lunes, febrero 04, 2008

Noticias del Frente Historiografico 019

PREJUICIO ANTIHAITIANO Y CLASE SOCIAL, 1983 [i]
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Ana Josefina Álvarez & E. Antonio de Moya
Departamento de Psicología, Facultad de Humanidades
Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

Palabras clave: Prejuicio antihaitiano, clase social, color de la piel, procedencia, República Dominicana

El prejuicio antihaitiano fue escogido como objeto de estudio de esta investigación a fin de contribuir, desde el campo de la Psicología Social, a aumentar el conocimiento científico sobre fenómenos culturales e ideológicos idiosincrásicos de la sociedad dominicana, resultantes de su historia social.

Autores dominicanos, tales como la socióloga Lil Despradel (1974), y los historiadores Roberto Cassá (1976) y Hugo Tolentino (1974), entre otros, han realizado trabajos acerca del antihaitianismo y el prejuicio racial en la República Dominicana, fundamentando sus análisis en perspectivas de tipo histórico, económico, político y/o ideológico.

En el presente trabajo se intentó integrar algunos de los planteamientos básicos desarrollados por estos autores, como marco teórico para una investigación empírica cuyos objetivos centrales fueron:

1. Construir una Escala de Antihaitianismo que permitiera medir la magnitud y la intensidad del prejuicio a nivel personal, en base a una metodología científica.

2. Hacer precisiones acerca de la naturaleza del prejuicio antihaitiano y las características que éste asume a nivel social e individual en el Pueblo Dominicano.

3. Determinar qué relación existe, si alguna, entre el prejuicio antihaitiano y algunas variables socioeconómicas y demográficas, tales como el sexo, la edad, la clase social, la procedencia y el color de la piel de los sujetos.

Surgimiento del prejuicio antihaitiano en Santo Domingo

Los científicos sociales que han abordado el tema del antihaitianismo en la República Dominicana han coincidido en ubicar su origen en la etapa de la colonización, cuando aparentemente el prejuicio tendió a conformarse como una racionalización de la clase dominante para legitimar la explotación a la que eran sometidos grupos étnicos aborígenes y africanos.
Según sostiene Tolentino (1974), esto no era simplemente resultado de la diferencia racial, pues en su opinión, no hubo prejuicio racial en las primeras manifestaciones realizadas por los colonizadores sobre aquellos grupos. Despradel (1974) coincide con estos planteamientos al indicar que “el racismo de las clases superiores dominicanas tiene sus orígenes en la época colonial” y continúa señalando que el racismo es una barrera levantada por un grupo social para defender sus privilegios afirmando su superioridad racial y cultural.

A pesar de lo anterior, las manifestaciones de racismo en el mundo occidental no pasaron de ser hasta fines del siglo XVIII, eminentemente espontáneas, de acuerdo con Cassá (1976) Para este autor, la primera manifestación teórica plenamente coherente y universal para justificar la primacía de la raza blanca, fue elaborada por el filósofo alemán Johann Gottfried von Herder (1744-1803). El positivismo, sostiene, fue la corriente filosófica más importante en los siglos XIX y XX de la que partieron múltiples teorías racialistas. Dentro de estas corrientes, Herbert Spencer (1820-1903) fue quien más base dio a las concepciones racistas, por haber servido al desarrollo del llamado darwinismo social. Esta corriente influye en nuestro país al llegar, a fines del siglo pasado a través del pensador Eugenio María de Hostos.

Al estudiar el antihaitianismo como un fenómeno que integra al racismo, presuntamente desbordándolo, Despradel afirma que el antihaitianismo en la República Dominicana tiene sus orígenes históricos en las invasiones de Jean Jacques Dessalines y se consolida durante la ocupación haitiana efectuado por Jean Pierre Boyer en 1822.

