miércoles, junio 27, 2007

Noticias del Frente Historiografico 013

Murió el escritor cubano José Juan Arrom

Fue miembro fundador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y miembro correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua.

Por Eugenio Chang-Rodríguez

Escrito: Miércoles 20 de junio de 2007
Publicado: Miércoles 27 de junio de 2007

http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cultura/noticias/murio-el-hispanista-y-escritor-cubano-jose-juan-arrom/(gnews)/1182357960

El escritor cubano José Juan Arrom (1910-2007) falleció [a mediados de abril] en su casa de Massachussets, su última residencia desde que se jubiló de la Universidad de Yale, tras varias décadas de docencia. Fue miembro fundador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y miembro correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua. Su partida enluta las letras hispánicas.



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José Juan Arrom, abanderado de la cultura...

Por Pedro Pablo Rodríguez
Historiador y ensayista cubano

prensalatina.com, Cuba
Martes 26 de junio, 2007

http://www.prensalatina.com.mx/article.asp?ID=%7BB7715A06-9A6E-4D8D-9A55-7B7A0632F9C1%7D&language=ES


A mediados del pasado mes de abril, a los 97 años de edad, falleció en Estados Unidos, país donde residía desde hacía muchos años, José Juan Arrom, destacado profesor e investigador de temas de las letras y la cultura cubana e hispanoamericana en general.

Durante varios decenios impartió clases en una de las más prestigiosas universidades de Estados Unidos, la de Yale, en la que había cursado sus estudios de bachiller, maestría y doctorado, y, tras su jubilación como Profesor Emérito, mantuvo una intensa actividad intelectual durante un buen tiempo.

Fue Arrom de aquel selecto grupo de hispanistas que logró vencer la hostilidad de la Academia estadounidense de entonces -que aún tendía a estimar como asuntos de menor importancia el análisis de nuestras tierras, en particular de nuestra cultura- y el desdén de la sociedad del norte hacia nuestras tierras, para, desde finales de los años 30 del pasados siglo, ir abriendo espacio a los estudios hispánicos, en particular a nuestras letras y a nuestra lengua.

Ya va siendo hora de que se estudie y se valore con justeza la heroicidad intelectual de aquel grupo en que, entre otros, se destacaron, junto a nuestro Arrom, los españoles Federico de Onís y Manuel Pedro González, estudiosos ambos del modernismo y de Martí, en particular, el segundo.

Además de divulgar entre sus estudiantes esos conocimientos -y contribuir de ese modo a elevar el respeto por nuestros pueblos- ese grupo de profesores logró crear una comunidad de interesados discípulos, que indudablemente sirvieron de base al creciente auge de la hispanística y de los estudios latinoamericanos en la nación vecina.

Imaginemos, pues, el largo y difícil camino de aquel hombre que siempre se consideró un "guajiro" de Mayarí, y que a los 27 años de edad recibió su primer título de Bachelor of Arts en Yale, uno de los centros de educación superior incluidos en la Ivy League, esa selecta clasificación del mundo universitario estadounidense.

Pensemos por un instante en el ambiente social en que tuvo que desenvolverse aquel cubanito sencillo para vencer sus estudios hasta el doctorado y ubicarse en aquel mundo de profesores aristocratizantes y de estudiantes de las clases más pudientes.

Tenacidad, talento y brillantez tuvo que derrochar Arrom seguramente para mantenerse en aquel ambiente de privilegiados, sin que ello, sin embargo, le convirtiera en un scholar de la Nueva Inglaterra de la época, ni le hiciera perder su cubanía y su amor a su tierra y a sus gentes.

Nacido en Mayarí el 28 de febrero de 1910, José Juan Arrom fue un cubano de pura cepa que nunca perdió su identidad ni su estrecho contacto con la patria, ni siquiera durante los años de la agresiva política de Estados Unidos contra Cuba, que tantos obstáculos ha interpuesto entre los emigrados y su país.

Nunca se dejó atrapar por la propaganda anticubana ni aceptó unir su nombre en acto alguno de rechazo al gran cambio social que se operó en la Isla. Sin estridencias y sin modificar su ideología, fue cubano pleno, de corazón hasta su muerte, que nunca olvidó ni se desasió de su origen humilde ni de sus costumbres guajiras.

Le conocí en La Habana durante una breve visita en medio de la vorágine revolucionaria. Quedé impresionado por la vitalidad intelectual y la sencillez humana de aquel hombre de baja estatura y sonrisa simpática, que olía con finura el mar de la costa y la yerba de nuestra tierra, que identificaba plantas y pájaros, que disfrutaba el habla popular y los cambios de los giros idiomáticos respecto a su juventud, y cuyo acento al hablar era el del cubano reyoyo.

