jueves, abril 26, 2007

Noticias del Frente Ancestral 018

IDEAS Y PRACTICAS DE LOS TAINOS EN RELACION CON LA MEDICINA [1],[2]

Arístides Estrada Torres
[3]

Archivos Dominicanos de Pediatría, 1972

Los buitíos, o buhitihus o boicíos

Los indígenas de esta Isla, igual que los de la misma etapa cultural en diversas partes del mundo, tenían el concepto de que la enfermedad era producida, generalmente, por la cólera de sus deidades. De ahí que tuvieran un médico-sacerdote o médico-brujo (buhitihu, buitío, behique o boicío entre los taínos) que era el vínculo entre los dioses y los mortales, y conocía el modo de aplacar su ira cuando estaban enojados.

Cuando un indígena de la tribu procuraba los servicios de un buitío éste se tiznaba el rostro, se "purgaba" con polvos de la cohoba (confeccionados con hojas de tabaco y otras plantas con alcaloides), y hada que también "se purgara" el enfermo en la misma forma. (Purgarse, en este caso, era producirse flujo' nasal, según tengo entendido). En llegando a la casa sacaba a los niños y demás personas dejando a lo sumo a los padres del enfermo y uno o dos allegados. Luego se sentaba en un duho. En el ritual entraba el tomar las hojas de güeyo y otras hierbas, mientras se iluminaban con una antorcha; inmediatamente el buitío entonaba un areyto. Después de un rato de quietud y silencio, el boicío se levanta y comienza sus exorcizaciones dando vueltas en torno al enfermo, "palpándolo desde los muslos a los pies: tirando de él con fuerza "como si quisiera arrancar alguna cosa. Entonces ensaya una especie de diálogo con algún espíritu, pues cerrando la puerta de la casa, lo invita diciendo:

"Márchate a la montaña, o al mar, o donde quieras; y con un soplo, como quien sopla una paja, se vuelve una vez más, junta la mano y cierra la boca; y le tiemblan las manos, como cuando se chupa el tuétano del hueso, y sorbe el enfermo por el cuello, o por el estómago, o por la espalda, o por las mejillas, o por el pecho, o por el vientre, o por muchas partes del cuerpo" (Fray Ramón Pané). Luego hace muecas de repugnancia, tosiendo, escupiendo en la mano como si deseara deshacerse de alguna cosa amarga, y saca lo que se había entrado en la boca de antemano (una piedrecita o hueso o carne) y le advierta al enfermo que todo su quebranto provino "de que has comido una cosa que te ha producido el mal que padeces. Mira cómo te lo he sacado del cuerpo, donde tu cemí te lo había puesto porque no le hiciste oración, o no le fabricaste algún templo, o no le diste alguna heredad” Y si es una piedra le dice: "Guárdala muy bien" concediéndole poderes especiales para ayudar a las mujeres durante el parto.

Además de "purgarse" junto con el enfermo, también el buitío tenia que guardar dieta igual que él, regla cuya inobservancia podría traerle graves inconvenientes, según ellos, y de lo cual se tratará más adelante.

Plantas medicinales

Tengo para mí que la intervención del buitío no se prodigaría fácilmente, en primer lugar por el hecho de la aspiración de la cohoba, por la dieta, y porque además es muy probable que los desposeídos y los naborias no se atreverían a solicitar los servicios de personaje tan importante. Enfermedades muy conocidas, especialmente las que les causaban llagas y otras lesiones de la piel, es muy posible que se trataran con plantas cuyas propiedades terapéuticas les eran familiares. Los cronistas españoles citan hierbas y otras plantas de comprobada eficacia y de uso común entre los indígenas. Entre ellas tenemos las siguientes:

El guayacán (Guaiaco oficinales L.) para el tratamiento de la sífilis o la buba; el guao (Metopium toxiferum L.) planta urticante cuyas raíces servían para hacer una pasta que producía la despigmentación de la piel; la jagua (Genipa americana L.) para el cansancio de las piernas; el guaconejo (Amyris selvática) del cual sacaban un bálsamo para curar llagas y dolores; el garumo (Cecropia peltata) para curar llagas; la curi-a, hierba usada por las mujeres para incitar o mejor exaltar la libido, además de usarse para curar llagas y alejar las cucarachas; el digo, para lavarse las manos y el cuerpo así como las lesiones de la piel; la guácima (Guasuma ulmifolia Lam.) para engordar tomando el agua de los frutos machacados y en maceración; el jobo (Spondias nobin L.) para lavar las piernas y así quitar el cansancio; la I, como excelente purgante; el parabanceno, para las úlceras tropicales y otras llagas.

