martes, abril 03, 2007

Noticias del Frente Poetico 007

Con flores a la reina

Por: Francisco Rodríguez de León

Nostrum Editorial, Nueva York, 2002. (324 páginas ISBN: 99934-0-286-9. Impresora: Editora Búho)

Parte de este material fue publicado por Angela Peña en el periodico HOY.

Consideraciones del autor


El origen de la novela “Con flores a la reina” en mi mente lo sitúo en los preparativos que tuvieron lugar a final de la década del ochenta y principios de la del noventa del siglo recién pasado, para denunciar la conmemoración del quinto centenario de la conquista y el genocidio contra la población indígena y los esclavos africanos.

En 1987 habíamos formado en Santo Domingo un Club de Etnología que se llamó Isla de Tránsito, usando un concepto del antropólogo José Guerrero. El club sesionaba cada tres semanas en la Casa de Francia de la Zona Colonial. El animador principal fue Tony de Moya, y entre los miembros fundadores y otros que participaban estuvieron Fradique Lizardo, Amable López, Marcial Lugo, Irma Nicasio, Mu-Kien Sang, Luis Vargas, Grace de los Santos, Marcial Soto, Fabio Victoria, y artistas musicales y plásticos como Luis Días, José Duluc y su compañera de entonces, Manuela; Miguel Fenton, Paíto Lugo y varias personas más. En cada sesión había un expositor (a) principal que presentaba un trabajo monográfico seguido por un debate.

Eran los tiempos de la construcción del Faro a Colón y de anuncios de planes grandiosos para la restauración de la Zona Colonial que se cumplió parcialmente y en la que alegadamente algunos se hicieron con propiedades en el sector. La Casa de Francia canceló el permiso para las reuniones alegando que desde el Club se comparaban los desalojos de las comunidades aledañas al Faro con el apartheid sudafricano (todavía existía y Mandela estaba prisionero). La última sesión del Club fue en la actual Plaza de España con la presencia de la fallecida antropóloga June Rosenberg, Carlos Andújar y Manuel Maza.

Cuando llegó la fecha señalada, en octubre de 1992, diferentes organizaciones llamaron a una manifestación de repudio en el puerto, donde estaban ancladas las réplicas de las tres carabelas colombinas. La policía desbarató dicho acto al inicio mismo y a muchos los arrestaron (Silvano Lora, José Roldán, otros). A José Duluc y a mí nos detuvieron cuando llegábamos a la actividad, pero convencimos al teniente de la patrulla para que nos dejara libres.

Recuerdo que vimos cuando traían a Roldán arrestado y los policías que lo llevaban se burlaban de él porque estaba vestido como en el gagá (con una pequeña falda hecha con pañuelos de diferentes colores). Ese incidente está recogido en el primer capítulo del libro.

Años más tardes comencé a investigar sobre la historia social de las mujeres, desde los llamados tiempos bíblicos y el resto de la antigüedad hasta nuestros días. Como profesor de Estudios Latinoamericanos y del Caribe en la Universidad Municipal de Nueva York (CUNY), me di cuenta de la importancia que tenía Anacaona en la población caribeña y latinoamericana. En una ocasión, en el curso postgraduado de Historia del Çaribe para maestros de escuelas públicas, algunas profesora (e)s puetorriqueña (o)s se mostraron sorprendida(o)s y preguntaban: “¿Pero, profesor, Anacaona no es boricua?”.

Mi limitada agilidad mental se vio en aprietos para ensayar una respuesta rápida que hiciera justicia al personaje y a sus admiradores, y dije algo así como: “Bueno, es haitiana-dominicana, pues Jaragua ocupaba la parte suroeste de Haití y una parte del suroeste dominicano, pero es antillana porque Hatuey era de Jaragua, escapó a la matanza y llegó con otros a Cuba y organizó la resistencia allí, y el compositor y músico puertorriqueño Tite Curet compuso la famosa canción “Anacaona”, interpretada por Cheo Feliciano, que fue popularísima en la década del setenta”.

