viernes, julio 25, 2008

Noticias del Frente Ecologico 023

En 23 meses: DNCD ha despedido a 5 mil por mala conducta
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Mayor General Rafael Ramírez Ferreira, presidente de la DNCD

Ferreira advierte seguirá sacando corruptos de la entidad

Escrito por: RADHAMÉS GONZÁLEZ (
r.gonzalez@hoy.com.do)

Hoy, 24 Julio 2008

En los últimos 23 meses, la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) ha botado de la entidad a cinco mil miembros por tener vínculos con el narcotráfico y por cometer otros delitos.
Al dar la información, el presidente de la DNCD, mayor general Rafael Ramírez Ferreira, informó que las expulsiones se produjeron en medio de un proceso de “depuración y adecentamiento”, puesto en marcha en la institución a raíz de su designación hace casi dos años.

Ramírez Ferreira denunció además, que investigaciones internas realizadas por la DNCD han revelado que muchos agentes “protegen a personas ligadas al microtráfico”, aunque aseguró que cuando esas acciones han sido descubiertas, se ha actuado sin miramientos.
“Inmediatamente hemos procedido a expulsar y a someter a la justicia a los responsables”, declaró Ramírez Ferreira.

Explicó que muchas de las expulsiones están motivadas en el nexo, que de alguna manera mantienen los miembros de la institución con sujetos involucrados en drogas.

“Muchos otros, en cambio, nada han tenido que ver con drogas, sino que han sido separados de la DNCD y devueltos a sus instituciones por no adaptarse a nuestra filosofía de trabajo”, dijo Ramírez Ferreira.

Asimismo, el presidente de la DNCD, declaró que “otros agentes han sido expulsados por negligencia, mala conducta y por no observar la postura correcta que debe primar en un miembro de las Fuerzas Armadas o de la Policía, para desempeñar funciones en instituciones de este tipo”.

El presidente de la entidad antinarcóticos criticó, que algunos sectores quieran satanizar a las Fuerzas Armadas y a la Policía, tratando de hacer creer que son corruptos.

Tienen escrúpulos

El presidente de la DNCD, defendió a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional, al afirmar que existen sectores que creen que los hombres y mujeres de los institutos castrenses no tienen escrúpulos. “Eso es absolutamente incierto”, dijo. Indicó que los miembros de la institución, en su mayoría, se la juegan desde que salen a las calles a cumplir su misión y que no se les puede juzgar con la misma vara a todos, aunque algunos incumplan.

Comentario de un lector escéptico

"Todos son iguales; pregúntense de los jefes de la DNCD que han pasado por ahí cuál es pobre."

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Ven el robo y droga como supervivencia
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Agentes de la Policia Nacional durante una redada inconstitucional

“La DNCD se tira por ahí y cuando yo los veo me quito los pantalones para que no me pongan paqueticos...”

Escrito por: LEONORA RAMÍREZ S. ( l.ramírez@hoy.com.do)

Hoy, 24 Julio 2008

La antropóloga cultural Tahira Vargas levantó un estudio cualitativo sobre la delincuencia juvenil en Los Guaricanos, un populoso barrio de Santo Domingo Norte. Uno de sus hallazgos tiene que ver con la percepción que tienen estos jóvenes sobre el robo y la venta de drogas. La doctora Vargas afirma que para estos muchachos y muchachas el robo y la venta de estupefacientes, más que delitos son actividades de subsistencia.

“Cuando llegan esos chelitos caen bien, porque yo he podido ayudar a mi mamá a cambiar la estufa, la cama, a comprar un televisor”, relató a la investigadora una joven que suele acompañar a su novio en la comisión de estos actos.

Sin embargo, la doctora Vargas observa que esos mismos jóvenes reconocen que la violencia y la delincuencia son negativas. La antropóloga identificó varias situaciones que indujeron a estos jóvenes a iniciarse en estos delitos: vulnerabilidad y disminución del trabajo informal como fuente de ingresos, aumento de los patrones de consumo de la cultura juvenil, reclusión en cárceles de menores y deserción o expulsión de la escuela.

Robar o vender drogas son actividades de subsistencia, más que delictivas, según la apreciación de jóvenes infractores de la Ley que sirvieron como muestra para un estudio cualitativo sobre la delincuencia juvenil en Los Guaricanos, realizado por la antropóloga Tahira Vargas.

Los testimonios que incluye la investigación reflejan que si la acción delincuencial se traduce en la compra de artículos que mejoran la calidad de vida, los medios con que se obtienen están justificados.

Pero Vargas advierte que existe una dicotomía entre esa actitud y el reconocimiento de que la violencia y la delincuencia son negativas.

La inserción en las acciones punitivas no implica un apego a la delincuencia como un estilo de vida o modelo social, porque los jóvenes evaluados no se consideran delincuentes, expresa la especialista en el estudio hecho para Casa Abierta, una entidad que trabaja en la prevención del consumo de drogas.

Los muchachos entrevistados no se dedican únicamente a cometer asaltos o vender drogas, también realizan labores en el sector informal, y en su historial laboral tienen un promedio de inicio entre los 10 y los 12 años.

“Esa mezcla de la vida delictiva convierte al joven en una persona que tiene la expectativa de conseguir dinero de la forma que sea, pero ese estilo no es sólo de esos muchachos, porque se ha convertido en un modus vivendi de la sociedad dominicana”.

Cómo llegan [a estas actividades]

Vargas identificó ocho situaciones que indujeron a los jóvenes evaluados a iniciarse en las acciones delictivas.

Estas son vulnerabilidad y disminución del trabajo informal como fuente de ingresos, aumento de los patrones de consumo en la cultura juvenil, reclusión en cárceles de menores, pago de cuotas de diez mil y 20 mil pesos a la Policía y la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), para legalizar puntos de venta de drogas.

Asimismo, la deserción o expulsión del sistema educativo en el nivel básico y la comisión de hechos delictivos como fuente de obtención de ingresos de manera ocasional.

La experta también citó las facilidades para colocar puntos de drogas, y en el caso de las relaciones amorosas como el noviazgo la integración de las jóvenes en las infracciones que cometen sus parejas.

Reconocen el peligro que corren

De acuerdo con los resultados del análisis, hecho entre enero y febrero de 2008, los jóvenes están conscientes del peligro al que están expuestos cuando cometen alguna infracción.
En tal sentido, los principales riesgos que identifican son la posibilidad de morir, el acoso permanente de la Policía y de la DNCD.

Dos testimonios reflejan la magnitud de ese temor: “la DNCD se tira por ahí y cuando yo los veo me quito los pantalones para que no me pongan paqueticos y después me maten o me pongan preso”.

Con relación a los agentes de la Policía, uno de los entrevistados expresó que “Yo tengo miedo, porque he visto que me han matado varios amigos, la Policía mata sin averiguar mucho”.
Los muchachos evaluados también expresaron que temen caer en un círculo de violencia y venganza, a pesar de haber cometido más de un asesinato.

Otro elemento que se destaca en la investigación es que las familias de los jóvenes no saben que ellos están involucrados en actividades delictivas.

Eso demuestra, según las explicaciones de Vargas, que los padres dan poco seguimiento al comportamiento de sus hijos.

Al abordar en el contexto familiar el elemento del castigo, destaca que los jóvenes recibían “pelas”, lo que contrasta con la percepción de la comunidad de Los Guaricanos, la cual entiende que los jóvenes delincuentes nunca han sido castigados por sus padres.

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QUITANDO EL POLVO DE LOS SANTOS DE LOS ALTARES
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Antonio de Moya en una foto reciente
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Por: Antonio de Moya, MA, MPH

[Trabajo presentado por su autor en el panel de discusión de Casa Abierta, en su trigésimo cuarto aniversario, de la presentación de los resultados del estudio cualitativo conducido por la antropóloga Dra. Tahira Vargas sobre la situación de los jóvenes en Guaricano, ayer 24 de julio de 2008 en un hotel de Santo Domingo.]