El uso de estas plantas era tan común que inclusive las conocían muchas mujeres indias que las recomendaron a los españoles. El jugo de la yuca amarga (Jatropha Manihot L.) es un veneno que ellos usaban para el suicidio y generalmente (tomando en menor cantidad) para hacer abortar a las mujeres, con el objeto de que las criaturas no tuvieran que sufrir el rigor y el maltrato de los españoles. El padre fray Antonio Montesinos, en una declaración ante el Rey, puesto de hinojos, decía, entre otras cosas al referirse a la crueldad de los conquistadores: "de cómo las mujeres que se sentían preñadas tomaban hierbas para echar muertas las criaturas por no vellas o dejallas en aquellos infernales trabajos.” ¡Sombría planificación familiar que se llevaba a cabo por primera vez, por lo menos, en América!

En la actualidad existen tribus africanas (en Rodesia) en las cuales hace de médico-brujo el nganga, quien usa procedimientos parecidos a los de los de los antiguos buitíos taínos. Según un artículo del Dr. Michael Gelfand, profesor de la Universidad de Rodesia y Niasalandia, titulado "Conozca al Nganga:' expresa lo siguiente: "El brujo africano canta, y aplicando la boca a la parte adolorida extrae el maleficio del cuerpo) del paciente. Luego de chupar con fuerza por "uno o dos minutos" escupe un objeto extraño, como un trocito de hueso, que exhibe en la palma de la mano al paciente”. Si el espíritu que originó el mal es del abuelo, lo cual averigua cantando y con sus dados especiales, le interroga qué desea en desagravio, si una manta o una cabra, etc. Pues bien, también entre los africanos existen dos clases de ngangas: el herbolario, y el adivino, lo cual confirma mis sospechas de que existirían entre los taínos, además del buitío, otros personajes conocedores de las propiedades terapéuticas de ciertas plantas. El adivino, entre los ngangas, utiliza a menudo las virtudes medicinales de los vegetales para sanar los daños ya originados por el espíritu. Indudablemente que esto sucedería también en esta Isla.

Los apuros del buitío en ciertas ocasiones

Cuando los familiares de un muerto de cierta importancia sospechaban que el fallecimiento acaeció por descuido del médico, por no llevar la dieta, etc., usaban ciertos procedimientos, como echándole al cadáver polvos de sus cabellos y sus uñas en agua de las hojas de güeyo, para que contestara si su deceso era debido a negligencia del buitío. Afirman tanto Pedro Mártir como fray Ramón Pané, que el cadáver contestaba distintamente a la pregunta de si era o no por descuido del buitío, usando para ello de "hechizos.” Es lógico que a esta altura de la civilización conozcamos que efectivamente no es posible tal cosa. Según mi opinión, en todo esto había un truco de otro buitío o del cacique para hacer ver la presunta culpa del médico y así perjudicarlo.

Entiendo que esos personajes eran expertos en ventriloquia, y además usaban artificios para hacer llegar la voz hasta el sitio oportuno mediante tubos huecos, como constataron en una ocasión los españoles con cierto cemí que dizque hablaba. Hay otra variante para conocer la causa de la muerte, y era haciendo una hoguera, y cuando los leños se convertían en ascuas, ponían encima al difunto y luego lo cubrían con tierra. Entonces venían las preguntas, y el muerto respondía que no sabía nada, pero al fin daba la respuesta, eso sí, dentro de las diez primeras preguntas. En este caso era muy fácil el artificio del hueco desde un montecillo hasta el sitio de la hoguera para poner a una persona a contestar por el difunto. Se nota claramente que en estos casos lo que se deseaba era hacer daño al buitío, y en esto es muy posible que intervinieran los demás de su clase. Siempre ha sido válido aquello de "Quién es tu enemigo?" "El de tu oficio!". Por consiguiente, se ve que a no dudarIo se trataría de rivalidades entre buitíos o porque el médico había incurrido en el enojo del cacique o el nitaíno.

En el supuesto caso de que se llegara a la conclusión de que había sido el médico el culpable del deceso, los familiares del difunto lo golpeaban con palos, pero no obstante las numerosas fracturas de los huesos, unas culebras de distintos colores lo restituían sano.

Entonces, para lograr matarlo, los parientes indignados tenían que machacar los testículos del buitío y sacarle los ojos, única forma de poder acabar con su vida. De esta fantástica acción de las culebras se colige cuánta influencia han tenido las serpientes en las leyendas de la humanidad; por cierto que recordamos el símbolo de Mercurio, que es el caduceo del médico.

Algunas leyendas relacionadas con la Medicina

No todo es tan simple en las prácticas y las creencias indígenas en relación con la Medicina. Tratemos ahora de algunas leyendas, por ejemplo la de Guaguyona.

Este era un importante personaje que envió a otro llamado Yadruvaya a buscar hojas de digo, las cuales servían para bañarse y tratar las úlceras, como he dicho. Este salió antes del amanecer pero el sol lo convirtió en pajarillo que canta por las mañanas. Viendo Guaguyona que no obtenía las hojas, salió indignado de la cueva Cacibajagua y convenció a las mujeres de emigrar a otras tierras llevando muchas hojas de digo, con la promesa de buscar luego a sus maridos y sus hijos. Llevaba incluso a las mujeres del cacique Anacacuya, como también a un cuñado con ese mismo nombre (quizás el mismo cacique, quien le prestaría su autoridad). Guaguyona visitó otras tierras, dejando por fin a las mujeres en la isla de Matininó. Esta isla, según una leyenda muy extendida en el Continente y las islas adyacentes, estaba habitada solamente por mujeres. En la peregrinación, estando en alta mar, Guaguyona le dijo a su cuñado: "¡Mira que hermoso cobo hay en el agua!" (El cobo en lengua taína significaba un caracol gigantesco). En cuanto Anacacuya se volvió, Guaguyona lo agarró por los pies y lo lanzó al agua, quedando solo con las mujeres. Mientras tanto, en la isla de origen, los padres no podían alimentar a los niños, quienes pedían la teta gritando: "tona, tona!" y fueron convertidos en pequeñas ranas.

Guaguyona se trasladó a Guanin y dejó abandonadas a las mujeres en Matininó. Mientras estaba en la playa vio a una mujer llamada Guabonito que había quedado en el agua, con lo que se contentó mucho. Esta mujer le regaló muchas cibas (piedrecillas labradas) y lo curó de las úlceras "de las llamadas el mal francés" (la sífilis). Llevándolo a una guárana (lugar apartado, quizás una fuente sulfurosa, como suponen muchos) terminó su curación. La mujer pidió permiso a nuestro héroe para seguir adelante. Según mi opinión, y en contra de la de otros expositores que sospechan que Guaguyona era un gran conquistador de mujeres, creo que este mito tiene raíz histórica, y se debió a un hecho terrible en que ese hombre singular terció con decisión inaudita: la entrada de una epidemia desastrosa en la Isla, y según creo esa epidemia era la sífilis. Guaguyona, notando que el contagio se hacía por intermedio del acto sexual, y que por los genitales comenzaba la plaga, resolvió llevarse a las mujeres para curarIas con digo, el cual no aparecía en esa región, para luego restituir a las mujeres sanas y hacer igual tratamiento a los hombres. Al parecer todos aceptaron la desesperada decisión, como lo prueba el que las mujeres del cacique se contaron entre las emigrantes. Creo que las dificultades provinieron de que Guaguyona no pudo resolver el tremendo problema y decidió dejar abandonadas a las mujeres pretextando que volvería a curarlas, por lo que posiblemente Anacacuya protestó, siendo víctima de un acto doloso y ruin.