Así escribí un primer ensayo sobre Anacaona que fue progresando hasta lo que se transformó en la obra Con flores a la reina. A propósito, en el proceso descubrí que en Cuba hay una orquesta femenina que se llama “Anacaona” desde la década del cuarenta (se renueva cada cierto tiempo). Que además de los autores dominicanos conocidos, también en el resto de Latinoamérica (Haití, Cuba, Puerto Rico, México, Colombia, Ecuador, Paraguay) habían escrito poemas, cuentos, novelas, ensayos, canciones sobre ella, y hay pinturas de artistas haitianos en las que aparece como una reina africana.

La novela tiene dos propósitos: Denunciar el genocidio y otros crímenes de lesa humanidad (pasados y presentes), y al poder planetario machista del cual Anacaona fue la víctima femenina más conocida en la conquista (pero igual podrían ser Eva, las mujeres bíblicas y actuales lapidadas o sexualmente mutiladas, las Juana de Arco y las brujas europeas quemadas, las mujeres excluídas de los derechos políticos y sociales, María Trinidad, las Mirabal, las asesinadas y maltratadas por misóginos o posesivos, las obreras de zonas francas o las sexuales por necesidad económica).

Anacaona es el personaje histórico central, que históricamente ha llamado la atención de los cronistas de su época y de una variedad de personas de diferentes países y continentes hasta el día de hoy por haber sido cacica de Jaragua, el más desarrollado de los cacicazgos de la isla, como también por su involucramiento en las actividades culturales (los areítos y las artesanías), y por su belleza.

Aunque en nuestra obra se señalan esos aspectos, la tesis fundamental de la obra es que fue enfrentada por el gobernador Ovando y su administración y ahorcada (tras la matanza de Jaragua, en 1503), por su posición de mujer gobernante, que unido a las anteriores cualidades, la convertían en un símbolo demasiado potente para ser aceptado por un misógino como lo era él (miembro de la Orden de Alcántara, con voto de celibato y alegadamente asesino de la esposa de un zapatero, por lo que habría sido condenado a muerte y posteriormente indultado por la corona española.

Esto último ha sido reseñado en el libro, “Enriquillo, un héroe galvaniano” – Premio de Ensayo, 1999 – del académico y escritor Franklyn Gutiérrez, profesor de CUNY y actual Comisionado de Cultura del gobierno dominicano en Estados Unidos.

Paradójicamente, otra mujer, la reina Isabel, era la principal gobernante de España en ese tiempo. También en la región Este ahorcaron a otra cacica, Guaimá, a poco de la matanza de Jaragua.

En el proceso de investigación descubrí la enorme dimensión de Fray Bartolomé de las Casas, un verdadero humanista integral y militante, ya como ente de moderación, ya como radical a favor de los oprimidos y derrotados y contra sus opresores, a pesar de haber sido él mismo, como su padre y tíos, funcionario de la corona con sueldo hasta su jubilación, a edad avanzada (vivió hasta los 90 años) y con disfrute de pensión.


Existe una escuela lascasiana, y apreciadores de sus larguísimas y difíciles luchas, de vasta bibliografía publicada sobre el tema y en la que se cuentan compañeros religiosos y de luchas (Remesal, de Ladrada) e innumerables y meritorios profesionales contemporáneos de las disciplinas sociales (Llorente, Bataillon, Quintana, Hanke, González Fernández, para mencionar algunos de los extranjeros; Cassá, Rodríguez Demorizi, Julián y otros, entre los criollos).

Mediante revelación onírica al autor en el momento de darle forma final al texto, Las Casas impuso su presencia jerárquica en el mismo, convirtiéndose en el otro personaje central y pasando de testigo histórico de referencia a un activo testigo de cargo excepcional sobre la base de su formidable legado. Y no podía ser de otra manera, pues de los primeros cronistas de Indias, él fue el único en solidarizarse sin reservas con los indígenas (y posteriormente con los africanos), y el que, frente a los vituperios de los otros (Fernández de Oviedo, Pedro Mártir de Anglería, López Gomara), elogió y defendió a Anacaona, a quien, entre otras cosas, define como “mujer muy prudente y comedida”, o bien, “muy graciosa y palaciega en sus modales, en su habla y sus meneos”.

Maritza Vélez, Raquel Amparo y Javier Manzur, son los personajes ficticios principales como integrantes de la comisión de Operación Taína que lleva la querella a Europa. La portavoz del grupo es Maritza, una mujer, lo cual es consistente con la concepción del argumento de la obra. Por supuesto, hay otros personajes importantes como Orlando, el funcionario de la Embajada dominicana en Madrid que asiste a los de Operación Taína y el juez español Garrido, a quien convencen para que ofrezca testimonio sobre el genocidio.

