"El verdadero enemigo...": Juan Bosch critica ligereza de tres escritores hace 70 años
La
Habana, 14 de junio de 1943.
Mis
queridos Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy:
USTEDES
SE VAN MAÑANA, creo, y antes de que vuelvan al país quiero escribirles unas
líneas que acaso sean las últimas que produzca sobre el caso haitiano como
dominicano. No digo que algún día no vuelva al tema, pero lo haré ya a tanta
distancia mental y psicológica de mi patria nativa como pudiera hacerlo un
señor de Alaska.
En
primer lugar, gracias por la leve compañía con que me han regalado hoy; la
agradezco como hombre preocupado por el comercio de las ideas, jamás porque
ella me haya producido esa indescriptible emoción que se siente cuando en voz,
en el tono, en las palabras de un amigo que ha dejado de verse por mucho tiempo
se advierten los recuerdos de un sitio en que uno fue feliz. Acaso para mi
dicha, nunca fui feliz en la República Dominicana , ni como ser humano ni como
escritor ni como ciudadano; en cambio sufrí enormemente en todas esas
condiciones.
Hoy también he sufrido… Pues de mi reunión con Uds. he sacado una
conclusión dolorosa, y es ésta: la tragedia de mi país ha calado mucho más allá
de donde era posible concebir: La dictadura ha llegado a conformar una base
ideológica que ya parece natural en el aire dominicano y que costará
enormemente vencer; si es que puede vencerse alguna vez. No me refiero a hechos
concretos relacionados con determinada persona; no hablo de que los dominicanos
se sientan más o menos identificados con Trujillo, que defiendan o ataquen su
régimen, que mantengan tal o cual idea sobre el suceso limitado de la situación
política actual en Santo Domingo; no, mis amigos queridos: hablo de una
transformación de la mentalidad nacional que es en realidad incompatible con
aquellos principios de convivencia humana en los cuales los hombres y los
pueblos han creído con firme fe durante las épocas mejores del mundo, por los
que los guías del género humano han padecido y muerto, han sufrido y se han
sacrificado. Me refiero a la actitud mental y moral de Uds. - y por tanto de la
mejor parte de mi pueblo - frente a un caso que a todos nos toca: el haitiano.
Antes
de seguir desearía recordar a Uds. que hay una obra mía, diseminada por todo
nuestro ámbito, que ha sido escrita, forjada al solo estímulo de mi amor por el
pueblo dominicano. Me refiero a mis cuentos. Ni el deseo de ganar dinero ni el
de obtener con ellos un renombre que me permitiera ganar algún día una posición
política o económica ni propósito bastardo alguno dio origen a esos cuentos.
Uds. son escritores y saben que cuando uno empieza a escribir, cuando lo hace
como nosotros, sincera, lealmente, no lleva otro fin que el de expresar una
inquietud interior angustiosa y agobiadora. Así, ahí está mi obra para
defenderme si alguien dice actualmente o en el porvenir que soy un mal
dominicano. Hablo, pues, con derecho a reclamar que se me oiga como al menos
malo de los hijos de mi tierra.
Los
he oído a Uds. expresarse, especialmente a Emilio y Marrero, casi con odio
hacia los haitianos, y me he preguntado cómo es posible amar al propio pueblo y
despreciar al ajeno; cómo es posible querer a los hijos de uno al tiempo que se
odia a los hijos del vecino, así, sólo porque son hijos de otros. Creo que Uds.
no han meditado sobre el derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a
vivir con aquel mínimo de bienestar indispensable para que la vida no sea una
carga insoportable; que Uds. consideran a los haitianos punto menos que
animales, porque a los cerdos, a las vacas, a los perros no les negarían Uds.
el derecho de vivir… Pero creo también - y espero no equivocarme - que Uds.
sufren una confusión; que Uds. han dejado que el juicio les haya sido desviado
por aquéllos que en Haití y en la República Dominicana utilizan a ambos pueblos para
sus ventajas personales. Porque eso es lo que ocurre, amigos míos. Si me
permiten he de explicárselo: El pueblo dominicano y el pueblo haitiano han
vivido desde el Descubrimiento hasta hoy - o desde que se formaron hasta la
fecha - igualmente sometidos en términos generales.