Quiero agradecer a Casa Abierta esta muestra de confianza al invitarme a compartir con ustedes algunas reflexiones en torno al estudio Jóvenes, delincuencia y drogas: Un estudio cualitativo acerca de la delincuencia juvenil en Guaricano (en prensa). Destacaré brevemente algunas características claves de los principales actores de este complejo drama, sugeriré algunas preguntas que deben ser parte de investigaciones futuras, y propondré buscar un camino más verdadero para salir del valle en que parecemos hallarnos extraviados.

El pequeño pero profundo y revelador estudio conducido por Tahira Vargas se inscribe dentro de las investigaciones críticas, dignas de imitar, que intentan hacer más transparentes las experiencias de la juventud de clase popular y de estamentos de la sociedad dominicana. De entrada, el trabajo nos dice una verdad demasiado amarga sobre las realidades de la delincuencia: nos referimos a un “mundo extraño” que es exactamente lo contrario de lo que dice ser. Una guerra comercial disfrazada de cruzada moral.

Deseo proponer que echemos una mirada “intercultural” al estudio. La principal característica de este enfoque es su intención de promover el diálogo entre culturas o grupos de intereses. La única forma de comprender a las culturas es interpretar sus manifestaciones de acuerdo con sus propios criterios.

El estudio delimita siete grupos de intereses. Veámoslos y analicemos algunas de sus características:

1. Jóvenes involucrados en actividades ilícitas

Estos jóvenes son potencialmente cualquiera que experimente las duras realidades de su clase social en su barrio. Siendo cada día más jóvenes, encuentran formas de agregación social en las naciones o pandillas juveniles. En ellas, el establecer puntos de venta de drogas es un medio para generar un ingreso. Los menores van involucrándose de manera creciente en ellas en su búsqueda de autonomía. No existe en ellos una percepción de que esas actividades sean necesariamente delictivas. Dicen que “hacen lo que tienen que hacer cuando lo necesitan”.

2. Sistema educativo

Un sistema educativo clasista, autoritario y obsoleto filtra el destino de los jóvenes, expulsándolos de la escuela entre 5to y 8vo grados. Este “exilio” se da en función de dos tipos de manifestaciones de “tigueraje” o “cultura de la calle”: patrones aprendidos de la cultura rural y desafiante de sus hermanos mayores, padres y abuelos, o exhibición de rasgos “subversivos” de la estética juvenil moderna (v.g., tatuajes). Ambos son anatemas y motivos de expulsión en el sistema educativo.

3. Agencias de control social (DNCD, Policía Nacional)

Las agencias de control promueven y protegen las actividades delictivas “subordinadas”, beneficiándose de ellas (i.e., requiriendo un capital para “legalizar” un puesto de venta de drogas –que supone la comisión de robos y atracos— o partiendo sus ganancias con sus “socios”). Además, varios jóvenes se sentían impunes por tener parientes o padrinos que pertenecían a esas instituciones. Sólo los microtraficantes “clandestinos” o insubordinados son objeto de persecución, encarcelamiento o muerte.

4. Consumidores y narcotraficantes

Las redes de consumidores necesitan ser incluidas en futuros estudios. Sería importante indagar cómo se reparte la compra de drogas entre miembros de la comunidad y forasteros, cuáles son sus características, y si estos forasteros tienen libre acceso a la comunidad y a los puntos de venta, a pesar de la aparente “militarización” de estos por parte de los jóvenes. Respecto al abastecimiento comunitario de marihuana, cocaína y crack, ¿lo realizan fuentes diferentes o interconexas? ¿Con qué periodicidad llevan éstas sus “cargamentos”? ¿Cuáles son los volúmenes de venta de cada una de estas sustancias? ¿Qué relación existe entre quienes “autorizan” la venta y quienes abastecen los puestos?

5. Las familias, novias y vecinos de los jóvenes

Aunque exista una brecha entre padres e hijos –a pesar de la armonía de sus relaciones--, el intento de desvincular a sus familias del conocimiento de lo que hacen los jóvenes, nos parece más bien una forma de ocultar probables niveles tácitos de complicidad entre ambos. De acuerdo a la cultura de la solidaridad en familias mayormente matrifocales de su clase social, los beneficiarios directos de cualquier cambio en su nivel de vida serán su madre –fuente de autoridad-- y sus hermanos. Las novias, como vimos, tienden a convertirse en quienes guardan y administran la “mercancía”. Que estos opten por hacerse de la vista gorda, negar, justificar o no tocar el tema, es, naturalmente, otro asunto. Las relaciones con los vecinos son fluidas, y probablemente estos, dentro de su cultura, “no les llevan la vida” a los demás.