Según esta autora, aquél se desarrolla y consolida en primer lugar en las clases dominantes en el país debido a tres factores principales:

1. Factor económico: los haitianos en sus invasiones exigieron a esas clases la entrega de altas cuotas de dinero, abolieron la esclavitud, nacionalizaron tierras y monopolizaron el comercio;

2. Racial: las clases medias urbanas, los hateros y los comerciantes manifestaban un gran prejuicio racial hacia el hombre negro, producto de la creencia en un origen predominantemente hispánico;


3. Factor cultural: se destacaba el origen cultural diferente de ambos pueblos. Mientras una cultura era “españolizada,” la otra tenía origen africano y francés. Se destacaba la diferencia en idioma, religión, costumbres, etc.

Es precisamente como producto de esas relaciones sociales y económicas que la clase dominante dominicana comienza a plantar la semilla del nacionalismo en la conciencia del Pueblo Dominicano, lo que pasará a jugar un papel importante en nuestro devenir histórico. Cassá señala:

“De tal modo se establecía una identificación nacional contrapuesta a la nación haitiana, motivación que fue la esencial en el orden ideológico en la implantación de la independencia política en 1844…. En el fondo de la conciencia social sedimentó la idea de identificar al enemigo con el haitiano y al haitiano con el negro.”

De acuerdo a Despradel, no es sino hasta finales del siglo XIX cuando el prejuicio antihaitiano comienza a consolidarse en los sectores desposeídos de nuestra sociedad. En ese sentido, afirma que hubo momentos anteriores a la Independencia (1844) y posteriores a ella, en que grupos organizados de negros dominicanos propugnaron por la unión con Haití, ya que muchas de las medidas tomadas por el Gobierno haitiano en nuestro país, influidas por el pensamiento liberal de la revolución francesa, favorecieron ampliamente a esos sectores.

Es por eso que Despradel afirma que “dentro de los grupos negros o mulatos menos favorecidos de la estructura clasista dominicana, no se desarrollaron durante las primeras décadas del siglo XIX contradicciones con los haitianos que hubiesen podido sensibilizarlos al desgarramiento racista o nacionalista que sufría el mulato-blanco o ‘blanco del país,’ de las clases superiores y medias”.

Al desarrollarse la industria azucarera en nuestro país y con ella la introducción de mano de obra más barata procedente de Haití y de otras islas del Caribe, se desarrollan contradicciones más directas entre las clases bajas dominicanas y los haitianos, como un producto de la competencia en el trabajo y sobre todo, del abaratamiento de los salarios. Despradel señala que “ante ellos (los inmigrantes), los obreros dominicanos manifestaron ciertas reticencias y, sobre todo frente a los haitianos, que eran la mayoría. Su antihaitianismo se manifestó en un prejuicio cuya base era esa frustración económica que se descargaba en el trabajador haitiano inmigrado."

A lo anterior agrega lo que podría considerarse el planteamiento básico acerca de cómo ocurrió la asimilación, por parte de la clase dominada, de la ideología de la clase dominante:

“Para demostrar su acierto, las clases dominadas recurren a los valores establecidos por las clases dominantes, de allí que, a la motivación esencialmente económica que determinó el prejuicio antihaitiano de las clases menos favorecidas, se vinculará la mistificación cultural realizada por las clases dominantes. El obrero, el campesino dominicano negro o mulato a quien se le habló constantemente de sus antepasados indios o españoles, calificándole de ‘indio’ en los documentos oficiales, adoptó la ideología racial de las clases dominantes, y se consideró como de origen indio, es decir, diferente al haitiano negro africano.”

Consolidado ya el prejuicio antihaitiano en nuestro país, desde el final del siglo XIX y principios del XX, el mismo comienza a adquirir matices preocupantes a partir de 1930, durante los primeros años de la dictadura de Rafael L. Trujillo. Importantes intelectuales de la clase dominante hicieron sus aportes teóricos para consolidar el prejuicio antihaitiano, entre otros Américo Lugo, Joaquín Balaguer, y el más importante de todos, Manuel A Peña Batlle.

