martes, abril 24, 2007

Noticias del Frente Cosmico 005

Doña Manuela: “.. ya en la vida no puede pasarme nada más grande”

CALLES Y AVENIDAS
AMAURY GERMAN ARISTY
Actuaba convencido de que su mayor obligación era luchar por los pobres


POR ÁNGELA PEÑA

Era un niño cuando, indignado por las crueldades del régimen de Trujillo que escuchaba sin que los mayores advirtieran su presencia, aprovechó un viaje de su madre a la Capital y sacó los ojos a las fotos del tirano y de su hermano Héctor, que se exhibían por obligación en la vivienda de Padre las Casas, donde nació. Su reacción ante el castigo impuesto por doña Manuela, a su regreso, fue acusarla de trujillista.

La golpiza no sirvió de escarmiento a Amaury, que ni siquiera había ingresado a la secundaria. Al poco tiempo se apoderó de la bocina del teatro del pueblo e improvisó un discurso contra la situación imperante. Sus ataques al régimen en el parque eran casi diarios, tenía entre el escaso auditorio a Ignacio Soto y a su prima Grecia Segura, con quienes se reunía también en la cocina de la casa a criticar con más libertad los atropellos.

Robó del Ayuntamiento la placa que decía que “El Jefe era Trujillo”, aprovechando que la comunidad escuchaba misa, y la lanzó a un retrete. Vino a Santo Domingo junto a su hermana mayor, Marisela, para estudiar en el liceo Juan Pablo Duarte, pero pasaba más tiempo fuera del aula creando conciencia en los alumnos, junto a César Félix, lo que le mereció el sobrenombre de “Germán pasillo” y el encierro en la Casa Albergue, tenida entonces como cárcel de menores, acusado de agitador.

Nacido el 13 de abril de 1947, hijo del hacendado Manuel Germán y de Manuela Aristy Castillo, el inquieto revolucionario concluyó su bachillerato en Matemáticas vigilado por los servicios secretos que no eran indiferentes a su incansable actividad política. Eliminada la tiranía, quiso alzarse contra el Triunvirato cuando derrocaron el gobierno democrático de Juan Bosch pero fue impedido por su corta edad. “Era del 14 de Junio y el día que mataron a Manolo se puso frenético”. Manolo Tavárez, líder máximo de esa agrupación, se fue a las montañas en 1963, y fue asesinado por tropas gubernamentales después que se entregó.

Doña Manuela fue la madre tierna decidida a apoyar al hijo en todas sus luchas. Aún tras su caída mantiene vivo el recuerdo del vástago a través de los testimonios que cuenta entre sollozos, de las fotos y cartas, de libros, recortes de periódicos, afiches, consignas, objetos personales. La casa de la Salomé Ureña tantas veces allanada en busca del clandestino combatiente, es una especie de museo en la que el líder está presente.

En las calles Hermanos Pinzón, Padre Billini, Tejada Florentino, Juan Isidro Pérez, en el ensanche Ozama, en Monte Bonito o en Puerto Plata, donde vivió, fue siempre un activo militante que tuvo actuación en todos los movimientos revolucionarios que registra la historia política contemporánea, desde el trujillato hasta que fue derribado en combate con un ejército insuperable el 12 de enero de 1972, en una cueva del kilómetro 15 de la autopista Las Américas. Su arrojo ha despertado tal admiración popular que se han designado cuatro calles con su nombre, una de ellas en su natal Padre las Casas.

Compromiso con el pueblo

Según las confesiones de doña Manuela, Amaury fue un auténtico patriota convencido de que su obligación mayor era la lucha por los pobres, sin embargo, nunca dejó de mostrarle su cariño y en un momento inolvidable llegó hasta a pedirle perdón por lo que consideraba irresponsabilidad familiar. Solemnemente, convencido de que caería vencido por los militares del gobierno balaguerista, que combatió ardorosamente y sin desmayos, le entregó a su única hija, Amarilys, procreada en su matrimonio con Sagrada Bujosa, compañera de amores e ideales.
La revolución de abril le tuvo como uno de sus más decididos combatientes. Desde que escuchó por radio la arenga de José Francisco Peña Gómez “fue donde estaba la ropa lavada, sacó unos jeans y unas botas y salió para la capital”, cuenta doña Manuela. Apenas contaba 18 años. Por este gesto lo tildaron de comunista, a lo que replicó el sensible adolescente: “Ojalá yo llegar a ser un verdadero comunista”.

En la refriega recibió un balazo en un glúteo cuando se lanzó a rescatar el cadáver de Euclides Morillo, derribado en el asalto al Palacio Nacional. “El doctor Franco lo atendió en una clínica frente a los bomberos. Cuando se recuperó, en dos semanas, volvió a su comando de la José Gabriel García, que compartía con Amín Abel, Orlando Mazara, Moisés Blanco Genao y otros”, refiere doña Manuela.

Al terminar la guerra se dedicó a viajar por pueblos y campos en trabajos de adoctrinamiento político. “La casa se llenaba de campesinos, obreros, militantes, que venían a buscarlo”. Una maleta pequeña de escasas pertenencias era la acompañante fiel que guardaba con especial esmero la foto de Sagrada y una pistola 45. Cuando estaba de paso por el hogar materno y lo detectaban las fuerzas represivas balagueristas, doña Manuela se sentaba sobre el colchón donde colocaba el arma. “Aquí nos allanaban a todas horas, en menos de 15 días nos hicieron más de 20, el último fue el tres de enero de 1972”.