Me demostró Arrom una singular capacidad para apreciar y gozar los detalles de la cubanía en la naturaleza y en las gentes. Era el siempre atento estudioso de la lengua y la cultura populares, y, a la vez, el cubano que saboreaba a su pueblo y se metía en él.

No lo supo él entonces ni quizás yo tampoco me di cuenta en aquel momento: aquel hombre bajito, feliz, observador y preguntón, sin proponérselo desde luego, me enseñó mucho sobre la condición del cubano.

Por eso, ante su muerte, recuerdo emocionado a aquel cubano entero, José Juan Arrom, sobre quien le he escuchado hablar a José Olivio Jiménez, en Nueva York, y a Roberto Fernández Retamar, en La Habana. Me es imposible calificar su magisterio docente, aunque intuyo por aquel trato personal, breve e inolvidable que sostuvimos, que supo atrapar el alma de sus alumnos.

Sí quiero decir algo de su obra escrita, dispersa sobre todo en numerosas publicaciones universitarias y académicas, y, tristemente, apenas conocida entre nosotros actualmente, a pesar de que ganara el comentario elogioso de muchos críticos cubanos como José María Chacón y Calvo, Samuel Feijóo, Fernández Retamar, Raimundo Lazo, Félix Lizazo, José Antonio Portuondo, Emilito Roig de Leuchsenring y Salvador Arias.

La extensa obra de Arrom ha insistido en varios aspectos del teatro hispanoamericano, las generaciones literarias, la poesía popular y en cosas de Cuba como el nombre del país, el concepto de criollo y los elementos aruacos en nuestra cultura.

Quizás la hondura de sus aportes ha sido desigual, pero nadie duda que a la hora de hablar de la literatura dramática en nuestra América, los textos de Arrom son de inexcusable consulta.

Recordemos algunos: Voltaire y la literatura dramática cubana (1943), Historia de la literatura dramática cubana (944), Documentos relativos al teatro colonial en Venezuela (1946), Teatro de José Antonio Ramos (1947), El teatro de Hispanoamérica en la época colonial (1956) Historia del teatro hispanoamericano, época colonial (1967), Primeras manifestaciones dramáticas de Cuba, 1512-1776 (1968).

Certidumbre de América, compilación de varios de sus textos, es quizás lo más leído de su obra en Cuba, probablemente porque su primera edición fue en La Habana, y porque el Instituto del Libro lo reimprimió hace ya unos cuantos años.

Entre las miradas claves para la comprensión de nuestra identidad que en ese libro nos ofrece Arrom -como sus reflexiones e torno al término de criollo o la presencia del negro en la poesía folclórica de América-, deseo recordar su acercamiento a Martí, cuya lectura ahora, en la apertura de un nuevo siglo, no deja de despertar nuestro interés.

Me refiero a "Raíz popular de los Versos sencillos de José Martí", texto leído en un Congreso de Literatura Iberoamericana en 1953 y publicado por vez primera el año siguiente en las Memorias de dicho encuentro.

En su ensayo, Arrom discurre sobre un tema martiano andado ya por entonces por Juan Marinello y Max Henríquez Ureña, entre otros. Su tesis central es que el Maestro se vio influido en aquel cuaderno por las expresiones de la poesía popular, y que, de alguna manera, hubo en ello una voluntad autoral expresada en el Prólogo mediante su preocupación por los pueblos hispanoamericanos.

Para Arrom ahí está la causa de que Martí recurriera a las coplas, entendidas estas en su sentido más lato, sin especificar sus combinaciones estróficas, y que sirven de letra al canto tradicional hispánico.

Con agradable erudición, Arrom compara los versos martianos con innumerables ejemplos de la poesía anónima, popular de España y de América, para encontrarles semejanzas de ideas, de tonos, de estilo. Y en ese aspecto es que concluye su análisis valorizador de la singular altura original de los Versos sencillos.

Leamos las palabras finales de Arrom en su ensayo martiano:

"Así, al verter sus sentimientos, estando en tierra extraña, con más razón huye del lenguaje libresco o de la idea importada y se refugia en las formas tradicionales aprendidas de la madre que acuna en los brazos al hijo, del corro de niños que entonan canciones infantiles, del campesino que apoyado en su guitarra hiende el aire con su estrofa doliente.

"Todo eso, que Martí llevaba muy adentro, y es muy suyo, es lo que impregna sus Versos sencillos, y les da temblor de entraña palpitante. Martí es Martí porque en sus versos, como en su vida, ha sido fiel a la más alta tradición del espíritu y de la lengua de su pueblo."

Hace menos años, Roberto Fernández Retamar y yo, de común acuerdo, solicitamos a Arrom el Liminar para la compilación de las "Escenas norteamericanas" que preparamos ambos como coordinadores para la prestigiosa colección Archivos bajo los auspicios de la UNESCO, con el título de En los Estados Unidos; periodismo de 1881 a 1892.

Su inmediata y emotiva aceptación disculpó nuestro atrevimiento de molestarle en su edad ya avanzada. Con ímpetu juvenil y sabiduría añosa, el maestro Arrom termina así ese texto, luego de valorar la actualidad del juicio martiano en las "Escenas" así como la fuerza de aquella prosa:

"En fin, que su obra es histórica, y es brújula y norma y meta. Hay ideas que no caducan y seres que no perecen. Así ocurre con Martí y su obra."
Desde aquí, pues, desde su Cuba querida, el recuerdo agradecido y el homenaje debido a José Juan Arrom, cubano entero.




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Arrom: “No es cierto que los indios del Caribe fueran exterminados”

Entrevista a José Juan Arrom, historiador cubano

Fundación Catalunya América


Publicada en la Revista RE (Revista de Pensamiento y Opinión. 3ª etapa. número 28-29, diciembre de 1991).

José Juan Arrom es un gran historiador de vastísima cultura. Ama entrañablemente “las Américas” y a sus gentes; y de manera especial, Cuba, la hermosa isla del Caribe en la que nació. Ama, no menos entrañablemente también Mallorca, otra bella isla mediterránea, cuna de su padre. Contagia, a su paso, la emoción con que vive su unitivo talante de dos mundos. Y ama profundamente a Silvia, su esposa, sin la cual –dice- no existiría, sino fuese gracias a sus cuidados.

Profesor Emérito de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, en su cátedra de Historia de América, es ya un profundo pozo remansado que guarda preciados saberes cristalinos de las primeras páginas de esta común historia Catalano-Americana.

Al profesor José Juan Arrom le apasiona descubrir primerísimos tesoros históricos. Es un experto en ello. Él fue quien encontró, refundido por el paso de los siglos, el original italiano que se conserva de la “Relación acerca de las antigüedades de los indios”, escrita por Fray Ramón Pané, primer documento del Nuevo Mundo. Por este motivo, y por muchos reconocimientos más, fue invitado especialmente en las IV Jornadas de Estudios Catalano-Americanos que tuvieron lugar en el “Institut d’Estudis Catalans”, los días 18, 19 y 20 de octubre de 1990 en Barcelona, donde, con gesto emocionado, ante cerca de sesenta investigadores, presentó la primera edición de la obra de Pané en su idioma original, el catalán, editada por la Generalitat de Catalunya.

Allí, tuvimos el placer de conocerle. Compartiendo la mesa luego, en la sala noble del histórico Monasterio de San Jerónimo de la Murtra, y con el gusto de su compañía en la sobremesa, nos refirió muchas cosas importantes: “Los españoles y los americanos deberíamos llamarnos hermanos”. Hoy la palabra puede sonar un poco rara, pero nos unen lazos fraternales. Somos una verdadera hermandad. Hermandad del espíritu. Nos une, no solamente la lengua sino la manera como vemos el mundo, nuestras cosmovisiones.

-. Profesor, el tema del V Centenario ha levantado en España voces contrapuestas. Usted nos ha contado que está preparando un trabajo sobre las dos caras de la Conquista. ¿Qué nos puede decir sobre este tema?

-. En efecto, aparecerá en inglés y en español a fines de este año un trabajo que se titula “Las dos caras de la Conquista”. Es decir, las contradictorias imágenes de cómo los europeos vieron al indio y como el indio vio al europeo, y que por esa falta de entendimiento al no poderse, mutuamente, encontrar como hombres, surgieron gran cantidad de problemas. En esta obra, entre otras cosas, yo digo que no es cierto que los indios fueran exterminados.

En 1518 la mitad de la población de las Antillas fue exterminada por la viruela porque no tenían defensas. Un soldado negro, de los que emprendieron la reconquista contra Cortés, llevó desde Santiago de Cuba el germen de la viruela. Cortés, vencido por los Aztecas en la “noche triste”, llegó a Veracruz. Mientras tanto, la viruela se extendía por toda la ciudad de Tenochitlán. O sea, que quien venció la aristocracia Azteca fue la viruela. El indio Cuatémoc no se rinde hasta que no hay cinco capas de muertos por la viruela en Tenochitlán. Que Colón abriera el camino para la viruela, es cierto. Pero él no lo podía saber. Colón también llevó la lengua que yo hablo y la cultura en que vivo; a esto también me refiero en este libro.

Además, digo que más eficaz para “acabar” con la cultura de los indios no fueron las armas de fuego, las lanzas, los perros, las espadas y los caballeros, sino –imagínense ustedes- ¡fue el amor! Porque los españoles no tenían mujeres españolas y entonces se casaron con mujeres indias –no para tratarlas como sus esclavas-. Yo presento documentos de cómo los españoles querían a los hijos de su sangre. Al principio se les llamó mestizos (la palabra es fea). Entonces se les cambió por criollos. Y la palabra criollo no tiene nada que ver con la raza sino con la cultura. Criollos somos todos los descendientes de españoles que nacimos en otro lado, los que hablamos español y nuestra tierra está allá, bajo las mismas estrellas.

El año 1564 marca la fecha en que una generación de españoles ya se sienten de América. Desde entonces somos criollos. Esta no es una connotación antiespañola, es del español que se adapta a las costumbres de América. Y no se es indio por la piel sino por la cabeza, por que lo que se lleva dentro.

-. Y ¿cómo Fray Ramón Pané supo entrar en esta cabeza del indio?


-. Porque era modesto, era sencillo. Porque no le habían deformado la mentalidad con la propaganda de entonces. Era un modesto fraile. Colón lo mandó a vivir entre los indios y él aceptó tranquilamente. Y aprendió a vivir como indio entre los indios, a vivir en esas casas de paja que se llaman “bohíos”, aprendió a comer el pan de la yuca que se llama “casabe”... a conocer los manatis (1) que Colón creyó sirenas... Escuchó de los indios los cantos y sus cuentos y aprendió su idioma. Colón le pidió que escribiera. Y él lo hizo en un idioma muy sencillo. No tuvo ese cristal deformador que es la cultura negativa. El “milagro” de Pané es que era muy modesto y sencillo.

El Almirante leyó sus escritos y los escribió en algunas de sus cartas y documentos. Cita a Pané con respeto. El documento se los dio a su hijo Fernando.

-. ¿Cómo era Colón?

-. Colón nació en un pequeño villorrio cerca de Génova. Su padre se dedicaba a vender lanas y vino. El hermano mayor de Colón aprendió a hacer mapas y se trasladó al centro comercial de la navegación de aquel entonces: Lisboa. Cristóbal Colón tuvo una suerte loca. Salió en una galera a llevar mercancía a Gran Bretaña y pasando a la altura del puerto de Lagos, en Portugal, la galera naufragó. Agarrado a un madero logró llegar a la costa. Lagos era el puerto de mayor comunicación con África. Hacia 1444 comenzó allí, en grande, el comercio esclavista. Colón se enamora de la hija de uno de los más grandes dueños de una compañía de Lagos dedicada a la esclavitud. Se casa con ella y tiene un hijo: Diego. Al cabo de un tiempo muere la mujer. (En varios libros recientes se dice que Colón era un hombre cruel que no tenía ningún respeto por la familia; esto es totalmente falso. Él fue un buen padre y marido).

Con los portugueses aprende el arte de la navegación en alta mar en galeras y el negocio de la esclavitud. Aprende el régimen de los vientos y de las corrientes oceánicas y la manera de montar los barcos para los grandes viajes. Al regreso de Vasco de Gama, Colón sueña con hacer lo mismo pero navegando en dirección contraria y así llegar hasta China. Pero este “pobre hombre” no supo hacer los cálculos. Creyó que de Canarias a la China había 2.300 millas, pero en realidad hay 10.000. Y si no da la casualidad de que aparecen “estas islitas” en el medio, él no hubiera regresado nunca “a contar el cuento”. ¡Qué suerte de su equivocación!

Colón “dio” con estas islitas, pero su deseo no era ir a imponer su esclavitud allí, ni llevar muerte..., nada. Él era un hombre bondadoso, religioso. Pero de él no hay retrato auténtico, ninguno es verdad. Todo lo que ustedes vean es propaganda. Lo único que queda es un lenguaje verbal: mediana estatura, digno, muy callado, muy dulce, piel rojiza, pelo rojizo –que luego se hizo cano, con sus sufrimientos- ojos azules y pecosos.

Él estaba empeñado, por razones comerciales, en poder llegar a la India, para traer perlas, canela... Hizo un segundo, un tercer, un cuarto viaje y no lo logró. Desesperado llega a donde está hoy el canal de Panamá y pensó que detrás de aquellas montañas estaba el lugar que él quería... y quería volver. Quería a sus barcos de madera. Comienza el retorno y su barco se hunde frente a América.