La trama gira alrededor de la formación de un grupo de denuncia del genocidio continental (Operación Taína), tomando como caso paradigmático el genocidio de Jaragua y el ahorcamiento de Anacaona. Ese grupo, producto de los acontecimientos del Quinto Centenario, envía en 2001 una comisión de tres miembros (dos mujeres y un hombre) a España a denunciar dichos hechos ante el pueblo y el Congreso españoles, aprovechando el debate que se desarrollaba en torno a la formación de un Tribunal Penal Internacional, uno de cuyos postulados es la no prescripción de los crímenes de lesa humanidad.

El libro, está dividido en tres partes. La primera sirve de introducción y ambientación de la trama, con una parte (primeros dos capítulos, más los 7, 8, 9 y 11) narrada en tercera persona, y la otra (Introducción, Caps. 3–6,10), en primera persona, por una periodista (reportera) y cuatro de los protagonistas (un capítulo cada uno). El texto narra las diligencias de los dominicanos y sus aliados en La Haya, Barcelona, Madrid, hasta desembocar en las vistas públicas del Congreso español sobre la matanza. Asimismo, los acontecimientos mundiales relevantes al tema.

La novela es de carácter experimental, ya que los primeros tres capítulos forman un collage: un primer capítulo escrito por una reportera, un segundo un tanto digresivo en el que se denuncian algunos de los genocidios y sus responsables contemporáneos, y un tercero que, al igual que el primero, trata de las referidas diligencias de los miembros de Operación Taína en Europa.

En la segunda parte se narran los hechos acontecidos durante los inicios de la Conquista y se ofrece una visión de la sociedad indígena original en forma novelada. Los Colón y demás conquistadores, los indígenas y sus líderes (Guacanagarix, Caonabo, Bohechío, Anacaona, Enriquillo), los monarcas españoles y los religiosos, sobre todo Las Casas, son personajes activos en esta parte (1492-hasta la matanza de Jaragua y muerte de la reina Isabel y la salida de Ovando, en 1509).

La tercera parte sucede en dos planos espaciales intercalados (la Española y otros territorios americanos conquistados), en planos temporales también intercalados (años 2000–2002, un capítulo, y siglo dieciséis, el siguiente, y así sucesivamente), y en dos voces igualmente intercaladas (tercera persona, un capítulo, y primera persona –– Fray Bartolomé, el siguiente, y así sucesivamente).

En el texto se presentan las intervenciones de los querellantes ante el congreso español y su desenlace, intercaladas con una narración del padre Las Casas sobre lo que él presenció y sufrió, incluyendo los sermones de los dominicos contra la esclavitud (de Córdova, Montesinos) así como sus propios debates ante la Corte.

El desenlace es gozoso a propósito, pues sentía que la tragedia histórica sufrida por los nativos y otros era ya suficiente y, de todos modos, ¿quién ha dictaminado que el final de una obra narrativa tiene que ser necesariamente doloroso? Pero eso no se cuenta, eso hay que dejárselo a la hipotética lectora de la obra, deseándole amablemente “que en ella se ensuelva”.

Sobre el autor:

Francisco Rodríguez de León es profesor de Estudios Latinoamericanos y del Caribe en la Universidad Municipal de Nueva York (CUNY), institución en la que trabaja desde hace dos décadas.

Otras obras suyas son:

Trujillo y Balaguer: Entre la espada y la palabra (ensayo), Editorial Nostrum (Nueva York) / Letra Gráfica (Santo Domingo), 2004.

Ayer menos cuarto y otras crónicas de Pedro Mir, Editor-compilador (periodismo), Biblioteca Naconal de la Republica Domincana, Santo Domingo, 2000.

El furioso merengue del Norte: una historia de la comunidad dominicana en los Estados Unidos (historia), Tri-Litho, Inc., Kingston, N.Y., 1998.

Los exiliados del sueño (poesía), Editora Taller, Santo Domingo, 1991.

Territorios (poesía) Editora Lawrence, Santo Domingo, 1985.


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