Un hombre lleno de llagas no podía ser un conquistador de mujeres, y además sería único en la historia al seducir a toda una comunidad de ellas. En la isla Trinidad existía una leyenda muy parecida a la Guabonito y Guaguyona: Orehu, la Madre de las Aguas, se le parece a Arawanili, cacique de la Isla, mientras estaba contemplando la playa. Esta, luego de sumergirse, busca piedrecillas blancas, semejantes a las cuentecillas de Guaguyona, para ofrecerlas a Arawanili, y además le hace una gran concesión: le entrega una planta para que la sembrara en su jardín, pues sus frutos maduros le devolverían la salud a su esposa e hijos, a quienes un espíritu malévolo había herido con sus flechas. Todos estos mitos giran alrededor de una extraña enfermedad que según mi criterio era la sífilis. Cuando un hecho así, audaz y de graves repercusiones, se realiza en una sociedad primitiva, el suceso se convierte en mito a través de los tiempos; es decir, un hecho real da origen a una fantástica leyenda. De ser cierta mi interpretación, la acción de Guaguyona sería la primera gran medida de profilaxis llevada a cabo en la América.

Cesárea post-mortem

En la leyenda taína sobre la formación del mar se habla de una mujer llamada Itiba Cahuvava, quien murió de parto y "la abrieron" para sacarle cuatro gemelos vivos. En la colección del Dr. Abner I. Weisman, obtenida en América Central y del Sur, aparece una escultura que representa a una mujer con una enorme herida abierta en el vientre que a no dudarlo es la consecuencia de una operación cesárea.

Asombra que personas de una cultura tan primitiva hubieran tenido tal conocimiento que indiscutiblemente les dio la experiencia.

Ofrendas votivas de cerámica

Es digna de mención la curiosa práctica religiosa de las ofrendas votivas fabricadas de cerámica, según mi interpretación de algunos vasos-efigies que demuestran trastornos patológicos, ideas que han sido aceptadas generalmente. En mi pequeña colección existen figuras que expresan trastornos de último tracto intestinal (como estreñimiento pertinaz u oclusión, etc.); lesión destructiva de la nariz; lesiones del ojo; quizás hernia estrangulada, etc. El Dr. Abner I. Weisman ha adquirido, en la América Central y del Sur, unas trescientas pequeñas esculturas de cerámica que muestran multitud de procesos patológicos, entre ellos espina bífida, desnutrición, edema, emaciación, elefantiasis, operación cesárea, etc. El único mérito de mi interpretación consiste en afirmar que esas esculturas de barro eran verdaderos ex-votos ofrendados en vasos-efigies, los cuales se usaban en la liturgia indígena. Además, se tenía como cierto que los taínos no expresaban enfermedades en su cerámica, lo cual es una creencia equivocada, según lo he demostrado en un trabajo publicado por la sección de Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, titulado "Cerámica Propiciatoria”:

La Piedra del Parto

Afín con estas esculturas de orden patológico es la piedra del parto, la cual he dado a conocer en diversos trabajos. Se trata de un ideograma grabado en una piedra caliza encontrada en la sección de Barreras, provincia de Azua. Representa un feto y una placenta, según mi criterio. En el diseño se nota que los brazos, en forma de S, no tienen señal que indique la mano. Los pies, en cambio, van señalados con una pequeña cruz. Los brazos en S, de acuerdo con la opinión del Arqueólogo Dr. Fernando Royo, indican que se trata de un ideograma relacionado con la fecundidad.

Los cronistas españoles, especialmente Fernando Colón, dicen que los caciques tenían tres piedras,
[4] muy estimadas por cierto: "La una, dicen que es buena para los cereales y las legumbres que han sembrado; la otra, para parir las mujeres sin dolor; y la tercera, para el agua y el sol, cuando hacen falta”. Al parecer la que poseo es una piedra para el parto con poco dolor, según el estudio que he efectuado de la pieza arqueológica, en la cual la figura del feto podría, por generalización, ser considerada como un ídolo para proteger el parto. Indudablemente que las ceremonias para su utilización producirían en la parturienta un fenómeno de sugestión que aplacaría los dolores. El hecho de que las manos sean lisas, es decir, no presenten las rayitas atravesadas que muestran los pies, puede ser una elemental lección de obstetricia: los brazos no sirven para la tracción, y en cambio los pies, tirando de ellos, pueden resolver muchos casos apurados.