Durante la Era de Trujillo se destacó aún más el supuesto carácter “hispánico” del Pueblo Dominicano, y se falsearon las estadísticas de los Censos para demostrar que éste era de raza blanca y mestiza. En relación a este período, Cassá señala que “es bien sabido que uno de los resultados del antihaitianismo fue la masacre de 1937. En ella no solamente de debe ver el elemento propiamente racial, sino sobre todo los motivos socioeconómicos, históricos y coyunturales que llevaron a ella.”

El sociólogo Fernando Tejada (1979) establece que la base motora de dicha matanza fue económica, la cual buscaba como objetivo “la expropiación de tierras y medios de producción de esa gran población campesina haitiana que llevaría a un proceso de modernización capitalista regional”.

Amplias manifestaciones antihaitianas se sucedieron durante todo el período de Trujillo, hasta su ajusticiamiento, y aunque Cassá plantea que el “racismo explícito” desapareció con la muerte de Trujillo, consideramos que existen en nuestro país manifestaciones importantes tanto de racismo como de antihaitianismo en buena parte de los intelectuales de la clase dominante y en la población misma.

Baste recordar cuántos artículos han sido publicados en la prensa nacional debatiendo el problema de la “invasión pacífica de haitianos” y las consecuencias que ésta puede acarrear a nuestro país, y el nuevo “racismo culturalista” propugnado por Balaguer (1983) y sus seguidores.

Definición de Variables

Se midieron como posibles variables predictoras del prejuicio antihaitiano: el sexo, la edad, la clase social, la procedencia urbana o rural, el “color de la piel” y si el sujeto había tenido algún amigo haitiano. La clase social se definió en términos de cuatros indicadores: barrio o sector de residencia, ingreso per cápita familiar mensual, ocupación y escolaridad. De esa manera los sujetos están clasificados como pertenecientes a los estratos alto, medio o bajo. El “color de la piel” incluía cuatro opciones, dentro de las cuales el encuestador debía clasificar a los sujetos como “blanco”, “indio,” “mulato,” o “negro”. La variable criterio o dependiente fue la actitud étnica hacia los nacionales haitianos, medida con una escala construida expresamente para este estudio.

Hipótesis

Se hipotétizó que las tres clases sociales tendrían diferencias significativas entre sí en sus actitudes hacia los haitianos. No se especificó en qué dirección ocurrirían las diferencias, dado el carácter pionero y exploratorio de este trabajo empírico. Se esperaba que no hubiera diferencias entre ambos sexos, y que la edad no estuviera asociada significativamente con las actitudes. Además se hipotetizó que los sujetos precedentes de la zona urbana mostrarían menor prejuicio que los de la zona rural. Asimismo, se esperaba que el color de la piel estuviera asociado con la variable criterio.


Método
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Un total de 1,024 adultos fue encuestado inicialmente a principios de 1983 por 40 estudiantes de una clase de psicología social de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, de la cual la primera autora era profesora. Cada estudiante debía administrar los cuestionarios en hogares seleccionados sistemáticamente en diversos sectores geográficos de Santo Domingo, clasificados previamente en términos de sus características socioeconómicas. Aproximadamente una quinta parte de los sujetos (203) residía en el interior del país y fueron separados para un análisis futuro, de manera que la muestra fuera exclusivamente de la capital.

Se realizó un control de calidad de los protocolos restantes, lo cual llevó a eliminar 75 de ellos por diversas razones, tales como ilegibilidad de las respuestas, contestaciones al azar, estereotipia en la repuesta independientemente del contenido, y así sucesivamente. Otros 135 cuestionarios carecían de partes de la información concerniente a clase social, por lo cual resultaban inútiles para el análisis y fueron descartados también.