Para
el caso no importa que Santo Domingo tenga una masa menos pobre y menos
ignorante. No hay diferencia fundamental entre el estado de miseria e
ignorancia de un haitiano y el de un dominicano, si ambos se miden, no por lo
que han adquirido en bienes y conocimientos, sino por lo que les falta adquirir
todavía para llamarse con justo título, seres humanos satisfechos y orgullosos
de serlo. El pueblo haitiano es un poco más pobre, y debido a esa
circunstancia, luchando con el hambre, que es algo más serio de lo que puede
imaginarse quien no la haya padecido en sí, en sus hijos y en sus antepasados,
procura burlar la vigilancia dominicana y cruza la frontera; si el caso fuera
al revés, sería el dominicano el que emigraría ilegalmente a Haití. El haitiano
es, pues, más digno de compasión que el dominicano; en orden de su miseria
merece más que luchemos por él, que tratemos de sacarlo de su condición de
bestia.
Ninguno
de Uds. sería capaz de pegar con el pie a quien llegara a sus puertas en busca
de abrigo o de pan: y si no lo hacen como hombres, no pueden hacerlo como
ciudadanos. Ahora bien, así como el estado de ambos pueblos se relaciona,
porque los dos padecen, así también se relacionan aquéllos que en Santo Domingo
igual que en Haití explotan al pueblo, acumulan millones, privan a los demás
del derecho de hablar para que no denuncien sus tropelías, del derecho de
asociarse políticamente, para que no combatan sus privilegios, del derecho de
ser dignos para que no echen por el suelo sus monumentos de indignidad. No hay
diferencia fundamental entre los dominicanos y los haitianos de la masa; No hay
diferencia fundamental entre los dominicanos y los haitianos de la clase
dominante. Pero así como en los hombres del pueblo en ambos países hay un
interés común - el de lograr sus libertades para tener acceso al bienestar que
todo hijo de mujer merece y necesita -, en las clases dominantes de Haití y
Santo Domingo hay choques de intereses, porque ambas quieren para sí la mayor
riqueza. Los pueblos están igualmente sometidos; las clases dominantes son
competidoras. Trujillo y todo lo que él representa como minoría explotadora
desean la riqueza de la isla para sí; Lescot y todo lo que él representa como
minoría explotadora, también. Entonces, uno y otro - unos y otros, mejor dicho
- utilizan a sus pueblos respectivos para que les sirvan de tropa de choque:
esta tropa que batalle para que el vencedor acreciente su poder.
Engañan
ambos a los pueblos con el espejismo de un nacionalismo intransigente que no es
amor a la propia tierra sino odio a la extraña, y sobre todo, apetencia del
poder total. Y si los más puros y los mejores entre aquéllos que por ser
intelectuales, personas que han aprendido a distinguir la verdad en el fango de
la mentira se dejan embaucar y acaban enamorándose de esa mentira, acabaremos
olvidando que el deber de los más altos por más cultos no es ponerse al
servicio consciente o inconsciente de una minoría explotadora, rapaz y sin
escrúpulos, sino al servicio
del hombre del pueblo, sea haitiano, boliviano o dominicano.
Cuando
los diplomáticos haitianos hacen aquí o allá una labor que Uds. estiman
perjudicial para la República Dominicana ,
¿saben lo que están haciendo ellos, aunque crean de buena fe que están
procediendo como patriotas? Pues están simplemente sirviendo a los intereses de
esa minoría que ahora está presidida por Lescot como ayer lo estaba por
Vincent. Y cuando los intelectuales escriben - como lo ha hecho Marrero, de
total motu proprio según él dijo olvidando que no hay ya lugar para el libre
albedrío en el mundo - artículos contrarios a Haití están sirviendo
inconscientemente - pero sirviendo - a los que explotan al pueblo dominicano y
lo tratan como enemigo militarmente conquistado.