Deformación de cráneos

No puedo terminar sin referirme, aunque sea brevemente, a la deformación de los cráneos. Los taínos, lo mismo que otras tribus indígenas, acostumbraban colocar dos tablas, tal vez acolchadas, atadas con cordones de cabuya (un poco apretadas) en la frente y eI occipucio del recién nacido. Este aditamento lo dejaban colocado constantemente hasta los tres años de edad aproximadamente, con el objeto de producir una deformación permanente en la cabeza. Se usaba indistintamente en ambos sexos. Estas tablas convergían hacia arriba y por consiguiente la deformación de los taínos se denomina, según la clasificación de Imbelloni, tabular oblicua. Otras razas y tribus usan la tubular directa o la anular, pero éstas no eran propias de nuestros indígenas. Los caribes también usaban la tabular oblicua.

Se desconoce el motivo de tal práctica, pero a no dudarlo se debería a una de estas dos cosas: para lograr un fin estético o religioso. La vanidad y la religión son las únicas fuerzas que pueden hacer que un artefacto tan molesto se le imponga a un niño. Todo hace presumir que se trataba de una especie de ritual: Berrera y Fritot dice que esta costumbre era totémica entre los indios antillanos, y que se trataba, probablemente, "de dar a sus cabezas la forma (le su antecesor mítico la tortuga:'

Los diámetros cefálicos más afectados son esos (de acuerdo con el Dr. Royo): "aumento en el transverso máximo, frontal máximo, bicigomático, naso-basilar, naso-alveolar, altura y anchura de la nariz, altura orbitaria, y curva horizontal; permaneciendo, según Berrera y Fritot, sin alteración sensible, el diámetro antero-posterior máximo, el frontal mínimo, la anchura orbitaria y la curva sagital. Como es natural, la región basilar sufre empequeñecimiento, y los arcos cigomáticos se hacen pronunciados, lo mismo que aumenta el :prognatismo facial. Las órbitas son en cierto modo cuadradas, y están más separadas que lo normal.

Algunos autores suponen que se usaba una sola tablilla en el frontal, y que las alteraciones del occipital se debían a los amarres de la tablilla adherida al frontal. La presión era más fuerte en los senos paranasales, en la región orbitaria y en la base del cráneo. Por Io que hace a los tejidos blandos, el músculo temporal generalmente se divide en dos ramas, en vez de presentarse en forma helicoidal; hay frecuentemente exoftalmía, lo cual produce conjuntivitis y ulceraciones de las córneas a veces, como le informaron estudiantes africanos y algunos viajeros al Prof. W. Kindler, de Heidelberg, Alemania, debido a que "al impedirse el parpadeo y al secarse la conjuntiva, se asientan allí moscas y larvas desencadenando enfermedades infecciosas de la conjuntiva y la córnea.”

Como en África Central y Oceanía aún se usa la deformación craneana, este Profesor ha podido estudiar las consecuencias de tal práctica, y afirma que produce a menudo exostosis, principalmente en los conductos auditivos externos u otros sitios, ocasionados por la constante presión sobre ciertos huesos. Los estudiantes africanos le informaron al Dr. Kindler que no se notan trastornos cerebrales o de la inteligencia en los niños y adultos con cráneos deformados. No obstante, me parece que no se ha hecho un estudio intenso sobre los posibles daños de esta práctica, especialmente en el paleocerebro, la hipófisis, etc.

RESUMEN

El autor comenta sobre algunos aspectos de la práctica médica entre los indios taínos pobladores de la isla de Santo Domingo a la llegada de los españoles.

SUMMARY

The author comments on some aspects of the practice of medicine among the Taino indians that lived in Santo Domingo before the Spaniards arrived.

Bibliografía

[1] Trabajo presentado en el Primer Congreso Médico Gremial del Sur; Abril 3 de 1971.

[2] Esta invaluable colaboración es cortesía de los doctores Hugo Mendoza, Maestro de la Medicina Dominicana, y Eddy Pérez-Then, director del Centro Nacional de Investigación en Salud Materno-Infantil (CENISMI), del Hospital Infantil Dr. Robert Reid Cabral.

[3] Los interesados pueden dirigirse al autor, Dr. Arístides Estrada Torres, Azua, República Dominicana.

[4] Probablemente se trate de lo que hoy se denominan “piedras de rayo,” usadas en la cultura espiritual popular como medio de comunicación con los ancestros. (Nota del editor)

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