Los restantes 611 cuestionarios se distribuían de la siguiente forma: clase alta, 95 (15.5%), media, 123 (20.1%): baja, 393 (64.3%). Los sujetos residían en 84 barrios o urbanizaciones de la capital. Para el presente análisis, se extrajeron tres submuestras de 60 sujetos de cada clase social, escogidos mediante una tabla de números aleatorios. La muestra final, sobre la que se presenta este reporte, consistió entonces en 180 personas de 16 o más años de edad.

El cuestionario aplicado consistía de una serie de indicadores de las variables predictoras, más una escala tipo Likert de actitudes hacia los haitianos, previamente fraseados y depurados mediante “un juicio sistemático de expertos” (psicólogos, sociólogos, historiadores) empleado para garantizar la validez consensual del instrumento. Alrededor de la mitad de los reactivos fueron fraseados en forma favorable al grupo étnico, y a la otra mitad en forma desfavorable para evitar la estereotipia en las respuestas. En lugar de las opciones tradicionales de la escala (“de acuerdo”) (“en desacuerdo,” etc.), se prefirió preguntar a los sujetos si encontraban “muy bien”, “bien,” “mal” o “muy mal” cada afirmación que se les leería. Este cambio se efectuó en base a un estudio piloto que demostró que las traducciones literales de las opciones de Likert no pertenecían al universo vocabular de la clase baja dominicana. De la misma manera, se prefirió no utilizar un punto neutro en la escala para evitar respuestas de no compromiso.

Los datos de los 180 participantes fueron transferidos a una hoja de codificación diseñada para el estudio y procesados en una calculadora programable Hewlett-Packard 41CV. La consistencia interna de la Escala de Antihaitianismo fue obtenida correlacionando los puntajes de cada ítem individual con la sumatoria de todos los demás ítems para cada sujeto. Se decidió trabajar con los 25 reactivos más significativos, estableciéndose como criterio de exclusión de un ítem un coeficiente de correlación gamma igual o menor de .37. La nueva sumatoria de la escala fue usada como medida general de la actitud y analizada en relación a sus posibles predictores.

Resultados
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Los participantes fueron 97 hombres (54 por ciento) y 83 mujeres (46 por ciento) distribuidos de manera equitativa en cada uno de los estratos sociales; 143 (79%) procedían de la zona urbana y 37 (21%) de la rural. Un 29% de los sujetos tenía de 15 a 25 años de edad; 42% de 26 a 35 años; 18% de 36 a 45; y 11% de 46 en adelante. No se observó asociación entre la edad y la clase social (Chi cuadrado [X2] = 21.15: 6 gl; p<.01) aunque el estrato alto tendió a contener personas de piel más clara.

Análisis de ítems

La Tabla 1 [ii] muestra los resultados del análisis de los ítems que componían la Escala de Antihaitianismo. Los ítems aparecen ordenados de acuerdo a la magnitud descendente de los coeficientes de correlación gamma. Como se señaló anteriormente, cada uno de estos coeficientes expresa la asociación entre un ítem individual y la sumatoria de la escala para todos los sujetos. Mientras mayor es la correlación, mejor será la predicción del prejuicio antihaitiano que pueda hacerse en base a un ítem particular.



Puede observarse que las afirmaciones que predicen los primeros cinco rangos del prejuicio antihaitiano (coeficientes de correlación gamma .70-≥.65) son, en orden descendente: 1) “La mayoría de los haitianos que vienen a nuestro país son ladrones”; 2) “El Pueblo Dominicano y el Haitiano siempre serán enemigos”; 3) “No dejaría a un hijo mío jugar con un niño haitiano”; 4) “Los haitianos les hacen mal de ojo a los niños pequeños”; y 5) “Los haitianos se roban los niños para hacer brujería”/“Los haitianos no son tan humanos como los dominicanos.” Los demás ítems tienen correlaciones menores con la puntuación de la escala, lo cual indica que contribuyen en menor medida a predecir el antihaitianismo.