No,
amigos míos… Salgan de su ofuscación. Nuestro deber como dominicanos que
formamos parte de la humanidad es defender al pueblo haitiano de sus
explotadores, con igual ardor que al pueblo dominicano de los suyos. No hay que
confundir a Trujillo con la República Dominicana ni a Lescot con Haití. Uds.
mismos lo afirman, cuando dicen que Lescot subió al poder ayudado por Trujillo
y ahora lo combate. También Trujillo llevó al poder a Lescot y ahora lo ataca.
Es que ambos tienen intereses opuestos, como opuestos son los de cada uno de
los de sus pueblos respectivos y los del género humano. Nuestro deber es,
ahora, luchar por la libertad de nuestro pueblo y luchar por la libertad del
pueblo haitiano. Cuando de aquél y de este lado de la frontera, los hombres
tengan casa, libros, medicinas, ropa, alimentos en abundancia; cuando seamos
todos, haitianos y dominicanos, ricos y cultos y sanos, no habrá pugnas entre
los hijos de Duarte y de Toussaint, porque ni estos irán a buscar, acosados por
el hambre, tierras dominicanas en qué cosechar un mísero plátano necesario a su
sustento, ni aquéllos tendrán que volver los ojos a un país de origen, idioma y
cultura diferentes, a menos que lo hagan con ánimo de aumentar sus
conocimientos de la tierra y los hombres que la viven.
Ese
sentimiento de indignación viril que los anima ahora con respeto a Haití,
volvámoslo contra el que esclaviza y explota a los dominicanos; contra el que,
con la presión de su poder casi total, cambia los sentimientos de todos los
dominicanos, los mejores sentimientos nuestros, forzándonos a abandonar el don
de la amistad, el de la discreción, el de la correcta valoración de todo lo que
alienta en el mundo. Y después, convoquemos en son de hermanos a los haitianos
y ayudémosles a ser ellos libres también de sus explotadores; a que, lo mismo
que nosotros, puedan levantar una patria próspera, culta, feliz, en la que sus
mejores virtudes, sus mejores tradiciones florezcan con la misma espontaneidad
que todos deseamos para las nuestras.
Hay
que saber distinguir quién es el verdadero enemigo y no olvidar que el derecho a
vivir es universal para individuos y pueblos. Yo sé que Uds. saben esto, que
Uds., como yo, aspiran a una patria mejor, a una patria que pueda codearse con
las más avanzadas del globo. Y no la lograremos por otro camino que por el del
respeto a todos los derechos, que si están hoy violados en Santo Domingo no
deben ofuscarnos hasta llevarnos a desear que sean violados por nosotros en
lugares distintos. Yo creo en Uds. Por eso he sufrido. Creo en Uds. hasta el
hecho de no dolerme que Marrero mostrara a Emilio el papelito que le escribí
con ánimo de beneficiarlo y sin ánimo de molestar ni por acción ni por omisión
a Emilio. En todos creo, a todos los quiero y en su claro juicio tengo fe. Por
eso me han hecho sufrir esta tarde. Pero el porvenir ha de vernos un día
abrazados, en medio de un mundo libre de opresores y de prejuicios, un mundo en
que quepan los haitianos y los dominicanos, y en el que todos los que tenemos
el deber de ser mejores estaremos luchando juntos contra la miseria y la
ignorancia de todos los hombres de la tierra. Mándenme como hermano y ténganme por tal.
Juan
Bosch
(En: Para la historia, dos cartas, Santiago, República
Dominicana. Editorial el Diario, 1943, pp. 3-8)
(Cortesía de Rafael Domínguez)
******
La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos. (Ejercito Negro Makhnovista, Ucrania, 1923).
No hay comentarios:
Publicar un comentario