos
realidad este espíritu de Gandhi, ya que el mismo progreso natural, innato o
espiritual, tan necesario como cualquier otro, nos demanda que dejemos de matar
y de comer a nuestros semejantes.
Ciertamente, que el planeta tomase para sí y sus moradores la no
violencia como cultura, sería la más sublime de las noticias publicadas hasta
ahora, puesto que se activarían un conjunto de valores, actitudes, tradiciones,
comportamientos y estilos de vida, basados en el respeto pleno a la vida. El
ser humano tiene que hacerse de nuevo humano y formarse otra vez una conciencia
de consideración hacia la persona. Considerar los derechos de los demás también
supone el deber de hacer valer los propios. Tantas veces hemos edificado una
cultura violenta, intolerante e insolidaria, que expatriada de nuestro diario
de vida, entonces sí que todo el mundo sería como una verdadera familia, cuyo
linaje ya se ha globalizado.
Personalmente, me niego a ser condenado a formar parte de la
catástrofe. Creo que nos merecemos una autoridad común mundializada, despojada
de poder e intereses, capaz de poner orden y de alentar en el entendimiento,
prevención y solución de conflictos. La hondura y el referente de Gandhi
demuestran cómo una sola persona puede remover corazones más allá de esta vida.
En homenaje a su legado perdurable, hagamos de este día de la NO VIOLENCIA un
sentimiento de fraternidad, con la esperanza de alejarnos de realidades crueles
que ponen en riesgo avances en derechos humanos. Por cierto, su idea de paz y
no violencia se extendía a la protección de cualquier ser vivo, animales y
árboles.
En todo caso, resulta evidente que existe una conexión profunda
entre los principios fundamentales de los derechos humanos consagrados en la
Declaración Universal y los principios que practicó Mahatma Gandhi, cuya
respuesta siempre radicaba en el ejercicio de llevarlos a buen término. Como
solía decir: "una onza de práctica vale más que toneladas de
prédica". Siguiendo su testimonio, nuestro mejor homenaje a la
conmemoración de su nacimiento, ha de consistir fundamentalmente en poner en
cultivo sus consejos y en asegurarnos del cumplimiento de sus principios. La
inspiración del cambio, pues, está servida. Nos ha tocado el tiempo de la
acción.
Víctor Corcoba Herrero es escritor
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La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).
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