Es importante notar que los reactivos “No aceptaría que mi jefe fuera haitiano”/”Los haitianos siguen con la idea de hacerse dueños de toda la isla,” “La mayoría de los haitianos son sifilíticos,” “Los haitianos traen enfermedades que aquí no habían,” y “No aceptaría que un hijo mío se casara con una mujer haitiana,” a pesar de estar menos asociados al prejuicio, obtuvieron las puntuaciones medias más altas (2.61-2.32) de todas las afirmaciones, indicando ser los que mayor aprobación merecieron de los participantes. En este sentido, puede observarse en la tabla que no necesariamente hay correspondencia entre las variaciones de los promedios y las de los coeficientes de correlación.


Esta observación nos ha llevado a un intento de factorizar el antihaitianismo utilizando medidas de tendencia central para los ítems individuales y la correlación con la escala. Los ítems recibieron puntajes promedios que oscilaban entre 1.58 y 2.61. Aunque el punto medio de una escala de 1 a 4 es 2.5, que sería la línea de corte entre la respuesta favorable y la desfavorable a un ítem, se prefirió dividir los ítems en dos grupos, cortados por su valor mediano, y definir los ítems con valores de 1.58 a 1.97 como aquellos que en promedio eran rechazados por los sujetos. Los ítems con valores de 1.98 a 2.61 fueron definidos como aquellos que eran aceptados por los participantes.

El mismo procedimiento fue seguido respecto a la distribución de los coeficientes de correlación. Atendiendo al valor mediano, se definió como más alta correlación en el prejuicio los coeficientes gamma entre .70 y .58; como más baja correlación se definieron los coeficientes de .57 o menores. Estos resultados, con los ítems abreviados, aparecen en la Tabla 2.

Aunque este análisis del contenido del prejuicio antihaitiano necesita mucho mayor refinamiento estadístico, como primera aproximación parece tener valor heurístico. Los dos cuadrantes superiores incluyen los mejores predictores del PAH; en promedio, la muestra de este estudio tendió a estar más de acuerdo con los indicadores del cuadrante superior derecho que con el izquierdo. Los cuadrantes inferiores incluyen los predictores con asociaciones menores que la correlación mediana. En el izquierdo aparecen los ítems que tienden a ser aceptados por los sujetos, destacándose aquí que estos elementos pueden ser vistos como la base de la “cultura consensual” o “ideología antihaitiana” generalizada en el país. En el derecho aparecen los temas que forman parte de una correlación más autoritaria respecto a nuestros co-isleños.

Condiciones antecedentes del Prejuicio Antihaitiano

Sin pretender ser exhaustivos, se analizó la relación de variables socioeconómicas y demográficas con el PAH. Los principales datos de estos análisis aparecen en la Tabla 3. Puede observarse que la clase baja muestra el prejuicio más alto, seguida por la alta y luego la media. Las posibles diferencias entre las medias arimeticas fueron comparadas a través de un análisis de varianza simple (ANAVAR). Los resultados demuestran que hay diferencias altamente significativas entre los tres estratos (F = 14.36; 2, 177 gl; p<.01). Una comparación específica entre los estratos alto y bajo reveló también diferencias altamente significativas (tAB = 3.12; 118 gl; p< .01), a favor del estrato alto. Las actitudes de los sujetos provenientes de la zona urbana mostraron una tendencia a ser más positivas que las de los sujetos de zona rural, y los sujetos clasificados como más oscuros de piel tuvieron medias más elevadas que los más claros, pero con una alta variabilidad dentro de su grupo. Esto en sí podría ser un fenómeno digno de estudio, principalmente si se analizara con un análisis de varianza múltiple (MANAVAR) el efecto de la clase social y el color de la piel en una misma ecuación. Análisis estadísticos similares fallaron en mostrar diferencias significativas en el prejuicio como función del sexo (F = 0.51; 1, 178 gl; p>.05). Las diferencias observadas en las medias de esas variables son debidas a fluctuaciones del muestreo.


Discusión
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El principal hallazgo de esta investigación consiste en haber demostrado que el grado de antihaitianismo está determinado por la clase social a que pertenece la persona, como se había hipotetizado. Se ha arrojado luz sobre esta relación, mostrándose que ésta es curvilínea, es decir, que el prejuicio es menor en los niveles socioeconómicos medios, seguido por los altos y mayor en los estratos bajos. La ideología antihaitiana, que se ha atribuido siempre a los sectores dominantes preponderantes, parece no sólo haber permeado las actitudes y sentimientos de la clase dominada, sino que ésta acusa predisposiciones más desfavorables hacia los haitianos que el mismo estrato alto.

Desde el punto de vista de la Psicología Social, el fenómeno de la introyección de valores, creencias y actitudes de la clase dominante ha sido interpretado como el resultado de una “identificación con el agresor” según la teoría freudiana, en virtud de la cual la persona tiende a adoptar las posiciones de contrarios suyos que puedan tener control sobre la acción de la persona.

La teoría psicosociológica de Kurt Lewin por su parte, ha contribuido a la comprensión del fenómeno a través de la conceptualización de un proceso de “auto-desprecio”, en el cual una persona que comparte atributos reales o imaginarios de algún grupo estigmatizado tiende a desarrollar un rechazo hacia su propio grupo de “pertenencia” y una atracción a veces exagerada hacia su grupo de referencia.

La asociación entre la clase social y el color de la piel, y entre aquella y el prejuicio llevan a suponer que los grupos más explotados (es decir, los de clase baja de piel más oscura) busquen desarrollar ciertas “destrezas de extroyección” de lo que la clase dominante puede ver en ellos como algo compartido con el “grupo de referencia negativo,” o sea, los haitianos.

La falta de asociación entre el PAH y las variables sexo y edad, también va en la misma dirección de lo esperado. El hecho de que tanto los hombres como las mujeres, y la gente de edades diferentes no difieran en sus actitudes hacia los haitianos, es evidencia fuerte de la centralidad del prejuicio antihaitiano en la cultura dominicana.

Respecto a las hipótesis que sostenían que la procedencia y el color de la piel estarían asociados al prejuicio, cabe suspender juicio debido al pequeño tamaño y la alta variabilidad de los subgrupos rural y negro. Los datos permiten hipotetizar que con una muestra más grande, la variabilidad interna de los grupos se reduciría en tanto se mantendrían los altos niveles de prejuicio.

Probablemente la mayor contribución metodológica de este estudio haya sido reunir una muestra representativa de la población de reactivos asociados con las relaciones entre dos pueblos que comparten una isla pequeña. Análisis estadísticos más sofisticados de estos mismos datos permitirán conocer la contribución exclusiva de dimensiones tales como lo racional, lo religioso, lo económico, lo sexual, en la predicción del prejuicio. En particular, podría avanzarse aún más tratando de deslindar lo psicológico de lo cultural, lo personal de lo colectivo, y quizás lo prejuicioso de lo ideológico.

Referencias

Balaguer J. (1983). La isla al revés: Haití y el destino dominicano. Santo Domingo: Fundación José Antonio Caro.

Cassá R. (1977). Historia social y económica de la República Dominicana. Santo Domingo: Alfa y Omega.

Despradel L. (1973). República Dominicana: las etapas del antihaitianismo, Revista Ahora!, Nos. 496-8.

Tejada F. (1979). Antihaitianismo y formación social dominicana: Apuntes de clase. Maestría en Psicología Social-Comunitaria, Departamento de Psicología, Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), manuscrito inédito.

Tolentino H. (1974). Raza e historia en Santo Domingo. Santo Domingo: Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

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Tabla 1. Items de la Escala de Antihaitianismo (Respuestas: Veo Muy bien, Bien, Mal, o Muy mal esta afirmacion) (Media, desviacion standard, correlacion gamma)

  1. La mayoría de los haitianos que vienen a nuestro país son ladrones. (1.82, .83, .70)
  2. El pueblo haitiano y el dominicano siempre serán enemigos. (1.97, .96, .68)
  3. No dejaría a un hijo mío jugar con un niño haitiano. (1.92, .82, .67)
  4. Los haitianos les hacen mal de ojo a los niños pequeños. (1.91, .92, .66)
  5. Los haitianos se roban a los niños para hacer brujerías. (1.99, .97, .65)
  6. Los haitianos no son tan humanos como los dominicanos. (1.58, .72, .65)
  7. La dictadura es el mejor gobierno para los haitianos. (1.66, .95, .62)
  8. No ayudaría a un haitiano si me necesitara. (1.59, .71, .62)
  9. Las relaciones entre el pueblo dominicano y el haitiano no deben mejorarse. (1.8, .77, .61)
  10. No me gustaría ser amigo cercano de un haitiano. (1.97, .84, .61)
  11. No aceptaría que un hijo mío se casara con una haitiana. (2.32, .99, .61)
  12. El pueblo dominicano no es totalmente blanco por culpa de los haitianos. (2.06, .98, .61)
  13. Los exiliados políticos haitianos sólo vienen a crearle problemas al país. (2.16, .96, .60)
  14. Los haitianos no son gente buena y sencilla. (1.87, .77, .60)
  15. Los haitianos no son tan inteligentes como los dominicanos. (1.81, .84, .58)
  16. No aceptaría que mi jefe fuera haitiano. (2.61, 1.07, .57)
  17. Los haitianos siguen con la idea de hacerse dueños de la isla. (2.61, .87, .53)
  18. Aunque pudiera, no me gustaría ir a Haití. (1.78, .85, .53)
  19. El que tenga sangre haitiana no puede considerarse dominicano. (2.16, 1.05, .52)
  20. Los haitianos son pobres porque son haraganes. (1.75, .80, .52)
  21. Los haitianos son más lujuriosos que los dominicanos. (2.03, .82, .47)
  22. La mayoría de los haitianos son sifilíticos. (2.53, .91, .44)
  23. Los haitianos traen enfermedades que aquí no había. (2.47, .99, .42)
  24. Los haitianos que trabajan en bateyes no ayudan a nuestra economía. (1.71, .81, .42)
  25. Una de las mejorse cosas que hizo Trujillo fue la matanza de haitianos. (2.22, 1.15, .37)

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Notas

[i] Trabajo presentado en el VI Simposio Dominicano de Psicología, Asociación Dominicana de Psicología (ADOPSI), Inc., Santo Domingo, 1983.

[ii] Pedimos excusas a nuestros lectores por no haber podido reproducir las tres tablas, debido a limitaciones en el formato del blog. No obstante, las medias, desviaciones estandard y correlaciones gamma de los items (tabla 1) aparecen en parentesis al lado de cada uno. Si desea recibir las tablas y la encuesta en version pdf, favor hacernoslo saber (polisintesis@gmail.com).

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Muy triste noticia para el Jazz Mestizo

Lunes 4 de febrero, 2008

Acabo de recibir una llamada telefónica en la que me comunican la muerte de un hermano, amigo, mi vecino, hombre a todo, el mejor de los percusionistas que yo he escuchado frente a mi, Tata Güines, Arístides Soto (1930-4/02/2008). ¡Que todas las tumbadoras suenen con una banda de luto, pero que no dejen de sonar en honor al Tata! Estoy seguro de que a él le gustaría así. Acabo de llamar al hospital donde murió y dentro de poco lo llevarán para la Funeraria de Calzada y K, en el Vedado, en el mismo centro de La Habana.

Creo que esta triste información será de mucha importancia para los mestizos. Mañana, después de su entierro, trataré de hacer algún comentario sobre sus funerales.

Con mucho pesar,


Rey Montesinos

Reenviada por Miguel Fenton, desde Montreal, Canada

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