6. Jóvenes que regularmente no comparten las actividades ilícitas

Es necesario realizar estudios sobre la crianza de los niños y las niñas de los barrios en función de las culturas de la casa y de la calle. A veces estas culturas son segregadas de manera extrema, produciendo los estereotipos del “sano” y el “corrupto”, o del “tíguere” y el “pariguayo”. Ambos extremos probablemente producen los jóvenes más vulnerables, unos a la violencia y otros al engaño. Esto explicaría porqué muchos jóvenes sienten temor a ser atacados o calificados como delincuentes.

7. Las organizaciones comunitarias y religiosas

Los grupos comunitarios y religiosos parecen estar lejos de una separación con los jóvenes que se han involucrado en actividades ilícitas --en tanto, tal vez, las mantengan clandestinas. Experiencias en barrios económicamente similares han revelado que muchos de los mismos líderes o coronas de ambos sexos de las naciones –siempre que no estén “fichados” como delincuentes por la policía—son los líderes juveniles de las parroquias. El antagonismo y la incompatibilidad de ambos mundos no parece ser realmente parte del pensamiento latinoamericano.

Conclusiones

El fenómeno de las drogas ilícitas ha sido abordado en nuestro país como una lucha de los “buenos” contra los “malos”. El estudio de Casa Abierta nos empieza a revelar que probablemente ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos como se creía. El enfoque sistémico muestra cómo cada componente interactúa con los demás y se modifica recíprocamente en el proceso. Los problemas no se hallan exclusivamente en alguna parte del sistema sino en la forma en que éstas se comunican.

El enfoque intercultural, como un caso especial de esta perspectiva, tiene tres etapas: 1) la negociación --comprensiones y avenencias necesarias para evitar la confrontación--; 2) la penetración --salirse del lugar de uno, para tomar el punto de vista del otro--; y 3) la descentralización --perspectiva en la que nos alejamos de uno mismo, a través de una reflexión de sí mismo.

Para que pudiera surgir una comprensión menos hipócrita, explotadora y criminal, y una nueva estrategia relacionada con el mundo de las pandillas, la delincuencia y las drogas, los siete grupos de intereses a que nos hemos referido deberían ser integrados en una labor de transformación de la sociedad, como nos dice el sociólogo español Jesús Sánchez Jurado. Esta labor, por supuesto, necesitaría partir de transparentar la cultura propia de cada uno de ellos ante los demás. Sólo así se podrá negociar, penetrar y descentralizar.

Entonces sería un proyecto común y viable la mejora de los barrios y de las comunidades marginales, la formación de la juventud con programas de escolarización de los niños y de formación laboral de los jóvenes (v. g., industrias creativas); y la recuperación para los jóvenes que han delinquido. De todas formas, nos dice Sánchez Jurado, “toda sociedad que condena a sus jóvenes está condenándose a sí misma”.

De manera que el estudio de Tahira Vargas para Casa Abierta no es más que una seria advertencia, una premonición, de lo que está esperándonos a la vuelta de la esquina, multiplicado, si no empezamos a despojarnos hoy mismo de nuestra vocación clasista, racista y sexista, que es la madre de todos nuestros vicios.

1 comentario:

Elsa Expósito dijo...

Me parece que la "moralina" del sistema es el principal obstàculo para encarar esta problemática. Hace años investigué está cuestión y establecí lo que luego se conocería con el destape del caso Quirino. Es obvio (el sentido común es el menos común de los sentidos) que lo razonable es regular el mercado de las ilegales como ya se hizo con las legales. Pero las industrias armamentista y farmacéutica no está en eso. Cuestión de intereses millonarios, muy millonarios. Regular, pero no prometer absolutamente ninguna droga.