Escribe allí su carta más trágica, la más bella y la más dolorosa que se ha escrito en América. (Los italianos la llaman la ”lettera rarísima” porque él ya estaba desvariando, sueña, cree que se le aparece un ángel...). Las aventuras que pasó para poder regresar a España son increíbles, sin barcos, sin dinero, sin honor, quiere la muerte. Un marinero leal va hasta lo que hoy es Santo Domingo, compra un barquito de “mala muerte”. En él regresa Colón deshecho, enfermo, ciego...

Llega a España y a los pocos días muere la Reina Isabel que se había apiadado de él. El Rey Fernando no le cumple las promesas de la Reina. Colón que no puede ya montar a caballo, va en una mula a Valladolid donde muere el 20 de mayo de 1506 y ahí termina su historia. Éste es Colón, dulce, soñador, cuyo gran triunfo en la vida fue equivocarse con grandeza. Porque por equivocarse descubrió esa tierra de donde vengo yo. Y lo más grande es que gracias a él España fue a América.

-. ¿Qué se puede rastrear de aquellos indios –tan entrañables para nosotros- que Colón trajo al regreso de su primer viaje?

-. Trajo seis indios, pero sólo uno vivió, debido al cambio de aguas y clima. El superviviente fue el “lengua”, es decir, el traductor; porque estos indios sí tenían idioma.

Todos los indios traídos fueron bautizados en el convento de Nuestra Señora de Guadalupe. Yo vi los documentos.

A su regreso, Colón fue a dar las gracias a Ntra. Sra. de Guadalupe, de la cual era devoto. “Guadalupus”: “río de lobos”. Luego surge la otra advocación americana que sólo tiene en común con ésta que se trata de la madre de Dios, puesto que no se parece en nada.

-. Cuéntenos su devoción a Ntra. Sra. de la Caridad del Cobre (que estaba situada en la entrada de la sala de conferencias del “Institut d’Estudis Catalans”, donde nos reunimos esos días).


-. Mi madre era cubana, hija de españoles asturianos. Cuando íbamos a casa de mis abuelos se hablaba de Ntra. Sra. de la Cueva de Onga, “Covadonga” (todas son las madres de Dios, pero con su aparición toman el color y el sabor de la tierra donde se aparecen) [2]. La de Cuba es la Madre de Dios que se aparece en la Bahía de Nipeg, en el norte de la provincia de Río, y mi madre era muy devota de esta Virgen de la Caridad. Esta imagen es la misma del Hospital de Illescas. Un capitán toledano la llevó a las minas de cobre de Santiago del Padre del Cobre. En aquella región estaban necesitados de sal.

En 1604, un siglo después, dos indios y un negrito son enviados a la Hoguera de Nipeg, a buscar sal. Los indios llevaron la imagen de la Virgen como protección (como hacían con sus imágenes de cemíes). Allí, en medio de una gran tempestad y enormes olas, invocan a la Madre de Dios que la imagen española representa. Ellos dijeron que se les apareció “Atavase”, la Madre de Dios indígena, sobre las aguas y les salvó. Aquí hay una historia y hay mito.

Pero hay otro milagro que es el que a mí me conmueve, y es que allí, en la Bahía de Nipeg, se aparece la Virgen de la Caridad del Cobre a tres cubanos que se dirigían a Cuba... a los pies de la Virgen yo canto... (el relato se ve coronado por la visible emoción del profesor, que nos agradeció este diálogo “en el que estoy hablando con emoción, con risa, con pasión y con libertad” (“Gracias por este día delicioso, encantador, alegre y realmente memorable, en este sitio donde se ama con un estilo auténtico”).


-. ¿Qué consejo nos daría a esos “locos” que formamos la Fundación Catalunya-América y que deseamos hacer el Museo bajo el nombre de Fray Ramón Pané?

-. Que sigan “locos”, recordando lo que yo les decía hace un rato: ser es querer, ser es amar, ser es unir. Todo lo que nos una es amar. Esta locura: “ser es unir”, eso es bueno.

Agradecemos mucho al profesor Arrom su cercanía, su afabilidad y trato cordial y amistoso, así como su visión serena y reconciliadora de la historia.

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Notas

[1] [Vacas marinas] Mamíferos que emiten un sonido parecido a la voz humana, de ahí nació la leyenda de las sirenas.

[2] Nótese el parecido a la figura de Yemayá (Nota del editor) .

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