Cuenta el primer viaje del segundo de su prole a Cuba para participar en la reunión de la Organización Latinoamericana de Solidaridad. “Amaury salió electo vicepresidente de ese encuentro, con el nombre de Gerardo Sánchez, y el Che Guevara presidente”. Regresó clandestino. “Tenía el cabello color café, claro, pero entonces se lo tiñó de negro. Vino con el pelo largo y unos dientes postizos, ese día era domingo, llegó donde su hermana Negrín, que me llamó diciéndome: “Dice la modista que venga a medirse el vestido. Quiso verme, me dijo que éste (verla) no era su compromiso, pero que primero tenía que abrazar a los que más debía. Después la policía lo atrapó por la Hermanos Gorjón, en la casa de un pariente, y lo llevaron a la cárcel de La Victoria”. Me declaré en huelga de hambre para que lo soltaran. Le pusieron 100 mil pesos de multa y le dieron libertad bajo fianza, pero más nunca le perdieron de vista”.

Volvió a Cuba, agrega, “ya casado con Sagrada, que estaba embarazada. Me mandó a buscar a su escondite en la calle Polvorín, donde vivía su hermana Leda. Me pidió excusas diciéndome que había sido irresponsable pero que me había citado porque no sabía si volvería y quería que yo lo respaldara. También me manifestó: “Me va a nacer un hijo, es un recuerdo que te voy a dejar”. Le dije que se fuera tranquilo, que me alegraba, lo apoyaba y tenía fe en Dios de que volvería y lo vería de nuevo. Amarilys es mi hija más chiquita”.

De los ojos de doña Manuela brotan lágrimas incesantes recordando estos momentos íntimos. No conoce a profundidad las acciones públicas de este retoño de cuya compañía disfrutó poco tiempo, pero sí evoca nostálgica, orgullosa, los limitados momentos compartidos. En la hermana antilla, añade, Amaury “estuvo entrenándose militarmente. Caamaño y él se reunieron allá. Amaury regresó primero a la República e iba a dar el visto bueno de cuando podía Francis venir con la guerrilla. Se dedicó a preparar el frente para esperar el desembarco. Cuando vino esta vez nos reunimos en la casa de una hermana de Sagrada, en El Vergel, estaba muy contento con la niña, fue la primera vez que la vio, nos retrató Ruddy González, eran buenos amigos, de San Antón”.

La calle

Las calles que honran la gallardía del inquieto revolucionario están localizadas en los barrios Herrera, Los Pinos y Juan Bosch. En el rótulo de la de Herrera el apellido está mal escrito. Doña Manuela está agradecida por estos homenajes, aunque entiende que deberían tener calles más céntricas y transitadas donde su ejemplo estimule a los jóvenes.

Refiriéndose a la calle oficialmente designada con el nombre de los cuatro miembros del “Comando de la Resistencia”, conocidos también como “Los Palmeros”, comenta: “Por gente como la que vive por ahí fue que ellos lucharon”.

“Época dura”

En 1971 se produjo el asalto a una sucursal de The Royal Bank of Canada y Amaury fue acusado del hecho junto a otros izquierdistas. Oculto siempre, procuró tener en lo posible contacto con la madre. “Nunca sabía donde estaba, lo que me interesaba era que estuviera bien, no sé hasta dónde podía llegar mi debilidad, a veces mandaba a llamar para que supiera que no le había pasado nada, pero hablábamos poco porque los teléfonos estaban intervenidos. Fue una época dura, difícil, es increíble que uno haya sobrevivido y pasado esa prueba. El Señor me dio fuerzas que no tengo hoy, pero tú comprenderás que los años no perdonan”, manifiesta entre sollozos.

Fue a verlo al ensanche Ozama cuando el doctor Arnulfo Reyes lo operó de amígdalas. El doctor Enrique Carrasco, un médico revolucionario, solidario, facilitó su clínica. Mientras lo intervenían, Virgilio Perdomo y Ulises Cerón hacían guardia. Después iría a Boca Chica con Amarilys, en las Navidades de 1971. No lo vio. Sagrada buscó la niña y se ausentó media hora. “Creo que fue a llevársela, no sé, no estoy segura”.

Se enteró del cerco a Ulises Cerón, Virgilio Perdomo, Bienvenido Leal y Amaury, por una llamada de Sagrada a la una de la madrugada anunciándole que pasaría a recogerla. Ahí aumentó su angustia y se inició una interminable cadena de visitas: a Radio Mil, la UASD, la Nunciatura Apostólica, denunciando el hecho, buscando mediación para que se evitaran pérdidas humanas.

“A las seis de la mañana ya habían caído Ulises y La Chuta en el primer encuentro. El último que cayó fue Amaury”.

“Recibimos el cadáver el día siguiente, el que en mejor condición estaba era Amaury, se reconocía por su cara, aunque tenía el cuello desprendido. No lo pudimos vestir, estaba en muy mal estado, para comprobar tanta crueldad, había que verlo. Creí que no lo podría soportar, ya en la vida no puede pasarme nada más grande”.

No hay comentarios: